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Edna Luna Serrano
Universidad Autónoma de Baja California
[email protected]
Maria Consuelo Vañlle
Espinoza
Guadalupe Tinajero Villavicencio
Evaluación de la docencia: paradojas
de un proceso institucional
Resumen
La importancia de la evaluación estriba en el mejoramiento del desempeño
docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno. Se presenta
el caso de la instrumentación, con sus características y
problemas que enfrentó la evaluación docente en la Universidad
Autónoma de Baja California con base en la opinión de sus
alumnos a través de los Cuestionarios de Evaluación Docente
Palabras clave: Evaluación, docentes,
alumnos, CEDA.
Abstract
The relevance of evaluation is found in the improvement
of teaching in the teaching-learning process of the student. The implementation
case
at the Universidad Autónoma de Baja California is presented, with
the characteristics and problems encountered when teachers were evaluated
based on student opinion through Teaching Evaluation Questionnaires (CEDAs).
Key words: Evaluation, teachers, students, CEDA.
La evaluación de la docencia universitaria se reconoce como una
actividad compleja, entre otras razones, debido a que múltiples
factores inciden en el proceso enseñanza-aprendizaje. Su relevancia
estriba en la posibilidad de mejorar el desempeño de los docentes
para la formación profesional de los estudiantes. Dos de los elementos
que se aprecian como indispensables para quienes realizan la evaluación
son la capacidad técnica, y la autoridad y legitimidad académica.
De ahí la importancia de contar con experiencias sistemáticas
de evaluación que respondan a las necesidades específicas
de las universidades en México. El presente trabajo se propone
analizar el proceso de instrumentación del sistema de evaluación
de la docencia con base en la opinión de los alumnos llevado a
cabo en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), con
el propósito de dar cuenta de los principales logros, dificultades
y retos que se enfrentan al desarrollar un sistema confiable, válido
y útil para mejorar las prácticas docentes en la universidad.
Antecedentes
A partir de 1990 se concretaron diversas acciones
de evaluación
institucional; la que atañe a los docentes es el Programa de Estímulos
al Desempeño Académico. Con su aplicación se apoyó de
manera directa la política de deshomologación salarial,
dirigida a incrementar la remuneración del personal académico
al margen del salario tabular base. Con la implantación de los
programas de compensación salarial se institucionaliza un reto
de siempre, la evaluación de la docencia.
En México se acepta el uso generalizado de los cuestionarios de
evaluación de la docencia por los alumnos en las instituciones
de educación superior (IES); sin embargo, la investigación
sobre el tema se considera incipiente (García, 2000). Son pocos
los trabajos que dan cuenta del proceso de construcción de los
cuestionarios, lo que permitiría conocer sobre su pertinencia,
y mucho menos se conocen las características del sistema que los
administra en términos de la confiabilidad de los procedimientos
para recolectar información y el uso de los resultados.
Por décadas, la discusión se ha centrado en la confiabilidad
y validez de los puntajes de opinión de los estudiantes como una
medida de la efectividad docente; por un lado se puede decir que son
confiables, estables y relativamente válidos (Marsh y Dunkin,
1997). Sin embargo, en los últimos años se han hecho investigaciones
sobre los procedimientos de aplicación, interpretación
y utilización de los resultados; con ello se ha demostrado que
un procedimiento incorrecto puede invalidarlos (v. gr. Theall y Franklin,
1990). Así, aspectos básicos del tema, como la definición
de los propósitos de la evaluación, las estrategias de
aplicación de los cuestionarios y el uso de los resultados han
cobrado relevancia en la discusión actual.
La literatura señala que el sistema que administra los cuestionarios,
en principio, debe determinar y hacer explícitos los propósitos
de la evaluación. Es fundamental precisar qué tipo de información
se va a obtener y qué se va a hacer con ella. Al mismo tiempo,
se requiere tener claridad sobre las necesidades de los docentes, los
estudiantes y administrativos, en muchos de los casos contradictorias,
por lo que es importante que se equilibren de manera justa y pertinente
los intereses de los tres actores. Los procedimientos administrativos
de acopio de la información deben incorporar los controles necesarios
para asegurar que la información generada sea confiable y válida.
Existen pruebas de que los puntajes se modifican si se contestan dentro
o fuera del salón de clases, si el maestro permanece en el salón,
si explica la importancia de la evaluación para su promoción
o permanencia en la institución (Centra, 1976; Marsh, Overall
y Kesler, 1979). En el procesamiento de la información, uno de
los aspectos más importantes es el anonimato de los evaluadores
ya que los estudiantes deben tener confianza en que los puntajes no afectarán
su relación con el instructor (Arreola, Lawrence y Alemoni, 1990).
Un uso inadecuado de los resultados puede provenir de las necesidades
institucionales que responden a políticas poco claras. En muchas
universidades se ha promovido la práctica generalizada de efectuar
evaluaciones con fines de control o compensación salarial y de
retroalimentación al mismo tiempo. La literatura señala
las inconveniencias de este proceder; muestra el conflicto que tienen
los maestros en discutir aspectos de su quehacer docente en una situación
de evaluación administrativa (Centra, 1993). La dificultad en
obtener información relevante para mejorar la enseñanza
con instrumentos de uso administrativo, dado que para perfeccionar la
docencia se requiere de información a nivel micro del proceder
docente, mientras que para la toma de decisiones administrativas a nivel
macro. En este sentido, al plantear la evaluación de manera inseparable
al control, se confunden funciones completamente heterogéneas
que no pueden realizarse de manera simultánea con un mismo procedimiento,
dado que responden a situaciones paradigmáticas y epistemológicas
distintas (Ardoino, 2000).
En la implantación del sistema que administra los cuestionarios
se precisa considerar una serie de elementos prácticos. La oportunidad
y frecuencia de la evaluación significa acordar los momentos para
llevar a cabo la aplicación de los cuestionarios; la decisión
respecto a la etapa del semestre (al inicio, a la mitad, al final) en
la cual aplicar el cuestionario y el número de veces depende de
los propósitos de la evaluación y de las necesidades de
los docentes. El tamaño del grupo es un factor determinante para
la confiabilidad de los resultados, por lo tanto, es fundamental clarificar
las acciones a seguir cuando los grupos tienen tamaños muy variables;
los casos extremos son los grupos menores a diez estudiantes, porque
el coeficiente de confiabilidad resulta muy por abajo de lo considerado útil
(Centra, 1973).
La confidencialidad de los puntajes es abordada a la luz de los intereses
de los docentes y de los estudiantes. A los docentes, el sistema debe
asegurar información detallada y disponible sólo para el
profesor preocupado por el diagnóstico y retroalimentación
de su desempeño. Los alumnos deben sentir plena confianza en que
su relación con el profesor no se verá afectada por las
opiniones que ellos emiten. En este orden de ideas, la confianza en el
uso adecuado de los resultados es una característica fundamental
del sistema (Theall y Franklin, 1990).
Contexto inmediato: el caso de la UABC
La Universidad Autónoma de Baja California (UABC), en la actualidad
ofrece 65 programas de licenciatura y 49 de posgrado (tres de doctorado,
26 de maestría y 20 de especialidad) distribuidos en las diferentes áreas
del conocimiento. La evaluación de la enseñanza en licenciatura,
a partir de la opinión de los estudiantes, inició de manera
sistemática en 1988 con el propósito de identificar las áreas
del quehacer docente que requerían preparación pedagógica;
con la información recabada se pretendía orientar los programas
de formación docente. La instancia responsable del diseño
del cuestionario de evaluación de la docencia por los alumnos
y del programa para procesar la información fue la Dirección
General de Asuntos Académicos (DGAA); la aplicación y análisis
de los cuestionarios estuvo a cargo de las unidades académicas.
En esta etapa se delegó en cada escuela o facultad la responsabilidad
de analizar los puntajes; asimismo, el uso de los resultados se dejó a
discreción de los directivos de las unidades académicas.
Se esperaba que los directivos de cada unidad académica reportaran
a la DGAA los aspectos con menor puntación sobre los cuales requerían
que se ofertaran cursos de formación docente. Sin embargo, gran
parte del trabajo en los primeros años estuvo dirigido a introducir
en la cultura de evaluación a directivos, académicos y
estudiantes; en este sentido,
convencer a los involucrados de los beneficios de la evaluación1.
Un cambio que desvió la intención original de la evaluación
de la docencia en licenciatura fue la introducción, a partir de
1990, de los programas de compensación salarial en la UABC, donde
se estipuló como uno de los indicadores de evaluación el
puntaje de los estudiantes; no obstante, su incorporación no fue
posible debido a la insuficiencia de información. Los puntajes
otorgados por los estudiantes se integraron como uno de los rubros que
componen el programa de estímulo en 1994, y sólo para aquellos
docentes que contaban con sus reportes de evaluación semestral.
A partir de ese año se computarizó la captura de los puntajes
y se delegó en la DGAA la responsabilidad de procesar la información
y elaborar un reporte semestral de cada maestro. A partir de esta fecha,
los reportes se destinan por un lado, a cada unidad académica
para conocimiento de los docentes y directivos, y por otro, a la Secretaría
General para ser integrados en el expediente del programa de estímulos
de cada profesor2. De esta manera, las unidades académicas continúan
con la responsabilidad de aplicar los cuestionarios y capturar la información,
y una dependencia central tomó el control del manejo de la información
para asegurar, de alguna manera, que la institución cuente con
los reportes necesarios que demanda el programa de estímulos al
desempeño académico.
La aplicación de los cuestionarios se automatizó a partir
del año 2000, como una medida para mejorar la administración
del sistema; la DGAA gira instrucciones a las unidades académicas
para que los estudiantes de licenciatura acudan en un periodo establecido
(hacia el final del semestre) a contestar el cuestionario a un centro
de cómputo. Si bien el sistema computarizado ofrece una mayor
confianza tanto a los docentes como a los estudiantes en el manejo de
la información, también impuso el reto de lograr que los
usuarios asistan en el periodo estipulado a contestar el cuestionario;
hasta la fecha, el lapso de tiempo se ha ampliado de un mes a tres meses,
como una medida para lograr un mayor número de respuesta por parte
de los estudiantes. Un dato que ilustra el nivel de participación
es el primer semestre del 2002, en el cual 17,035 alumnos (73% de la
población de licenciatura) evaluaron a sus profesores.
Este trabajo parte de la convicción de la importancia de hacer
partícipes a los actores principales de la evaluación de
la docencia, los docentes, en el proceso de construcción de los
cuestionarios para su evaluación. La metodología seguida
replica la estrategia desarrollada para el diseño de cuestionarios
para posgrado (Luna y Rueda, 2001).
Propósito
El propósito de investigación fue la construcción
de instrumentos de evaluación docente para el nivel de licenciatura
que contemplen: a) las recomendaciones hechas por los docentes; b) la
especificidad de cada área de conocimiento. Así como, determinar
la jerarquía de las dimensiones de evaluación con base
en la opinión de los docentes.
Metodología
El diseño del trabajo corresponde a un estudio de caso y se abordó desde
la perspectiva de los métodos combinados la cual sostiene que,
tanto la investigación cualitativa como cuantitativa, se refuerzan
si se trabajan como complementarias (Brymann, 1984). Se desarrolló en
dos etapas: en la primera se elaboró un cuestionario base que
se propuso a la consideración de los profesores, propiciando su
participación; en la segunda, se reconstruyó el cuestionario
al incorporar las principales sugerencias de los docentes y se determinó la
jerarquía de las dimensiones de evaluación para la muestra
en general y por áreas de conocimiento.
El estudio se llevó a cabo con una muestra representativa por
bloques aleatorios de la población de docentes de las licenciaturas
de la UABC. Para ubicar el universo objeto de estudio se identificó a
los maestros de carrera que tienen horas asignadas frente a grupo, descartando
a los profesores que gozan de alguna licencia, año sabático,
formación docente; para los profesores de asignatura, el criterio
de selección fue que impartieran un mínimo de 10 horas
clase. La información corresponde al primer periodo semestral
del año 2001. En la muestra se distinguieron los siguientes factores: área
de conocimiento y tipo de nombramiento. Se encuestó a 263 docentes,
18 % de la población total, 147 de carrera (22 %) y 116 de asignatura
(15 %); la Tabla 1 muestra la distribución de las submuestras.
Tabla 1
Población de docentes de carrera y de asignatura,
así como número y porcentaje de encuestados
En la primera etapa se diseñó el cuestionario “Evaluación
de la docencia: teoría” de acuerdo con las dimensiones y
reactivos que tanto la literatura anglosajona como hispana marcan como
relevantes (Landshere, 1980; Shatz y Best, 1986; Tejedor, 1990; Centra,
1993; Feldman, 1997; Luna y Rueda, 2001; Rueda, 2001). Las dimensiones
que incluye son: a) estructuración de objetivos y contenidos;
b) claridad en la instrucción; c) organización de la clase;
d) dominio de la asignatura; e) estrategias de instrucción; f)
cualidades de interacción; g) evaluación del aprendizaje
y h) aspectos formales del cumplimiento docente. Para determinar su contenido
se consideraron las sugerencias hechas por la Dirección General
de Asuntos Académicos (DGAA), dada su experiencia en este tipo
de evaluación. Asimismo, se consultó a los estudiantes
mediante un estudio piloto para evaluar la claridad del cuestionario.
La segunda etapa consistió en proporcionar a los docentes el cuestionario
diseñado para que señalaran los comentarios y sugerencias
a cada reactivo y dimensión de evaluación y de esta manera
dar respuesta a las preguntas de investigación: 1) cuáles
aspectos incluir en el cuestionario y 2) cuáles se deben excluir.
Asimismo, se incluyó un cuadro de ponderación de las dimensiones
y se les solicitó que, con base en su experiencia, asignaran el
nivel de importancia a cada una de las dimensiones que cubre la actividad
docente. El cuestionario se reconstruyó incorporando las sugerencias
de mayor frecuencia de los docentes. Por último, se puso a disposición
de los profesores el cuestionario reconstruido para su valoración.
El cuestionario se aplicó en dos modalidades; primero, en línea,
dando un mes a partir de la fecha de envío para recuperar los
cuestionarios; en las áreas donde no se cumplió con el
número especificado en las submuestras se procedió a hacer
la aplicación de manera presencial. En ambas modalidades el procedimiento
general fue: a) solicitar la revisión de cada reactivo y escribir
al calce su aceptación o rechazo así como sus comentarios
y sugerencias, especificando los aspectos no evaluados que consideren
importante incluir, y b) contestar el formato diseñado para asignar
un nivel jerárquico a las dimensiones que componen el cuestionario.
Resultados
El análisis cualitativo de las respuestas a los cuestionarios
se basó en técnicas de análisis de contenido, la
codificación se derivó de las cláusulas textuales
que responden a las preguntas de investigación (qué incluir
y qué excluir del cuestionario de evaluación de la docencia
con base en la opinión de los alumnos), de acuerdo con las siguientes
reglas: 1) exhaustividad, todos los elementos relevantes de la muestra
deben quedar incluidos en las categorías y 2) exclusividad mutua,
el contenido no puede ser ubicado en más de un lugar; y 3) generalidad
y especificidad, las categorías generales se relacionaron con
las dimensiones y las específicas con los reactivos.
La información se reunió en una base de datos con el fin
de clasificarla de acuerdo con el área de conocimiento del profesor,
categoría administrativa (de carrera o asignatura) y tipo de respuesta,
de aceptación o rechazo, para cada reactivo y dimensión.
Se elaboró una tabla por reactivo y dimensión que reúne
las cláusulas textuales a partir de las cuales se derivaron las
categorías de sugerencias, y se computó su frecuencia.
La mayor frecuencia de las respuestas de los docentes se concentraron
en aceptar los reactivos y las dimensiones, ya sea sin comentarios o
explicitando las razones de su acuerdo. El análisis que a continuación
se describe se basa en los comentarios de aceptación condicional
y rechazo a los reactivos. Las categorías de sugerencias que se
identificaron fueron: 1) cuestionar el lenguaje del reactivo, agrupa
todos los comentarios que discuten los términos utilizados, y
en algunas ocasiones señalan de manera precisa las palabras a
modificar, así como las razones; 2) cuestionar el contenido implícito
del reactivo, reúne las sugerencias de eliminar los términos
que asumen una actitud pasiva de parte de los estudiantes; y 3) cuestionar
la evaluación, incluye los comentarios que descalifican a los
alumnos como evaluadores, así como los que desaprueban la inclusión
de aspectos que a juicio de los profesores no dependen de ellos.
En la categoría “cuestionar el lenguaje del reactivo”,
los docentes discutieron la pertinencia de incluir expresiones con significados
precisos, que no se presten a confusión, como en los siguientes
casos: “¿los contenidos del curso fueron congruentes con
los objetivos?”; “¿utilizó recursos didácticos
para facilitar la comprensión de los temas?”; “¿presentó los
fundamentos teóricos y metodológicos de los contenidos
desarrollados en clase?”; se solicitó aclarar el significado
de congruencia y recursos didácticos, así como dar ejemplos.
En “¿la bibliografía utilizada fue adecuada para
cubrir los temas del curso?”, se sugirió sustituir bibliografía
por fuentes de información para incluir a las nuevas tecnologías.
Estos comentarios provienen de los docentes de los programas de las diferentes áreas
del conocimiento estudiadas, con una frecuencia que oscila por área
entre 2 y 10.
En general, en la categoría “cuestionar el contenido implícito
del reactivo”, los profesores señalaron cuidar no incluir
vocablos que promuevan un comportamiento pasivo de parte de los estudiantes.
Incluye a los reactivos: “¿explicó con claridad los
temas?”; “¿resolvió las dudas y problemas planteados
en clase?”; y “¿ayudó a los estudiantes dentro
de clase?”; las argumentaciones según el caso fueron: no
siempre el profesor es quien expone el tema y no promover una pedagogía
centrada en la enseñanza, en la transmisión del conocimiento.
Asimismo puntualizaron que ayudar no es resolver, es orientar al estudiante
para que él construya las soluciones. Las sugerencias proceden
de los maestros de los diversos programas estudiados, con una frecuencia
que oscila entre 2 y 7 por área.
En la categoría “cuestionar la evaluación”,
los docentes por un lado, desacreditaron a los estudiantes como evaluadores
en los reactivos: “¿los tiempos asignados a los temas fueron
adecuados?” donde argumentaron que el alumno no conoce lo extenso
de cada tema ni lo que es suficiente para los propósitos de un
curso, y en “¿los contenidos presentados en clase estuvieron
secuenciados de manera lógica?” señalaron sus dudas
en relación con la preparación del alumno para evaluar
ese aspecto; estas opiniones proceden de los maestros de las diferentes áreas
con un rango de frecuencia que fluctúa entre 3 y 13. Por otro
lado, los maestros discutieron los reactivos que evalúan elementos
que a su juicio no atañen a la materia, tal es el caso de: “¿tomó en
cuenta los conocimientos previos de los estudiantes al inicio de cada
tema” donde los argumentos fueron que los huecos en el conocimiento
previo no son responsabilidad directa del docente y no dependen de la
asignatura, dado que cada profesor debe cumplir un programa, este comentario
lo realizaron los profesores de todas las áreas con un rango de
frecuencias de 2 a 15 comentarios.
El cuestionario base se modificó de acuerdo con los siguientes
criterios: a) se revisaron los reactivos con frecuencia de sugerencias
entre dos y cuatro, sin necesariamente realizar cambios en los mismos;
y b) se atendieron las observaciones con frecuencia de cinco o más
en función del área de procedencia. De esta manera, se
realizaron las siguientes modificaciones al cuestionario original: se
modificó la redacción de algunos reactivos con el propósito
de hacerlos más precisos; se eliminaron los términos que
de manera implícita promueven un comportamiento pasivo de parte
de los estudiantes en el proceso de aprendizaje y se sustituyeron con
el fin de propiciar un papel activo en la regulación de su instrucción;
asimismo, se suprimió el reactivo que valora el tiempo dedicado
a cada tema por considerarlo que no procedía su evaluación
por parte de los alumnos; por
lleven a postular valoraciones específicas. El cuestionario modificado
de acuerdo con las sugerencias de los docentes se presenta a continuación.
Cuestionario de evaluación de la docencia: teoría
El (la) maestro (a):
1. ¿Entregó a los estudiantes el programa del curso al
inicio del mismo? Si ( ) No( )
2. ¿Asistió con regularidad a sus clases? Si ( ) No( )
3. ¿Explicó los requisitos para aprobar el curso al inicio
del mismo? Si ( ) No( )
Escala de calificación para el siguiente conjunto de preguntas
1. Nunca 2. Algunas veces 3. Casi siempre 4. Siempre
4. ¿Los contenidos del curso apoyaron
el logro de los objetivos?
5. ¿Las fuentes de información (por ejemplo: bibliografía,
sitios en red) fueron adecuadas para cubrir los temas del curso?
6. ¿Explicó con claridad cuáles son los aspectos
importantes del curso?
7. ¿Los temas fueron tratados de manera clara?
8. ¿Los materiales de apoyo (por ejemplo: diapositivas, diagramas,
programas) utilizados para facilitar la comprensión de los temas
fueron adecuados?
9. ¿Las tareas y actividades desarrolladas facilitaron el aprendizaje
de los temas?
10. ¿Se trataron los principios teóricos o metodológicos
de los contenidos desarrollados en clase?
11. ¿Ayudó a resolver las dudas y problemas planteados
en clase?
12. ¿Relacionó el contenido de la materia con otras materias?
13. ¿Mostró dominio de la materia?
14. ¿Los contenidos trabajados en clase estuvieron secuenciados
de manera lógica?
15. ¿Tomó en cuenta los conocimientos previos de los estudiantes
al inicio de cada tema?
16. ¿Utilizó ejemplos para definir algún concepto
o principio general?
17. ¿Indicó algunas aplicaciones de los conocimientos para
el trabajo profesional?
18. ¿Escuchó los puntos de vista de los alumnos?
19. ¿Motivó a los alumnos para ser responsables de su proceso
de aprendizaje?
20. ¿La evaluación fue acorde con los contenidos trabajados
en el curso?
Con base en una escala en la que 1 es la calificación más
baja y 10 la más alta, califique:
21. |
Evaluación global del desempeño
del profesor (a) |
1 |
2 |
3 |
4 |
5 |
6 |
7 |
8 |
9 |
10 |
22. |
Evaluación de mi desempeño
como estudiante en esta materia |
1 |
2 |
3 |
4 |
5 |
6 |
7 |
8 |
9 |
10 |
El análisis cuantitativo se realizó con el propósito
de determinar la jerarquía de las dimensiones de evaluación
del trabajo académico y las tendencias de opinión de los
docentes de los diversos programas agrupados por área de conocimiento.
Los cálculos se realizaron mediante técnicas de análisis
de conglomerados. La información se derivó del cuadro de
ponderación y el procedimiento seguido consistió en: a)
elaborar matrices de frecuencia de orden 8 jerarquías por 8 dimensiones
por área de conocimiento y para la muestra total, con el propósito
de determinar el número de opiniones en la jerarquía de
cada dimensión; b) normalizar las matrices de frecuencia al dividir
los componentes de cada matriz entre el número de individuos encuestados.
Los resultados permitieron identificar la jerarquía de las dimensiones
por área y para la muestra al reconocer el número máximo
de votación de cada dimensión respecto a las jerarquías;
de esta manera, se identificó a dominio del contenido como la
dimensión más importante y como las de menor importancia
a estrategias de instrucción, cualidades de interacción
y evaluación del aprendizaje tanto en la jerarquización
general como en las particulares por área (Tabla 2); c) construir
matrices de diferencia al tomar el valor absoluto de los componentes
de la matriz de frecuencia normalizada por área de conocimiento
menos los componentes de la matriz de frecuencia normalizada de la opinión
general; la suma de todos los componentes de estas matrices de diferencia
permitió determinar la similitud de opinión de los profesores
de una área respecto a la muestra total (Gráfica); de esta
manera se identificaron las tendencias de opinión entre los docentes
de los programas por áreas de conocimiento, encontrando que los
profesores de Ciencias Sociales y Administrativas son los que más
difieren con relación a las opiniones del total de la muestra.
Tabla 2
Jerarquización de la dimensiones de evaluación
para la muestra general y por área de conocimiento
Gráfica
Diferencias de opinión de los profesores por
área de conocimiento respescto al total de la muestra
Discusión y conclusiones
Al analizar la historia de las prácticas de evaluación
de la docencia por los alumnos en la UABC es posible dar cuenta de los
logros, las dificultades, así como de los retos que se tienen
al implantar un sistema de evaluación. La reconstrucción
del proceso de implantación del sistema de evaluación de
la docencia por los alumnos en la UABC hace evidente que introducir en
la cultura de la evaluación a una comunidad académica es
un trabajo a largo plazo, sujeto a factores de orden político
y económico. La evaluación de la docencia en licenciatura
inició con el propósito de mejorar la enseñanza;
sin embargo, posteriormente, se introdujo como un indicador importante
en los programas de compensación salarial en porcentaje, uno de
los efectos positivos de este hecho es el haber fomentado la sistematización
del proceso de evaluación. Más de 17,000 estudiantes (73%
de la población de la población total de la UABC) evaluaron
a sus maestros en el primer periodo del semestre 2002, dado que se convirtió en
una demanda institucional el solicitar reportes regulares sobre los resultados
de la evaluación. Esto hizo necesario hacer eficiente el proceso
de captura y procesamiento de la información, lo cual se ha logrado
a través de la automatización del sistema. Por otro lado,
la asociación de la evaluación de la docencia por los alumnos
a los programas de estímulo académico ha ocasionado una
gran discrepancia entre el discurso de las autoridades y lo que pasa
en la práctica. En el discurso se maneja un doble propósito,
por un lado, el de retroalimentar al docente para mejorar la enseñanza,
y por otro, el de control administrativo vía el programa de estímulos;
sin embargo, en los hechos, el principal uso de los resultados es el
de control, dado que no se cuenta con los mecanismos de retroalimentación,
ni con las estrategias de ayuda que posibiliten a los docentes transformar
su quehacer de enseñanza a partir de la información que
proporcionan los puntajes. Cabe tener presente el hecho documentado de
que la mejora en la enseñanza es mínima cuando se reduce
la retroalimentación a sólo entregar los resultados de
los puntajes. En este sentido, uno de los grandes desafíos de
la institución es el de instrumentar las condiciones necesarias
para el uso de los resultados con el propósito de mejorar las
actividades de docencia. Para ello, es necesario conceptualizar la evaluación
de la docencia como una actividad compleja que involucra: aspectos instrumentales
relacionados con los métodos y técnicas de evaluación,
componentes políticos que inducen un conjunto de acciones, así como
estrategias de análisis de los resultados de la evaluación.
En este sentido, analizar los hechos de la evaluación como prácticas
sociales, que no se reducen a los elementos puramente técnicos
o sociales, sino que representan la posibilidad de un proceso de transformación
del cual forman parte agentes sociales concretos que mantienen entre
sí relaciones específicas, cuyo producto debería
de orientar el mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
En relación con el sistema que administra los cuestionarios, la
literatura recomienda resolver situaciones elementales relacionadas con
la confiabilidad y validez de los resultados, entre ellas destacan: tomar
en consideración el tamaño del grupo, los puntajes obtenidos
en grupos pequeños (menos de diez) son poco confiables; si se
van a realizar comparaciones, estas deben realizarse entre los profesores
que comparten características similares, agruparlos por disciplina
o materia, ya que se sabe que los estudiantes otorgan puntajes diferenciales
en función del área de conocimiento. En este sentido, uno
de los retos de la institución es que el sistema cuente con los
mecanismos necesarios para asegurar resultados equitativos, pertinentes
y útiles para los actores principales de los procesos de enseñanza
y aprendizaje, los docentes y los estudiantes.
Los maestros postularon propiciar un papel más activo y responsable
por parte de los estudiantes en su proceso de formación, en este
sentido, la teoría implícita en el cuestionario se orientó hacia
la aproximación constructivista del aprendizaje; asimismo, se
incorporó el uso de las nuevas tecnologías, lo cual puede
fomentar una pedagogía innovadora. Por último, se suprimieron
los reactivos que, a juicio de los docentes, los estudiantes no están
en condiciones de evaluar por falta de información. La jerarquización
general así como todas las jerarquías por área de
conocimiento ubicaron como la dimensión de evaluación más
importante a dominio del contenido, lo cual concuerda con lo obtenido
en estudios anteriores con los docentes de posgrado (Luna y Rueda, 2001).
Desde la perspectiva de los profesores, el principal uso de los cuestionarios
debería ser para el mejoramiento de las actividades de docencia;
sin embargo, para ellos es muy clara la función de control que
estos tienen en la actualidad, y sancionaron los componentes del cuestionario
que pudieran estar fuera de su control o ser difíciles de evaluar
por los alumnos. En este sentido, persiste la necesidad de contar con
procedimientos e instrumentos de evaluación independientes para
cada propósito de evaluación.
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TEJEDOR, F. J. (1990). “La evaluación del profesorado en
la universidad de Santiago”, Revista Española de Pedagogía,
XLVIII, 186.
THEALL, M., y Franklin J. (1990). “Student ratings in the context
of complex evaluation systems”, en M. Theall, and J. Franklin (Eds.),
Student ratings of instruction: Issues for improving practice, No. 43,
New Directions for Teaching and Learning, San Francisco, Jossey Bass.
PIES
1 Reconstruir parte de la historia del sistema de evaluación en
licenciatura en la UABC fue posible gracias a la información proporcionada
por Julio César Reyes y Lourdes Loza, ex-jefes de departamento
de la misma dirección, quienes coordinaron en los primeros años
la implantación del sistema. «volver«.
2Información
proporcionada por la Lic. Aída León,
jefe de departamento de la DGAA.«volver«
María Isabel Arbesú García
Javier Loredo Enríquez
Miguel Monroy Farías
Alternativas Innovadoras
en la Evaluación de la Docencia se aceptan colaboraciones
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