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Mario Rueda Beltrán
Centro de Estudios Sobre la Universidad, UNAM.
[email protected]
Leticia Elizalde Lora
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
[email protected] Alma Delia Torquemada González
[email protected]
La Evaluación
de la Docencia de la Docencia en las Universidades Mexicanas
Resumen
ALa evaluación debe entenderse como problemática no como
instrumento para advertir las cualidades de referencia y subjetividad,
por lo cual se hace necesario revisar los aspectos teóricos y técnicos
de la evaluación de la docencia, al mismo tiempo que se comparan
las prácticas en seis universidades públicas para plantear
un indicador de cómo se sustentan las políticas de evaluación
de la docencia.
Palabras clave: Evaluación docente, metodología,
universidad.
Abstract
Evaluation must be understood as a problem and not as an instrument
to detect reference and subjectivity qualities, therefore theoretical
and technical aspects of teaching evaluation must be considered and,
at the same time, practices at six public universities are compared in
order to introduce an indicator of how teaching evaluation policies are
sustained.
Key words: Teaching evaluation, methodology, university.
La evaluación educativa es considerada como un referente de las
políticas actuales de la educación superior, ya que forma
parte de los procesos de planeación impulsados por los programas
de los organismos del gobierno vinculados al sector. Si se aceptara que
en el sistema de educación superior el énfasis en la década
anterior fue puesto en la planeación, hoy se podría afirmar
que se encuentra claramente depositado en la evaluación.
La evaluación como actividad integrada a los procesos sociales
que tienen lugar en las instituciones escolares se ha desarrollado con
tal velocidad que cada día se le reconoce como una actividad profesional
altamente especializada. Aunado a ello, la influencia de las políticas
públicas que han retomado el tema de la evaluación como
estrategia para orientar las acciones de las universidades han propiciado
también la acumulación de experiencias de evaluación
institucional, de programas y de individuos que una década anterior
hubieran sido pensadas como imposibles de realizar, sobre todo en las
universidades públicas. En este trabajo debido a los requerimientos
específicos de cada situación evaluativa, nos referiremos
particularmente a la evaluación de la docencia que ha recibido
una atención menor en las políticas gubernamentales y en
las prácticas cotidianas en las universidades.
En México la preocupación por iniciar procesos de evaluación
de la docencia surge de manera autogenerada en algunas universidades
privadas desde hace más de tres décadas.
En el caso de las universidades públicas, aunque se sabe de algunos
casos aislados de carreras que emplean la evaluación de la docencia
desde esa misma época, la evaluación se implementa de forma
generalizada a partir de las políticas promovidas por la Secretaría
de Educación Pública y la Asociación Nacional de
Universidades e Instituciones de Educación Superior en la década
de los noventa.
La evaluación universitaria tiene fines diversos, así se
manifiesta en la función ejercida por los actores responsables
de establecer y operar los mecanismos evaluativos. De la misma forma
es de notar que los propósitos de los organismos encargados de
las políticas pueden ser diferentes de los de cada universidad,
de los profesores, de los investigadores y de los estudiantes. Por ello,
tal como afirma Ardoino (2000), la evaluación debe entenderse
como problemática, no como instrumento y desde esta perspectiva
es posible advertir sus cualidades de plurirreferencialidad e intersubjetividad,
con lo que su objetivo pasa a ser el de cuestionar el sentido y significado
de los fenómenos educativos.
Derivado de esta perspectiva, resulta necesario no solamente hacer un
seguimiento de los aspectos teóricos y técnicos relacionados
con la evaluación de la docencia sino también es urgente
el conocimiento de las prácticas cotidianas de dicha actividad
para contar con un panorama de cuál es su situación actual.
A partir del análisis de los procesos de evaluación de
la docencia de seis universidades públicas: la Nacional Autónoma
de México (UNAM), la Autónoma Metropólitana (UAM),
la Autónoma de Querétaro (UAQ), la Autónoma del
Estado de Hidalgo (UAEH), la Autónoma de Baja California (UABC)
y la Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) se presenta una caracterización
general, se destacan rasgos comunes y se analizan las experiencias para
plantear algunas preocupaciones y orientaciones posibles; si bien se
tiene conciencia de lo limitado del análisis, resulta por lo menos “indicador” de
la manera en que las universidades están respondiendo a las exigencias
de políticas sustentadas en la evaluación. Para ello se
empleó un cuestionario con dimensiones relativas a los antecedentes
y orígenes de la evaluación docente, la elaboración
y operación del instrumento de evaluación e implicaciones
del proceso y de los resultados en las comunidades universitarias 1 Características sobresalientes de los sistemas de evaluación
de la docencia
Se constató la existencia generalizada de prácticas de
evaluación docente en las distintas universidades, sin embargo
la concepción, la antigüedad, el tipo y el uso de cada sistema
de evaluación es diferente. En algunas universidades la evaluación
es una práctica aceptada y forma parte de la vida académica,
mientras que en otras es un requisito administrativo, generalmente concebido
como condición para acceder a una compensación salarial
vía algún programa especial.
En términos generales entre los agentes que impulsan la evaluación
en las distintas universidades se aprecia la presencia de autoridades,
direcciones, planes institucionales y departamentos encargados del desarrollo
de la docencia y de la evaluación. En todos los casos, se declaró de
parte de los entrevistados que se persiguen con la evaluación
objetivos, tanto académicos como institucionales, entre los cuales
destacan: la retroalimentación, la mejora en la calidad de la
docencia, la planeación y la sensibilización de los docentes
sobre la importancia de la evaluación.
Según la información proporcionada en el surgimiento de
la evaluación de la docencia, se distingue la retroalimentación
como el motivo principal que genera la necesidad de evaluar, refiriéndose
indirectamente a la mejora de la calidad de los docentes; asimismo la
cuestión de la respuesta a las políticas aparece como un
elemento que genera la necesidad de evaluar (Gilio, 2000 y Luna, 2002).
En la UNAM en poco más de la mitad de las facultades, no se reporta
una experiencia de evaluación docente formal anterior al establecimiento
de las políticas de compensación salarial, si bien en tres
de ellas hubo intentos aislados, no se logró una evaluación
sistemática. En las restantes se reportan los orígenes
del proceso de evaluación vinculados principalmente con instancias
directivas o administrativas. Llama la atención el caso de facultades
en las cuales el proceso de evaluación es tan antiguo que no se
tiene un conocimiento preciso de cómo inició, esto parece
indicar que no ha existido un esfuerzo sistematizado por consignar el
proceso; lo anterior sugiere la idea de que hasta ahora ha sido un proceso
manejado de manera autónoma por cada facultad, sobre todo en el
caso de la UNAM (Rueda, 2002). En la UAEM, por intervención del
Sindicato en 1998 se promovió la detención del proceso
de evaluación, argumentando que se trataba de un proceso deficiente,
ya que se le daba un uso punitivo a los resultados.
Una experiencia de evaluación con rasgos particulares se realizó en
la UAM, ahí se concibió a la evaluación de la docencia
como un proceso amplio de reflexión institucional (Díaz,
2000). El propósito central de esta iniciativa fue convocar a
toda la comunidad universitaria a exponer sus puntos de vista, sus diagnósticos
y sus propuestas sobre la docencia, y con ello ir identificando las instancias
responsables, las estructuras organizativas y de gestión necesarias,
las vías más factibles y las estrategias más eficaces
para dar respuestas. La consulta se realizó en tres momentos,
en el primero se solicitó que todos los profesores y estudiantes
enviaran sus propuestas o reflexiones a la Rectoría General. Un
segundo momento de consulta se dio a través de los directores
de División, que junto con sus jefes de departamento y coordinadores
organizaron diversas formas para consultar a los profesores y estudiantes
de sus divisiones y recolectar los trabajos. Finalmente, se consultó a
los rectores, secretarios académicos y directores de división
de cada unidad. A partir de esta consulta, la iniciativa se relacionó con
diferentes contextos, dando lugar a múltiples formas de abordar
y asumir la docencia y su evaluación. Algunos sectores evidenciaron
la necesidad de generar formatos adecuados para la reflexión de
la docencia y abrir espacios institucionales permanentes para atender
esta cuestión. Otros manifestaron su preocupación por los
aspectos de infraestructura y recursos económicos destinados a
la docencia. Actualmente se aplica un cuestionario de opinión
dirigido a los estudiantes que se encuentra en revisión minuciosa
para su adecuación a cada uno de los contextos en los que se aplica.
El cuestionario de opinión de los estudiantes como instrumento
de evaluación
Sin duda alguna los cuestionarios de opinión dirigidos a los
estudiantes son la manera dominante de atender a la evaluación
de la docencia, al igual que se hace en la mayor parte de universidades
de otros países.
En el perfil de los encargados de la evaluación docente, hay un
predominio de formación disciplinaria correspondiente a la formación
de pertenencia. En las facultades de la UNAM los puestos generalmente
están vinculados con las direcciones académicas de los
establecimientos, mientras que en otras universidades existen departamentos
específicos para el área de evaluación. Un poco
más de la mitad de los entrevistados cuentan con una experiencia
laboral vinculada a la evaluación de uno a dos años y los
restantes entre dos y cinco años. En la UNAM como en otras universidades
la capacitación sobre la conducción de procesos de evaluación
se ha dado de manera informal o a través de los conocimientos
estadísticos adquiridos en los programas de posgrado vinculados
con sus carreras profesionales. Las funciones asignadas, por lo general
están referidas a coordinar aspectos parciales o totales de la
evaluación.
En los cuestionarios prevalecen las dimensiones relativas a la planeación,
el desarrollo y la cobertura del programa, así como a las formas
de evaluación de los aprendizajes. En menor medida, se consideran
dimensiones sobre el dominio de la asignatura, manejo de técnicas
didácticas, estilo de interacción profesor-alumno, la asistencia
y puntualidad. Cabe señalar que en algunos cuestionarios se plantean
dimensiones referentes a la actualización docente, la calidad
del trabajo académico y el impacto del papel del profesor en la
formación del alumno. En este sentido, el número de preguntas
para evaluar al profesor parece ser un aspecto importante a sopesar en
el momento de elaborar un cuestionario, ya que el número de items
empleados puede estar significando la posibilidad de recoger la opinión
de los estudiantes sobre una variedad de dimensiones involucradas en
el quehacer docente; por el contrario un número pequeño,
en principio solamente estaría planteando una apreciación
muy general sobre lo ocurrido y básicamente referida al grado
de satisfacción del usuario del servicio.
Específicamente en la UAEH además del cuestionario de opinión
de los estudiantes, se aplican cuestionarios dirigidos a la autoevaluación,
a los pares académicos y a los superiores. Por su parte, en la
UAEM se aplican tanto el cuestionario de opinión de los alumnos
como una autoevaluación. Únicamente en la UABC y en la
UAEM se aplican cuestionarios distintos en función del nivel educativo,
por lo general prevalece el cuestionario único para todas las áreas
disciplinarias y niveles escolares. En algunos casos se reportó un
rechazo inicial de los maestros a los cuestionarios de evaluación,
aunque finalmente por el acceso que les proporcionan a los programas
de compensación salarial terminan siendo aceptados.
En la mayoría de las universidades destaca la escasa participación
de los docentes en la elaboración de los instrumentos de evaluación.
Particularmente, en la UABC y en la UAQ se retomó la experiencia
de algunos docentes para integrar la versión final del cuestionario.
Actualmente, la mayor parte de las universidades cuentan con sus propios
instrumentos, aunque algunos de ellos no están elaborados siguiendo
las normas requeridas a todo instrumento de medición. Es importante
mencionar que en algunos casos de las universidades analizadas se acude
a especialistas para la integración del instrumento.
Para la elaboración de los intrumentos, se observa tanto la experiencia
formal de los responsables lograda en su trayectoria profesional, como
una experiencia informal, resultado de la participación del personal
en otros proyectos que requerían el diseño de instrumentos
de investigación.
Con relación a la aplicación de una metodología
sistemática se reporta un seguimiento formal de la misma cada
vez más presente, desarrollando etapas de prueba, correcciones,
piloteo y validación entre otras acciones. El cuidado metodológico
del uso de instrumentos de evaluación ausente en algunas experiencias
de evaluación, parece estar más asociado con la importancia
reconocida y sentido otorgado a los procesos de evaluación que
a la cercanía disciplinaria del contexto en el que se aplica.
En función de sus necesidades e infraestructura, las universidades
aplican el instrumento a su población total o a muestras representativas.
Se mantiene la tendencia a preferir evaluar al final del semestre escolar.
Definitivamente el momento de la aplicación y el número
de veces que se realiza, podrá facilitar que la evaluación
pueda ser empleada para monitorear el proceso de la interacción
en el salón de clase.
En algunas universidades, las instancias encargadas de la operación
del proceso de evaluación dan a conocer los resultados a directivos
y docentes. En otras se presentan los resultados a toda la comunidad
escolar. En el caso de la UAEH, las instancias van desde el Rector, Secretaría
Académica, Directores, la Dirección de Superación
Académica, Estímulos, PROMEP, Coordinadores y docentes.
En cuanto al procesamiento de los datos se recurre en mayor medida a
paquetes estadísticos con un tratamiento de tipo descriptivo.
Conclusiones generales
La impresión general obtenida con las experiencias analizadas
es que en las universidades se cuenta con poca experiencia en la evaluación
de la docencia, esto por las características del personal encargado
de esta labor y por las instancias que generalmente promueven el proceso.
El punto más crítico es el empleo de la evaluación
como recurso para el acceso a compensaciones salariales y su descuido
como instrumento que puede contribuir al mejoramiento de la actividad;
en ese sentido se observa poca vinculación del ejercicio de la
evaluación con otras actividades con las que debería estar
naturalmente unido como la formación permanente.
La ubicación institucional de las instancias o encargados de conducir
los procesos de evaluación de la docencia, revela el origen de
la iniciativa y el sentido de la actividad de evaluación, dominado
por una preocupación de “control” administrativo.
En este sentido, sería conveniente diversificar los usos de la
evaluación, hasta ahora preferentemente orientada hacia los requerimientos
de la administración y/o cuerpos directivos y en función
de los programas de compensación salarial.
La caracterización del personal encargado de coordinar dicha actividad
sugiere la necesidad de contar con programas de formación especializada,
que puedan asegurar la continuidad de la actividad y de diseñar
acciones complementarias que aseguren la vinculación de la evaluación
con el mejoramiento de la docencia.
Un problema detectado al realizar la revisión de los antecedentes
de la evaluación de la docencia es la necesidad de sistematizar
en cada universidad la memoria de lo realizado para que sea un buen punto
de partida para mejorar o poner en marcha un sistema de evaluación.
Asimismo, el señalamiento de la presencia mayoritaria de instancias
académico-administrativas como las promotoras de estos intentos
de evaluación docente, refuerzan la idea de una visión
más preocupada por el control de la actividad que por su mejora;
esta idea se fortalece con la endeble presencia de una actividad constante
para perfeccionar los propios instrumentos empleados.
Otro aspecto importante a comentar es que para el mejoramiento de los
instrumentos de evaluación de la actividad docente es necesario
aclarar los aspectos que se desean evaluar, así como las diversas
formas a través de las cuales dicha evaluación puede realizarse;
contrasta que en el discurso aparece una preocupación por mejorar
la actividad pero en la práctica no se muestran acciones coherentes
en esta dirección, por ejemplo hay descuido en presentar a los
maestros los resultados de los cuestionarios aplicados a sus estudiantes
o no se diseñan acciones correctivas para los casos negativos.
Aunado a esto, se encuentra también la relevancia de promover
un análisis en el seguimiento y estandarización de las
respuestas de los instrumentos empleados con miras a generar modelos
universales que puedan ser adaptados a los diferentes contextos académicos.
En cuanto las prácticas de evaluación en las universidades
están presentes tanto intentos institucionales generales, es decir
dirigidos a todas las instancias universitarias, así como testimonios
de prácticas autónomas de parte de las escuelas y facultades;
está por demás decir que deberán conjuntarse esfuerzos
para coincidir en la clarificación de los propósitos, los
medios y recursos que se empleen para lograr un sistema de evaluación
institucional que al mismo tiempo responda tanto a su filosofía
como a las particularidades de cada comunidad académica.
El panorama analizado, puede interpretarse como una evidencia más
del impacto de las políticas generales de evaluación del
desempeño individual de los académicos en las universidades,
asociado a programas compensatorios del salario de los académicos
que será necesario estudiar con mayor detalle para valorar sus
efectos.
La percepción de resistencia o no aceptación de los académicos
hacia la evaluación de la actividad docente, habla de la conveniencia
de contar con la participación del personal académico para
garantizar sistemas de evaluación más dirigidos al perfeccionamiento
de la actividad; de igual manera esta situación advierte del “factor
tiempo”, necesario para incorporar una iniciativa en el conjunto
de prácticas académicas de la institución en el
sentido de promover una cultura en evaluación.
Se considera conveniente que un sistema de evaluación deba ser
diseñado y puesto en marcha por personal capacitado, concensado
y ampliamente explicado a los agentes involucrados. Debe reconocerse
la importancia de la continuidad del mismo y garantizar el análisis
de confiabilidad del instrumento, para ir ganando la confianza necesaria
para lograr su permanencia.
Por otra parte, los programas de compensación salarial han sido
un detonador muy importante para la construcción y puesta en marcha
de los sistemas de evaluación; no obstante hay que advertir el
gran riesgo de caer en prácticas de simulación al incluir
el factor económico, de hecho en la literatura especializada se
constata el consenso de evitar la asociación de estos elementos.
Los cuestionarios de opinión sin duda constituyen la respuesta
que las universidades han considerado para evaluar la docencia, en gran
medida por el respaldo que esta opción tiene a nivel de investigación
y por las posibilidades prácticas de aplicación a un gran
número de profesores; sin embargo no habrá que olvidar
que también los cuestionarios han sido objeto de críticas
fundadas, sobre todo como un instrumento con el que se pretende cubrir
todos los ángulos de una actividad tan compleja como lo es la
docencia. Es necesario recordar que todo instrumento de evaluación
tiene sus límites y que por lo tanto hay que tomar actitud crítica
frente a su uso, al mismo tiempo que alentamos la búsqueda de
otras formas de evaluación que efectivamente conduzcan a mejores
prácticas de enseñanza y aprendizaje.
La evaluación de la docencia seguirá siendo un tema de
sumo interés en la discusión de la enseñanza en
la universidad del futuro, esperemos que las experiencias de evaluación
marquen la pauta para construir una enseñanza de calidad que satisfaga
tanto a los profesores como a los estudiantes.
Referencias
ARDOINO, J. (2000). “Consideraciones teóricas sobre la
evaluación en educación”, en M. Rueda y F. Díaz-Barriga
(Comps). Evaluación de la docencia. Perspectivas actuales, México,
Paidós Educador.
Gilio, M. C. (2000). “Educación Superior y Evaluación:
El caso de la Universidad Autónoma de Querétaro”,
en M. Rueda, F. Díaz-Barriga y M. Díaz, Evaluar para comprender
y mejorar la docencia en la educación superior, México,
Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional Autónoma
de México y Universidad Autónoma Benito Juárez de
Oaxaca.
Díaz, P. M. (2000). “La evaluación de la docencia
vista desde un proceso amplio de reflexión institucional”,
en M. Rueda, F. Díaz-Barriga y M. Díaz, Evaluar para comprender
y mejorar la docencia en la educación superior, México,
UAM/UNAM/UABJO.
Luna S., E. (2002). La participación de docentes y estudiantes
en la evaluación de la docencia, México, Universidad Autónoma
de Baja California, Plaza y Valdés.
Rueda, M. (2002). “La evaluación de la docencia en la UNAM”,
Educación 2001, 85.
PIES
1 Agradecemos la participación de la Dra. Edna Luna Serrano, Dra.
Patricia Bezie Cruz, Mtra. Elisa Lugo Villaseñor y su grupo de
colaboradores por la información proporcionada. «volver«
José María García
Garduño
Los Pros y los Contras del
Empleo de los Cuestionarios para evaluar al Docente
Edna Luna Serrano
Maria Consuelo Vañlle
Espinoza
Guadalupe Tinajero Villavicencio
Evaluación de
la Docencia: Paradojas de un Proceso Institucional
María Isabel Arbesú García
Javier Loredo Enríquez
Miguel Monroy Farías
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