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Presentación
María Ruth Vargas Leyva
Desde su origen, el carácter y el significado de la educación
tecnológica ha sido influida por un fenómeno de índole
sociocultural. Aparece en el siglo XVII como una necesidad del desarrollo
industrial y de la organización productiva dependiente del desarrollo
tecnológico. La composición y peso relativo de los diferentes
niveles de la educación tecnológica están modelados
por razones de índole política, de índole social
y de índole económica. Con frecuencia diferenciada de la
educación general, es ofertada tanto en un nivel intermedio y
relativamente bajo nivel de calificación como en el nivel de educación
superior e imbricada con otros niveles educativos como es el caso de
la educación tecnológica en Alemania.
En México, la educación tecnológica atiende tanto
el nivel de educación media superior como el nivel de educación
superior; si bien hay un tránsito frecuente de alumnos del primer
nivel al segundo nivel, el conjunto de instituciones da cuenta de una
gran diferenciación interna. En lo particular, las transformaciones
de la educación superior tecnológica se han sustentado
recientemente tanto en la reforma de los modelos educativos como en la
diversificación del sistema. En el caso de la diversificación,
da cuenta de una nueva relación Estado-Universidad, del involucramiento
de nuevos actores sociales, de nuevos esquemas de financiamiento y de
un rol estratégico en el desarrollo industrial del país.
Los expertos señalan la emergencia de “modelos institucionales
alternos” a los ya establecidos, como son los casos de los tecnológicos
descentralizados, las universidades tecnológicas, las universidades
politécnicas y organismos descentralizados de los gobiernos de
los estados. En la variada oferta predomina el isomorfismo, la coordinación
deficiente entre subsistemas y la resistencia a las acciones interinstitucionales.
Más que islas, trincheras promovidas por lógicas de financiamiento,
de decisiones políticas y de poder de las instancias mediadoras.
No se ha visto libre la educación superior tecnológica,
al igual que en otros países, del desdén de otro tipo de
educación. Gómez Campos habla en este sentido que: “El
reforzamiento de la hegemonía cultural de imaginarios de la universidad
tradicional como el único tipo de educación deseable, meta
e ideal que deben ser alcanzados por otros tipos de instituciones de
educación superior”.
El análisis de la educación superior tecnológica,
desde diversas perspectivas, muestra la necesidad de explicaciones no
reduccionistas de un sistema que refleja múltiples facetas de
un mismo prisma. Da lugar a más preguntas que respuestas, referidas
tanto a la visión social de la educación tecnológica
en diferentes países, como al significado de la diversificación
institucional que eventualmente tiende a disminuir bajo el impacto de
reformas educativas que homogenizan los modelos educativos: carreras
de licenciatura con menos créditos, salidas de técnicos
profesionales, reducción de experiencias presenciales en el aula
por experiencia en la empresa y educación por competencias, son
algunos de los elementos que promueve la nueva reforma de la educación
superior tecnológica. Otras preguntas nos refieren a los actores
de las reformas y a la relación entre la formación profesional
y las demandas del mundo del trabajo, más generalmente, a la valoración
y apropiación que los actores del proceso educativo hacen tanto
de las reformas como de la educación recibida o saberes legitimados.
En el primer documento se formulan preguntas para estimular la reflexión.
Dos artículos dan cuenta de la visión social y de los valores
subyacentes en la oferta de la educación tecnológica; el
trabajo de Víctor Manuel Gómez Campo señala la configuración
dualista de la educación tecnológica en Colombia que separa
la formación de nivel intermedio, terminal y relativamente bajo
nivel de calificación, de la matriz intelectual y metodológica
de las ingenierías: “Es decir, una educación tecnológica
para pobres y otra para quienes pueden tener acceso a las carreras largas
de ingeniería”; una educación técnica que
no responde a las demandas de calidad y nivel que requiere la modernización
del país y que no aumenta la equidad social y, por otra parte,
universidades públicas que no han integrado la educación
técnica y tecnológica en sus ofertas de formación
por razones de subvaloración de este tipo de educación.
En el caso de Israel, en cambio, la educación tecnológica
se concentra en una universidad tecnológica de alto nivel científico,
así como una red internacional de escuelas y universidades tecnológicas
que constituye la mayor organización de estudios y capacitación
vocacional de ese país.
La diversificación de la educación superior tecnológica
entre países apunta a la posibilidad de programas de colaboración
entre México e Israel. Con modelos que responden a diferentes
contextos y necesidades, la educación tecnológica en Israel
se concentra principalmente en dos instituciones, mientras en México
da cuenta de una variedad de instituciones que incluyen el Instituto
Politécnico Nacional, los institutos tecnológicos, las
universidades tecnológicas y más recientemente las universidades
politécnicas. Schorr Wiener, Valdez Salas y Hernández-Duque
refieren a esta diversificación que satisface las demandas de
los sectores productivos, así como a la atención creciente
de las universidades públicas y privadas en la oferta tecnológica.
En México, los modelos de universidad tecnológica y universidad
politécnica aportan nuevos elementos a la diversificación
de la educación superior tecnológica con un financiamiento
tripartita, oferta de títulos de técnico superior, licenciatura
de tres años y modelo educativo “que pretende borrar los
linderos físicos de la universidad y extender su espacio de aprendizaje
haciendo suyo el de las instalaciones industriales y empresariales”.
Eduardo de la Garza analiza estos dos modelos formulando preguntas relevantes
en el contexto de una cultura académica prevaleciente y de los
problemas de vinculación con el contexto, una de ellas ¿Será capaz
el subsistema de proporcionar la motivación suficiente, tanto
a los estudiantes como a los académicos, para perseverar los primeros
y desplegar la creatividad requerida, los segundos?
Elizabeth Obregón Barbosa, considera estos elementos al analizar
la reacción y postura de los diversos actores institucionales
en los procesos de reforma de la educación superior tecnológica
que los institutos tecnológicos –frecuentemente denominados
institutos tecnológicos federales– emprenden en la década
de los noventa, como una política sectorial necesaria en las nuevas
condiciones tecnológicas y de modernización económica
del país; reforma cuyo estudio apunta a un proceso inconcluso,
legitimado por medio de diversas acciones, cuya evaluación temprana
identifica tanto rasgos favorables como poco favorables.
El significado de las reformas para la vida profesional y para el quehacer
cotidiano en el aula es influido por las características del cambio,
la naturaleza del rol en el aula y las complejas condiciones de la enseñanza. ¿Cómo
experimentaron los profesores esta reforma? Más generalmente, ¿cuál
es su perspectiva acerca de la naturaleza y el proceso de la reforma?
El trabajo de Elizabeth Obregón Barbosa apunta a una reflexión
necesaria para comprender las reformas educativas en lo general, y las
reformas de la educación superior tecnológica en lo particular,
desde la perspectiva de los actores institucionales, en términos
de costos y recompensas, de adscripción disciplinaria, de grupos
académicos diferenciados por diversos factores, de recursos financieros
y humanos para concretar la reforma, así como de ambientes organizacionales
y administrativos propicios. Una reflexión pertinente y oportuna,
en el momento en que los institutos tecnológicos inician el proceso
de una nueva reforma a ser concluida en su modelo operacional en el 2004,
donde es deseable que el significado de ésta supere la reacción
de los actores, que en la reforma de los noventa dio evidencia de la
no identificación con las políticas, de la resistencia
individual o colectiva, de la apropiación de algunos elementos
de la reforma y la modificación de prácticas, sí bien
distintas a las planteadas por dicha reforma.
Finalmente, Alfredo Hualde toca uno de los aspectos menos abordados por
los investigadores educativos, la relación entre la formación
profesional y las demandas del mundo del trabajo, al hacerlo recurre
a una analogía, “la escuela se lanza –como en la fábula
de Aquiles y la tortuga– en una carrera infinita para atrapar la
diversidad y los cambios en el mercado de trabajo”. La investigación
de campo analiza las trayectorias educativo-laborales de egresados de
bachilleratos tecnológicos en la frontera norte de México,
dando cuenta de las oportunidades de empleo y aprendizaje, del empleo
actual y de las condiciones de trabajo. En los resultados resalta el
valor del aprendizaje en la empresa, particularmente los denominados “competencias
relacionales”: resolución de problemas, trabajo en equipo,
disciplina en el trabajo, pero también da cuenta del tránsito
de un nivel del subsistema a otro nivel, así como de la ausencia
de estrategias para ofertar programas diferenciados entre alumnos de
dedicación exclusiva y alumnos que trabajan.
Todos los artículos dan cuenta de la importancia de reflexionar
sobre la educación superior tecnológica, de revalorar su
rol en el contexto político –la educación como instrumento
ideológico de los intereses del Estado– en el contexto económico –la
educación en relación con el crecimiento económico– así como
en su índole social en la búsqueda de una mayor equidad
e igualdad social, a la que responde la diversificación del sistema.
Pero también subyace en todos ellos el logro de la pertinencia
y la dificultad de atrapar la diversidad y los cambios en el mercado
de trabajo, sea mediante la diversificación o reformas educativas
que deja abierta la pregunta ¿reformar para quién y para
qué?
María Ruth Vargas Leyva
Análisis Temático
La educación superior tecnológica
María Ruth Vargas Leyva
Profesora investigadora, Instituto Tecnológico
de Tijuana.
Correo e:[email protected]
Resumen
Se describe el origen y evolución de
la educación superior tecnológica en México,
a partir del interés del Estado nacional por promover el desarrollo
económico industrial y mejorar las expectativas sociales de
la población urbana emergente. Esta condición histórica
provocó la distinción de la educación superior
universitaria con la educación superior técnica. Tres
etapas resumen esta evolución, correspondiendo a otras tantas
políticas de desarrollo nacional. En la actualidad el concepto
educativo de la educación técnica debe ser reconsiderado,
tanto por su aporte en la formación profesional, como en su
relación con el Estado que impulsó su crecimiento,
así como su papel en el conjunto del sistema de la educación
superior mexicana.
Palabras clave: Educación técnica,
políticas públicas, financiamiento.
Abstract
This paper describes the origin and evolution of
the technological higher education in Mexico derived from the interest
of the State in promoting industrial economic development and improve
social expectations of an emerging urban population. This historic
condition gave rise to a difference between university and technological
higher educations. Three stages summarize this evolution and correspond
to national development policies. The current technological education
concept must be taken into consideration due to its contribution to
professional education, to its relationship with the State - which
finally fostered its growth – and the role it plays in the Mexican
higher education system.
Key words: Technical education, public policies,
financing.
Introducción
El sistema de educación superior tecnológica
se ha conformado a través de muchos años y tiene orígenes
diversos. La composición y peso relativo de los diferentes niveles
de la educación tecnológica en México están
modelados por razones de índole política, la educación
como instrumento ideológico de los intereses del Estado, social,
la búsqueda de una mayor equidad e igualdad social y, de índole
económica, que relacionan la educación con el crecimiento
económico y con una estrategia de competitividad de los sectores
productivos.
De la funcionalidad de la educación tecnológica en el crecimiento
económico del país dan cuenta particularmente dos niveles:
el de educación media superior y el de educación superior.
El primero ha sido analizado desde diferentes enfoques (de Ibarrola y
Bernal, 1997; de Ibarrola, 1994; Carrillo, 1992; Hualde, 1994; Bracho,
1991; Weiss, 1990); el segundo, muestra el interés tanto por la
educación superior técnica (Villa Lever, 2000; Villa Lever
y Flores Crespo, 2002) como por la superior (Didou, 2000; Vargas, 1998).
El Sistema
La política educativa en relación con
la educación tecnológica en México se relaciona
con las políticas económicas estatales para impulsar
la industrialización y que dan cuenta de la organización,
expansión y la diversificación de este sistema. Es posible
identificar tres periodos claramente delimitados:
1. El de la organización de la educación
técnica emprendida por la SEP en la década de los treinta,
que diferencia la educación técnica de la enseñanza
de carácter universitario; se concreta en la creación
del Instituto Politécnico Nacional1 ,
y posteriormente de los institutos tecnológicos regionales.
2. El de expansión del sistema de educación técnica
en la década de los setenta, en el nivel medio a través
de la oferta de nuevas opciones educativas (CECyT, CETA, CETF y CECyTEM)
y en el nivel superior mediante la apertura de nuevos institutos tecnológicos
con una cobertura nacional. Se inicia, asimismo, la diversificación
del sistema mediante la creación del Colegio Nacional de Educación
Profesional Técnica (CONALEP) con un carácter terminal
de sus estudios
3. El de diversificación de la educación superior tecnológica,
que se inicia en la década de los noventa dando lugar a la creación
de las universidades tecnológicas, tecnológicos decentralizados
y universidades politécnicas.
En un sistema de educación superior diferenciado
entre universitario y tecnológico, la creación del sistema
de educación tecnológica se caracteriza por ser un proyecto
del Estado que desde su origen explicita su función de formar
cuadros técnicos y profesionales, impulsar la investigación
y el desarrollo tecnológico, ampliar el marco de las oportunidades
y lograra la independencia tecnológica. Coordinado por la Subsecretaría
de Educación e Investigación Tecnológicas “conjunta
a una gama institucional compleja en términos de responsabilidades,
de formas de organización y control de estructuras, y prácticas
curriculares y didácticas” (de Ibarrola y Bernal, 1997:152)
con una gran diferenciación interna.
Este subsistema atiende la oferta de educación tecnológica
en el nivel superior (ciclo 2000-2001) de la siguiente manera: el Instituto
Politécnico Nacional (IPN) 86,1002 alumnos
en 52 programas de licenciatura y 104 programas de posgrado, concentrando
el 59% de la matrícula en el área de Ingeniería
y Ciencias Físico Matemáticas; si bien su oferta se concentra
en la zona metropolitana de la ciudad de México cuenta con centros
de docencia e investigación en 19 entidades federativas. Los institutos
tecnológicos, con 83 centros distribuidos en todo el país,
atienden a 203,448 alumnos: 196,008 en licenciatura y 7,440 en posgrado,
concentrando 77.41% de la matrícula en Ingeniería y Tecnología
y 22.59% en el área de Ciencias Económicas y Administrativas;
los tecnológicos descentralizados atienden a 36,910 alumnos en
80 planteles, ofreciendo 16 carreras de licenciatura y seis en el nivel
de licenciatura técnica. La DGETA registró 14,928 alumnos
en 20 centros distribuidos en todo el país, atendiendo seis licenciaturas
y 11 programas de posgrado; la UECyTM, con 37 planteles atiende a 5,681
alumnos en la licenciatura y el posgrado.
A partir de 1991 y hasta la fecha, como organismos públicos descentralizados
de los estados, han iniciado operación 44 universidades tecnológicas
(UT) que atienden a 36,250 alumnos; ubicadas en ciudades medias, y algunas
apartadas y en relativa desventaja económica, las UT ofertan 23
carreras cortas de dos años, que certifican bajo la denominación
de técnico superior universitario.
En general, los institutos tecnológicos (IT) concentran 58% de
la matrícula del nivel y el IPN 25%; La DGETA y la UECyTM suman
5.9% de la matrícula, mientras las universidades tecnológicas
representan menos del 3% de la matrícula de la educación
superior, y otras instituciones, que incluyen aquellas con apoyo solidario,
suman 7.8%. La educación tecnológica superior representó,
en el ciclo 2000-2001, 18.8% de la inscripción total en licenciatura
y 27.4% de la modalidad pública.
Educación superior
tecnológica
alumnos en licenciatura y posgrado
por institución
Fuente: Elaborado con base a Consejo del Sistema
Nacional de Educación Tecnológica, 2001.
En México, las transformaciones de la educación
superior tecnológica se han sustentado en la reforma de los
modelos educativos, la reformulación de la oferta educativa
y en cambios administrativos y organizacionales; desde otra perspectiva,
en la diferenciación del sistema da cuenta de las operaciones
de tecnológicos descentralizados, universidades tecnológicas,
y recientemente, del inicio de operaciones de universidades politécnicas.
En el marco de la emergencia de una nueva economía, acelerado
cambio tecnológico, una nueva organización social de la
producción, nuevas demandas y perfiles profesionales requeridos
en la sociedad: “la intención del gobierno era que las nuevas
opciones educativas incorporarán, además de calidad, pertinencia
con el desarrollo económico y social de cada estado” (Richardson
y Kent, 2002:24), lo que fortalece la visión de la educación
superior como una de las estrategias más importantes para el desarrollo
económico de México.
La importancia del sistema
En el ámbito internacional, la educación
tecnológica ha recibido una importancia creciente como uno de
los determinantes del desarrollo económico, asociada a una fuerza
de trabaja altamente calificada y flexible. La experiencia del papel
que desempeñó la educación tecnológica
en economías de desarrollo tardío es un referente presente
en el valor atribuido a esta modalidad educativa. Para de Souza y de
Almeida (1997:10) la educación tecnológica se sitúa
simultáneamente en los ámbitos de la educación
y la calificación, registra la evolución histórica
de las formas de aplicación del trabajo, está basada
en una concepción amplia y universal de la educación,
y debe ser considerada como elemento indispensable y crítico
para hacer viables los objetivos a largo plazo del desarrollo económico.
En el caso de México, la educación tecnológica ha
estado directamente vinculada, desde su origen, al desarrollo de los
sectores prioritarios de la economía; el papel desempeñado
por la educación superior tecnológica ha sido estratégico
en el desarrollo industrial y en distintos momentos las estructuras laborales
específicas para su incorporación han dado cuenta de su
importancia. En su ampliación han influido las políticas
educativas, que subordinan su crecimiento y diversificación a
las demandas del desarrollo económico, como un instrumento del
Estado; en su aceptación han incidido la valoración social,
que se relaciona tanto con el origen de clase social de los alumnos como
con las menores oportunidades de promoción social y ocupacional,
en su estatus la idea que asocia la educación superior de prestigio
a la universidad.
Desde hace varios sexenios, se ha buscado fortalecer la educación
tecnológica pública, y más recientemente, elevar
su participación de 17% a 25% en la atención a la demanda
de educación superior. No obstante, en los hechos, esa decisión
se orientó: a) a la diversificación del sistema, por medio
de la creación y crecimiento preferente de los tecnológicos
decentralizados y las universidades tecnológicas; y b) a la división
de la administración y gestión de las nuevas instituciones
creada, de manera que mientras los tecnológicos descentralizados
son adscritos a la Subsecretaría de Educación e Investigación
Tecnológica, las universidades tecnológicas dependen de
la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación
Científica. Las consecuencias de estas acciones son resumidas
por políticas diferentes para las universidades y para los institutos
tecnológicos, no sólo en términos del monto y de
la visibilidad de los apoyos movilizados sino de las estrategias.
¿ Las políticas se han dirigido a fortalecer la educación
tecnológica o a reconfigurar su estructura? ¿Propician el crecimiento
de ciertas modalidades y no de otras? ¿Son políticas que el Estado
no tienen la capacidad o el poder de concretar? ¿Tiene el mismo impacto
diversificar la educación superior tecnológica en lugar de reforzarla?
En la década de los noventa, por razones atribuibles a insuficiente
articulación interna de las políticas públicas aplicadas
a los institutos tecnológicos y por su relativa disfuncionalidad
respecto a un sistema diverso y original (de Ibarrola y Bernal, 1997),
así como por la capacidad de resistencia y de negociación
de los actores del subsistema tecnológico federal (Didou, 2002:
54), las iniciativas gubernamentales dieron lugar tanto a innovar mediante
el establecimiento de modelos institucionales alternos como a dar un
tratamiento diferenciado en recursos financieros a las instituciones
de nueva creación, fortaleciendo ampliamente los apoyos a las
universidades autónomas y otras instituciones de educación
superior, otorgando reducidos apoyos para transformar las instituciones
claves del sector tecnológico.
En el tratamiento de la educación superior en México ha
sido frecuente la omisión de la educación superior tecnológica
media superior y superior3 .
Descalificación o desdén, o desconocimiento de sus aportaciones
de las cuales de Ibarrola (1997:170) cita las oportunidades de acceso
a grupos tradicionalmente excluidos de la educación superior universitaria
en zonas urbanas e incluso en zonas rurales; la introducción de
importantes innovaciones curriculares y didácticas; la orientación
de la matrícula de nivel medio superior a las carreras reconocidas
como fundamentales para el desarrollo económico del país:
Ingeniería y Ciencias Exactas y naturales, y la conformación
de una población técnicamente preparada para los momentos
de crecimiento y diversificación de la economía. Se pueden
citar también la diversificación y la descentralización
de los servicios educativos, presentes desde su origen; en el caso de
los institutos tecnológicos, representaron desde hace 55 años,
en muchas regiones del país, la primera oferta de educación
superior tecnológica, con una aportación de recursos humanos
determinante en la conformación de corredores industriales en
el centro y en el norte de México. Desde otra perspectiva, la
educación tecnológica se caracteriza por la atención
educativa a alumnos en relativa desventaja social y económica,
imprimiendo un carácter de equidad en su oferta.
Es también poco conocida en el ámbito educativo la manera
como la educación tecnológica media superior y superior
se ha articulado al sistema productivo, así como su impacto en
los cambios tecnológicos e innovaciones en el marco de la práctica
profesional en ingeniería (Vargas, 1999; Villareal, 2000; Hualde,
2000; Hualde, 2001; Contreras, 2000; Contreras y Hualde, 2002).
La diversificación
Las recomendaciones a la diversificación de
la educación superior en México proceden tanto del Consejo
Internacional para el Desarrollo Educativo (ICED) como de la OCDE,
apuntan a la diversificación de las estructuras institucionales,
programas y formas de estudio; supone nuevos tipos de establecimientos
de enseñanza, con una amplia gama de posibilidades de educación
y formación. Tiene referente en la Clasificación Internacional
de la Educación, que sugiere una modalidad universitaria de
corto plazo con la característica de “doble vía”.
Esta recomendación orientó el énfasis del gobierno
federal a la educación superior tecnológica, que aparece
como prioridad en el Programa Nacional de Educación 1995-2000,
dando lugar en 1991 a la creación de universidades tecnológicas
(UT) como organismos descentralizados de los gobiernos de los estados
con personalidad jurídica propia. Su singularidad deriva de
ser una modalidad que ofrecen programas de estudio de tiempo completo
con una duración de dos años que dan respuesta a las
necesidades del sector productivo. De esta manera se introduce el nivel
cinco de la Clasificación Internacional de la Educación,
marcando una diversificación con otras ofertas educativas. Los
atributos de la educación universitaria tecnológica se
orientan a la polivalencia y la intensidad de la formación,
la continuidad de los estudios, la flexibilidad de los planes y programas
de estudio, y la pertinencia en relación con las necesidades
reales de la planta productiva. De 1991 la 2000, el UT creció a
44 instituciones en 23 estados, con planteles en tres ciudades fronterizas
de gran dinamismo industrial.
Lever y Flores Crespo (2002) señalan diferencias respecto al modelo
francés que sirve de referencia: la educación superior
de dos años forma parte de la oferta formativa universitaria,
la formación tecnológica puede ser usada en varios campos
profesionales, hay un equilibrio entre teoría y práctica
y se requieren 1,800 horas para adquirir el diploma. En el caso de las
UT, el programa formativo es exclusivo de la institución sin prever
la continuidad de los estudios en otras instituciones de educación
superior y el programa, de 3,000 horas, se integra con dos terceras partes
de práctica y una de teoría.
En su implantación, el modelo de UT confronta varios problemas.
Inicialmente, su financiamiento se distribuye en partes iguales entre
el gobierno estatal respectivo y el gobierno federal, así como
aportaciones de los empresarios y de los alumnos, sin embargo, en la
práctica, el mayor financiamiento corresponde al gobierno federal,
limitadas las aportaciones estatales a gastos de operación, y
las de los sectores productivos menor al financiamiento esperado. Se
prevé la continuidad de los estudios en otras instituciones de
educación superior, obteniendo el título de ingeniero o
licenciado, sin embargo, la coordinación entre subsistemas es
deficiente. Un punto de debate es la matrícula y el costo por
alumno; los datos indican que la participación de las UT en la
matrícula de educación superior llega al 3.0%, con una
alta inversión en construcción y equipamiento, y hay evidencia
de que el costo anual por alumno es mayor al de otros subsistemas. Si
bien en algunas localidades presenta una matrícula que justifica
su creación, en otras no ha tenido el mismo nivel de aceptación.
En la década de los noventa operan también otras modalidades
educativas, como es el caso de los tecnológicos descentralizados
y otras instituciones descentralizadas de los gobiernos de los estados.
Más recientemente, han iniciado operaciones la Universidad Politécnica
de San Luis Potosí y la Universidad Politécnica de Aguascalientes,
con base en una oferta educativa sustentada en un programa de dos años
para el grado de técnico superior universitario, de tres años
para el título de licenciado y un cuarto año que dará la
especialidad tecnológica. La diversificación institucional
está directamente relacionada con nuevas formas de coordinación
sistémicas y es tanto horizontal como vertical (Richardson y Kent,
2002).
En la variada oferta (institutos tecnológicos federales, institutos
tecnológicos descentralizados, institutos tecnológicos
superiores, universidades tecnológicas, universidades politécnicas)
las instituciones de educación superior técnica no logran
una diferenciación adecuada, pareciéndose entre ellas.
El isomorfismo puede ser voluntario, Levy (2000) señala que el
modelo de universidades tecnológicas mexicanas está inspirado
en el colegio comunitario estadounidense, a pesar de que se disimula
en cierto modo utilizando el referente de la educación corta francesa4 ;
se da un isomorfismo coercitivo cuando el Estado impone reglas que limitan
la diferenciación, de manera que instituciones diversas, con diferentes
estructuras de gobierno, presentan prácticas educativas muy similares
(Levy, 2000:7; Richardson y Kent, 2002:19).
La diferenciación formal de instituciones tecnológicas,
con fuentes diversas de financiamiento, indica también que la
educación tecnológica, ofreciendo una formación
amplia y diversificada, no se consolida como sistema integrado. Si bien
se han dado reformas, éstas no han propiciado la articulación
del subsistema. A diferencia de Estados Unidos y Canadá donde
los Community Colleges cuentan con métodos de transferencia a
la universidad (McQuay, 2000), y a diferencia del modelo francés,
las universidades tecnológicas no son parte de las universidades,
no tienen una relación estrecha con las universidades tradicionales
ni con los institutos tecnológicos, y en algunos casos la coordinación
es deficiente, de manera que los egresados de una Universidad Tecnológica
no tienen asegurada la continuidad de estudios superiores; este es el
punto de debate y conflicto (Lever y Flores Crespo, 2002).
La forma jurídica que asumen las instituciones son otra fuente
de diversificación, hay organismos descentralizados con personalidad
jurídica y patrimonio propios (IPN), instituciones federales como
es el caso de los institutos tecnológicos, organismos públicos
descentralizados de los estados, entre los que están las universidades
tecnológicas y las universidades politécnicas.
¿ Se puede hablar de una diversificación del subsistema o es un
nuevo diseño del sistema5 de
educación superior que se mueve por una lógica de financiamiento,
de decisiones políticas y de poder de las instancias mediadoras?
Financiamiento
Desde la década de los noventa, la educación
superior tecnológica no han tenido acceso a los programas nacionales
de apoyo financiero para el fomento de la calidad institucional, con
excepción del programa de mejoramiento de profesores, de manera
que en un contexto donde las universidades públicas se fortalecen
en infraestructura y cuentan con recursos extraordinarios para subsanar
los problemas de su crecimiento y diversificación de la oferta,
la educación superior tecnológica, que atiende 359,359
alumnos, operan con fuertes limitaciones financieras, entre ellas la
contracción del gasto en operación, la disposición
de plazas para la contratación de docentes de alto nivel y la
obsolescencia y falta de recursos para el equipamiento.
La inequidad en el financiamiento es, quizá, la diferenciación
mayor entre sistema universitario y tecnológico y dentro del sistema
de educación superior tecnológica6 .
Universidades autónomas, tecnológicos descentralizados,
universidades tecnológicas, tecnológicos autónomos
e instituciones públicas dedicadas a la enseñanza y a la
investigación tecnológica, que suman a su denominación
la de universidad, pero que no son universidades, compiten y tienen acceso
a fondos como los del PIFI.
La política diferenciada de financiamiento no se relaciona con
el carácter y misión del sistema, tampoco con su eficiencia.
En el ámbito nacional se han creado instituciones con un modelo
de oferta técnica similar, una matrícula reducida y una
fuerte inversión en infraestructura7 ,
y hay evidencia de que la eficiencia terminal de los institutos tecnológicos
descentralizados y universidades públicas federales con subsidio
es inferior a la de los institutos tecnológicos federales. Más
bien, las políticas de educación pública se dirigieron
a impulsar la creación de instituciones bajo el modelo de financiamiento
compartido, con nuevos esquemas de contratación de profesores
y más capacidad de negociación con los actores. Las estrategias
indican que mientras en las universidades se aplicaron programas dirigidos
a desencadenar reformas institucionales en ámbitos problemáticos,
en los institutos tecnológicos se apostó por una transformación
por añadidura y por estratificación (Didou, 2002).
No se cuestiona la pertinencia de la diversificación sino la propiedad
con la cual se adopta e introduce en un sistema de educación superior
caracterizado por la OCDE como sumamente heterogéneo, complejo,
frágil, poco articulado y rígido; dividido entre varios
subsistemas no integrados entre sí, con diferentes formas de coordinación
con las autoridades educativas y con distintos regímenes jurídicos,
y un peso modesto de las formaciones científicas y tecnológicas
para el nivel actual de desarrollo económico del país.
El análisis de las políticas y los hechos dan lugar a dos
interpretaciones: la primera refiere a la adscripción en dos subsecretarías,
de dos modalidades de oferta de educación superior tecnológica;
los esquemas de financiamiento en una y otra implican a futuro la presencia
de instituciones claramente diferenciadas. Plantea el problema de la
equidad financiera dentro del mismo sistema, o ¿es acaso la expresión
de la diversificación en el sistema universitario? La segunda
interpretación tiene que ver, nuevamente, con la falta de equidad
entre los subsistemas universitario y tecnológico, que presenta
contradicciones con la propuesta Plan de Modernización Educativa
1989-1994 que revalora la educación tecnológica en la formación
de técnicos e ingenieros, proponiendo un proceso de reforma con
el propósito de lograr niveles de excelencia, relevancia y eficiencia ¿Las
políticas hacia la educación superior tecnológica
carecen de continuidad? o ¿las políticas son la expresión
de una intención perversa? ¿Apuntan al fortalecimiento
de un subsistema y no al de otro? Más relevante aún, en
el marco de la demanda de formación profesional tecnológica
para el desarrollo económico, así como de las políticas
educativas ¿es importante en México el fortalecimiento
de la educación tecnológica?
Conclusiones
Las políticas educativas de la última
década han señalado reiteradamente la necesidad de fortalecer
y diversificar la educación tecnológica, el Programa
de Desarrollo de la Educación Tecnológica 2001-2006 enfatiza
su contribución directa al desarrollo nacional, y las recomendaciones
que la OCDE hace, pertinentes a la educación tecnológica,
resaltan desarrollar prioritariamente los institutos y las universidades
tecnológicas, desarrollar en forma significativa el nivel de
técnico superior e incrementar el número de las formaciones
profesionales y técnicas en el nivel medio superior. Lo que
se aprecia en México es una serie de acciones que dan señales
opuestas de la importancia de la educación tecnológica
en el contexto del desarrollo económico, de su viabilidad para
consolidarse partiendo de las instituciones ya existentes, de la diversificación
de la educación superior tecnológica como una fractura
que evita la posibilidad de articularse, de coordinarse entre niveles
y de consolidarse como sistema. Lo que subyace bajo esas señales
es la inequidad de las políticas de educación superior,
que se traduce en costos de calidad en la formación profesional
de más de 359,000 alumnos que atienden el nivel de educación
superior tecnológica.
La educación tecnológica sigue siendo caracterizada (y
cuestionada) por su carácter útil e instrumental, por su
formación para el trabajo, sin embargo, en el contexto económico
actual los atributos que la diferenciaron de otro tipo de formación
pasan a ser también características de los sistema universitarios,
y más ampliamente de los sistemas nacionales de formación
profesional: la vinculación con el sistema de relaciones laborales,
la formación entendida en el entorno de un proceso productivo
y articulada con los procesos de producción, así como la
formación para las competencias. Más aún, en el ámbito
internacional hay un amplio consenso con la incorporación de la
educación tecnológica a la formación general como
el desarrollo de competencias generales que permitan una crítica
y reflexiva adaptación entre el ciudadano y el mundo tecnológico: “una
comprensión del mundo en que viven, dentro del cual la verdad
científica y la realidad tecnológica dominan el panorama
en muchos sentidos” (Buch, 1999). No intenta estudiar una técnica,
sino las técnicas en sí, como parte de una compleja interrelación
con el contexto: sociedad, conocimiento, cultura, ambiente y valores;
un espacio curricular propio que no sustituye a la educación técnica,
específica en la aplicación de contenidos complejo, que
se visualiza también transversal a todas las áreas del
conocimiento tradicionales. Una última consideración es
el tema que recorre el mundo actual como un nuevo paradigma, la “educación
para el trabajo” concebido como un hilo conductor que debe recorrer
todo el sistema educativo calificando para optar entre el ingreso a la
formación profesional específica, el ingreso a la educación
superior o el ingreso a la actividad laboral.
Hay preguntas ya formuladas. ¿Por qué se ha impulsado con
mayor fuerza esta modalidad educativa que otras? ¿Está siguiendo
el modelo educativo de las UT el enfoque vocacional propuesto en la ISCED?
(Flores Crespo, 2001) ¿Qué será crucial para el
porvenir de la educación superior tecnológica: diversificar
los establecimientos o los modelos de formación? (Didou, 2002:69).
Se pueden agregar ¿Ha operado el financiamiento de las universidades
tecnológicas como se esperaba? ¿Cuál es eficiencia
comparada con otros sistemas? ¿Puede llevar la presión
a ser consideradas instituciones prestigiosas a convertirse en universidades
regionales independientes a las universidades tecnológicas, como
reporta Levy (2000) en el caso de Chile? ¿Cuál es el futuro
del sistema de institutos tecnológicos, cuya descentralización
está ya, desde hace varios años, emitida por decreto?
¿ Adónde va la educación tecnológica? Una posibilidad
radica en que, atendiendo a recomendaciones de la OCDE, se concentre en una sola
subsecretaría tanto la educación media como la educación
superior tecnológica; otra es la de contar con estrategias similares de
financiamiento para la educación superior, bajo esquemas tipo PIFI. Una
más, esperar que el sistema sobreviva recurriendo a lo que Porter denomina
la estrategia competitiva: las instituciones que menos recursos tienen serán
las más competitivos, porque su desventaja las lleva a innovar y crecer.
Más radical es que en una sociedad tecnológica, el sistema de educación
superior tienda al isomorfismo diferenciados sus subsistemas en sus contenidos,
sus métodos y sus procesos y su atención sectorizada a la economía.
La importancia de analizar la educación superior tecnológica
radica, desde la perspectiva económica, en la importancia que
se le atribuye en la competitividad para afrontar los retos del futuro
de un mundo globalizado; desde la reflexión de la educación
superior, en la comprensión de que la calidad no radica en tener
sistemas educativos de primer y segundo nivel, sino contar con un sistema
de educación superior articulado, que considere a todos a los
alumnos como receptores de una formación que proporcione herramientas
para trabajar y reconvertirse profesionalmente en un mundo de cambios.
Todo apunta a que el concepto de educación tecnológica
necesita ser reconstruido en la realidad de la formación profesional
en México. Su misión, sus características, su financiamiento,
sus estrategias, su relación ante el gobierno y su articulación
entre instituciones del mismo subsistema y con el sistema universitario.
Este es el reto.
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1 Con la creación
del Instituto Politécnico Nacional, la educación superior
asumió dos vertientes: universitaria y tecnológica, dando
lugar a dos categorías de profesiones, así como a una
distinción entre el trabajo intelectual y manual y su diferente
estatus social. Después de 60 años, esta diferenciación
del sistema de educación superior ha matizado las políticas
educativas, manteniendo la brecha entre ambos subsistemas.«volver«
2Esta cifra incluye
1,689 alumnos que atienden programas de posgrado en el
CINVESTAV.«volver«
3 De Moura y Bernasconi
(2000) señalan que si bien los colegios comunitarios, con
programas paralelos a la universidad, formación profesional
y formación para adultos, representan por lo menos la mitad
de los graduados en educación postsecundaria en Europa y Estados
Unidos las universidades desdeñan a los colegios comunitarios
y en América el panorama se ve aún más sombrío.«volver«
4 Para una
comparación entre los Instituts Universitaires de Technologie
y las universidades tecnológicas, ver Lever y Flores Crespo,
2002. «volver«
5 El “diseño
del sistema incluye el número y tipo de colleges y universidades;
las misiones asignadas a cada una de estas instituciones; las características
y poderes de las agencias de interfase entre el gobierno y las instituciones;
el número, capacidad y diversidad de los programas académicos;
y el uso que hacen del sector privado”, Veáse Richardson
y Kent, op.cit.. «volver«
6 . Para
ampliar el tema de la inequidad entre subsistemas ver “Programa
Nacional de Educación 2001-2006: la lectura de la relación
universidad-Estado”, en Revista de la Educación Superior,
Vol. XXXI, No.121, enero-marzo del 2002.«volver«
7 Un caso es el Sistema
de Universidades Regionales de Oaxaca«volver«
Análisis Temático
¿Educación tecnológica o
formación profesional?
El caso de Colombia
Víctor Manuel Gómez Campo
* Departamento de Sociología, Universidad
Nacional de Colombia
Correo-e:
[email protected]
Resumen
En Colombia se ha configurado un sistema de educación
superior tecnológica dualista entre las ingenierías,
incrustadas en universidades tradicionales; con un alto estatus social
y académico, y la educación tecnológica considerada
como opción educativa de segunda clase, propia de personas de
menores niveles de ingreso y aspiraciones o capacidades intelectuales.
Este fenómeno de índole socio-cultural; constituye un
obstáculo al desarrollo de un concepto de Educación Tecnológica,
como una educación integral fundada en el conocimiento científico
y tecnológico, orientada a la formación de capacidades
para la investigación y desarrollo tecnológico.
Palabras clave: Formación profesional,
educación tecnológica, Colombia.
Abstract
A dual technological higher education system has
been created in Colombia between engineering schools at traditional
universities with a high social and academic status, and technological
education, considered second best to which people of lower education,
intellectual capacity and income level belong. This socio-cultural
phenomenon has become an obstacle for the development of the Technological
Education concept, viewed as an integral education based on scientific
and technological knowledge, focused on the building of capacities
for research and technological development.
Key words: Professional training, technological
education, Colombia.
Introducción
Desde los años setenta el concepto de educación
tecnológica ha sido reducido, en Colombia, a formación
profesional para ocupaciones de nivel intermedio y relativamente bajo
nivel de calificación. En consecuencia, se ha ofrecido en programas
de formación corta (tres años) y de carácter “terminal”,
lo que impide la continuación de estudios de nivel profesional
a sus egresados. Por otra parte, esta oferta de formación ha
sido separada –curricular e institucionalmente– de la matriz
intelectual y metodológica de las ingenierías, como si éstas
nada tuvieran que ver con el conocimiento tecnológico, y la
formación tecnológica fuera totalmente distinta de la
formación en ingenierías. Se ha configurado así un
sistema dualista en el que la educación en ingenierías,
usualmente en universidades clásicas tradicionales, goza de
alto estatus social y académico, mientras que la educación
tecnológica es considerada como opción educativa de segunda
clase o categoría, propia de personas de menores niveles de
ingreso y aspiraciones o capacidades intelectuales. Estos fenómenos
de índole socio-cultural, constituyen importantes obstáculos
al desarrollo de un concepto de Educación Tecnológica,
con sólida fundamentación científica y experimental,
orientada a la formación de capacidades para la investigación
y desarrollo tecnológico. Igualmente, son obstáculos
al desarrollo académico de las pocas instituciones tecnológicas
comprometidas con este concepto.
En este documento se analizará en detalle esta problemática
y se ofrecerá un conjunto de opciones de política, que
pueden ser de interés para países con contextos socio-culturales
similares.
Antecedentes y contexto
socio-cultural
Uno de las transformaciones más importantes
y menos estudiadas en la educación superior colombiana en los útimos
años, ha sido el rápido crecimiento y diferenciación
de nuevas instituciones distintas a la “universidad” tradicional,
las que ya en 1983 constituían el 69% de las instituciones de
educación superior y comprendían el 29% de la matrícula
total. En el 2000, el 64% de la matrícula estaba en las universidades,
23.5% en las mal llamadas instituciones “universitarias” (correspondientes
a la clasificación internacional de non-university education);
8.3% en 56 instituciones tecnológicas y 3.9% en 52 instituciones
técnico-profesionales.
Entre 1983 y el 2000, las instituciones “universitarias” aumentaron
de 54 a 64 (18.5%), las tecnológicas casi se duplicaron al aumentar
de 29 a 56, y las técnico-profesionales disminuyeron de 67 a 52
(-22.4%).
Este proceso de diversificación de las instituciones de educación
superior se inicia en Colombia desde los años sesenta, mediante
el surgimiento de las carreras “cortas” o “intermedias” –separadas
y diferenciadas de las carreras largas universitarias tradicionales– y
orientadas a la formación de personal “intermedio” en
diferentes sectores productivos.
Durante la década del setenta, la necesidad de mayor nivel de
calificación condujo al concepto de formación “tecnológica” cuyo
objetivo sería la formación de un técnico “superior” o
de alto nivel, el que posteriormente sería denominado como “tecnólogo”.
De esta manera se diferenció la educación tecnológica
de las anteriores modalidades de formación intermedia, carreras
cortas e instituciones universitarias (Gómez, 1996). La Ley 30
de 1992 definió tres tipos de instituciones: las Universidades,
las Instituciones Universitarias o Escuelas Tecnológicas, y las
Instituciones Técnicas-Profesionales8 .
Desde su origen, un importante problema de la educación técnica
y tecnológica radicó en el bajo estatus social y educativo
otorgado a ellas por una sociedad que privilegiaba la universidad tradicional,
el trabajo intelectual, el ideal de ser “doctor” o “profesional” y
que, por lo tanto, subvaloraba a estos otros tipos de educación
en tanto modalidades de formación para el trabajo práctico,
aplicado y de bajo estatus social. El sistema de educación superior
ha sido construido jerárquicamente en función del estatus
clásico de las instituciones: la universidad tradicional en la
cúspide, como ideal o deber-ser al que deberían acercarse
y emular las demás instituciones. En segundo lugar, las Instituciones
Universitarias, luego las Tecnológicas y finalmente las Técnicas-Profesionales.
Estas dos últimas, además, con el problema adicional de
su carácter “terminal”, que le ha impedido a sus egresados
la continuación de estudios universitarios tradicionales, tanto
de pregrado como de postgrado, y que ha influido decisivamente en la
percepción social de que estas modalidades son opciones educativas
de segunda clase o categoría, deseables únicamente para
quienes no pueden ingresar a las instituciones y programas universitarios
tradicionales.
Otro importante problema ha sido la escasa y ambigua diferenciación
conceptual entre la educación técnica y la tecnológica,
existente en la normatividad colombiana vigente. Las diferencias entre
ambas nunca han sido clara y unívocamente establecidas, de tal
manera que, en la práctica, éstas nunca fueron reales sino
formales, burocráticas y normativas, basadas esencialmente en
pequeñas variaciones en la distribución porcentual de los
diversos contenidos curriculares (Gómez, 1997).
Asimismo, los problemas de baja calidad, bajo estatus y escasa diferenciación
entre modalidades, han tenido también un importante correlato
externo, en el mercado de trabajo, donde no ha existido ni una fuerte
demanda por los egresados de estas dos modalidades, ni una demanda claramente
diferenciada por cada una. Por el contrario, se presenta el fenómeno
de alta “sustituibilidad” en el mercado de trabajo, entre
los egresados de estas dos modalidades entre sí, entre éstos
y los egresados del SENA (formación profesional extra-escolar)
y de programas de educación técnica secundaria, y aún
entre ingenieros y tecnólogos, en algunas ramas9 .
En este contexto socio-cultural, las instituciones técnicas y
tecnológicas han buscado la revaloración de su estatus
social y educativo. Sin embargo, la estrategia seguida no se orientó hacia
la consolidación de su identidad propia como educación
técnica o tecnológica de alta calidad; lo que habría
pronto redundado en alta demanda, estrechas relaciones con el sector
productivo, alta remuneración de sus egresados, etcétera;
sino en emular a la educación universitaria tradicional y en buscar
el título de “profesional” para sus egresados10 .
El marco normativo: la Ley 30 de 1992
La ya mencionada jerarquía interinstitucional
fue reforzada en la Ley 30/92, generando un conjunto importante de
consecuencias negativas sobre la educación superior en el país:
1. El reforzamiento de la hegemonía cultural de imaginarios de
la universidad tradicional como el único tipo de educación
deseable, meta e ideal que debería ser alcanzado por otros tipos
de instituciones de educación superior. Estos imaginarios son
sustentados en los símbolos de estatus y poder otorgados todavía
privilegiadamente en este país al “doctor” y al trabajo
intelectual clásico (modelo de rol social del “ciudadano”)
y a las universidades y carreras tradicionales en las que se forman.
Estos imaginarios nutren también la consiguiente subvaloración
social, educativa y ocupacional de las “profesiones técnicas”,
y de los conceptos, prácticas e instituciones asociadas11 .
Durante los últimos 20 años, las normativas vigentes sobre
educación superior (Decreto 080 y Ley 30) han reflejado sistemáticamente
estos imaginarios y tradiciones culturales de subvaloración social
y educativa de la formación técnica y tecnológica.
En ambos marcos normativos estos tipos de educación han sido concebidos
como formación práctica y aplicada para niveles ocupacionales
intermedios o para ocupaciones u oficios de baja calificación
relativa. Por esta razón ambas modalidades fueron definidas como “terminales”,
lo que implica que el estudiante o egresado no puede continuar estudios
de nivel superior en la misma área del conocimiento12 .
2. El principal obstáculo al desarrollo académico e institucional
de entidades y programas tecnológicos y técnicos es el
carácter “terminal” que le define la Ley 30. En efecto,
hay grandes diferencias de estatus social y laboral entre ser “profesional” y
ser “para-profesional” (técnico o tecnólogo
de dos o tres años de formación terminal), diferencias
que se expresan en la cantidad y calidad de la demanda por este tipo
de educación, expectativas e intereses sobre el proceso educativo,
su calidad y pertinencia, la identidad institucional, cuerpo docente,
relaciones con el sector productivo, convenios nacionales e internacionales,
etc. Más aún en los casos de instituciones con identidad
y compromiso demostrados con el conocimiento tecnológico moderno,
su carácter terminal les impide el necesario progreso en dicho
conocimiento, su consolidación académica, su mayor vinculación
a la Investigación y Desarrollo. Esta situación constituye
un verdadero despropósito en una sociedad urgentemente requerida
de mayor desarrollo de las fuerzas productivas, mayor productividad y
competitividad, y de mayor número de recursos humanos altamente
calificados en el saber tecnológico.
3. Por otra parte, los conocimientos constitutivos de estas modalidades
o tipos de educación han sido separados de la matriz de fundamentos
científicos y metodológicos de las técnicas y tecnologías
modernas. Esto es evidente en el caso de la educación tecnológica,
la que al ser definida como formación terminal para perfiles ocupacionales
intermedios fue separada, institucional y curricularmente, de su núcleo
disciplinario natural que es la Ingeniería, generando así la
paradoja de dos tipos diferentes de educación tecnológica:
una relacionada con las Ingenierías y otra con perfiles ocupacionales
de nivel intermedio. Es decir, una educación “tecnológica” para
pobres y otra para quienes pueden tener acceso a las carreras largas
de Ingeniería.
4. La Ley 30/92 fue aún más radical en contra de la educación
técnica, definiéndola como formación práctica
para ocupaciones u oficios de baja calificación, y estableciendo
una mayor diferenciación formal entre las “instituciones” de
carácter técnico y las tecnológicas, aunque en esta
Ley no existe ninguna diferenciación conceptual ni curricular
entre unas y otras ni entre ambos tipos de educación.
El efecto neto de los valores e imaginarios implícitos en la Ley
30 ha sido el reforzamiento del alto estatus social y educativo otorgado
a la imagen de la universidad tradicional. Esto se ha evidenciado en
la estrategia seguida por la mayoría de las instituciones técnicas
y tecnológicas, así como de las mal llamadas “instituciones
universitarias”13 , de buscar su transformación al nivel institucional
superior, o nivel superior de estatus y jerarquía interinstitucional.
Por consiguiente se ha producido una mayor devaluación del estatus
de las instituciones técnicas y tecnológicas, evidenciado
en la escasa preferencia estudiantil por este tipo de instituciones.
Algunas de ellas han logrado su “transformación” a
instituciones universitarias, con la consiguiente pérdida de identidad
y el debilitamiento de las escasas ofertas de educación técnica
y tecnológica de calidad en el país.
Esto no solamente tiene importantes implicaciones negativas en la capacidad
nacional de formación tecnológica moderna, vital para el
desarrollo de las fuerzas productivas. También incide negativamente
en las posibilidades de expansión masiva de la cobertura, y su
redistribución social y geográfica, dado que estas posibilidades
dependen en gran medida de nuevas ofertas de carreras cortas en áreas
tecnológicas pertinentes para las necesidades y características
regionales. Las carreras cortas son de menor costo y mayor atractivo
y accesibilidad para la población de menores recursos relativos14 .
No es posible lograr metas de ampliación de la cobertura (por
ejemplo de 400,000 nuevos cupos requeridos), ni su necesaria redistribución
social y geográfica, mediante el esquema tradicional de carreras
largas e instituciones de alto costo de funcionamiento. No es mediante
más de lo mismo sino mediante la diversificación de las
ofertas de formación y de tipo de instituciones que pueden lograrse
las necesarias metas de expansión de la cobertura y de mayor pertinencia
de la oferta de educación superior.
Situación actual de las instituciones técnicas
y tecnológicas
En el 2000, la educación técnica, con
31,669 estudiantes, representaba sólo el 3.9% del total de la
matrícula en educación superior.
El 84.6% de la matrícula de educación técnica se
ubicaba en instituciones privadas, en las cuales el 58% de los estudiantes
asisten a la jornada nocturna.
El 72.2% de la matrícula en educación tecnológica
se ubicaba en instituciones privadas.
Por su parte, a la educación tecnológica, con 66,979 estudiantes,
le correspondía el 8.3% del total de la matrícula en educación
superior
A pesar de la importancia de la educación técnica y tecnológica
en el desarrollo del país, han sido escasos los estudios evaluativos
sobre este tipo de educación. Algunos estudios coinciden en señalar
la escasa eficacia externa o necesidad ocupacional de la educación
tecnológica en Colombia, atribuida en gran medida a la estrecha
equivalencia existente entre este tipo de formación y la técnica-profesional,
lo que ha impedido la generación de una sólida identidad
profesional del tecnólogo, cuestionando así la necesidad
de este nuevo profesional intermedio en el mercado ocupacional.
Se ha mostrado además, que las diferencias entre la educación
tecnológica y la técnica-profesional son más de
carácter formal y reglamentario que real, debido a la dificultad
para establecer distinciones unívocas y esenciales entre ambos
tipos de formación (Gómez, 1996)15 .
Estas modalidades educativas –hoy “instituciones” en
el léxico de la Ley 30– no constituyen una “alternativa” a
la educación superior tradicional, pues gozan de bajo estatus
social y académico. Tampoco han tenido influencia significativa
en la modificación de los patrones tradicionales de concentración
de la demanda en unas pocas áreas del saber e instituciones16 .
Tampoco cumplen la función de aumentar la equidad social en el
acceso a la educación superior pues representan oportunidades
de segunda clase, en un alto porcentaje de segunda opción; de
carácter terminal, no propedeútico hacia estudios de nivel
superior y con alta concentración geográfica en las mismas
cuatro principales áreas urbanas en donde se concentra también
la oferta de educación superior tradicional, en un país
caracterizado por numerosas ciudades pequeñas e intermedias y
por diversas regiones altamente diferenciadas entre sí. Estas
instituciones han servido, más bien, para captar el exceso de
demanda que no logra acceder a las pocas instituciones y áreas
del saber en que se concentran las preferencias y la matrícula.
Este tipo de instituciones se caracterizan, además, por ser de
poco tamaño, por exigir menores requisitos de ingreso (puntaje
del Examen de Estado), y por tener una escasa cobertura en la educación
superior (12.2%). Cerca de la mitad de estas instituciones tiene menos
de 1,000 estudiantes. Hay 15 instituciones con menos de 100 estudiantes
cada una. El promedio de estudiantes en las instituciones técnicas
es de 487 y de 938 en las Instituciones Tecnológicas, mientras
en las Universidades es de 4,716 estudiantes (ICFES, 1996).
La gran mayoría de las instituciones actualmente denominadas técnicas
y tecnológicas no pueden ofrecer una educación técnica
y tecnológica de la calidad y nivel que requiere la modernización
del país. Algunas de las razones son las siguientes:
• Su tradición intelectual no tiene
nada que ver con la técnica y la tecnología modernas.
Es notable la alta heterogeneidad y dispersión en los programas
ofrecidos, conformados por áreas tan disímiles como administración,
contaduría, ventas y mercadeo, electrónica, mecánica
automotriz, gerontología, trabajo de la madera, cosmetología,
etc.
• El concepto prevaleciente de educación técnica como formación
para oficios, que sólo requieren dominio práctico e instrumental,
y poco conocimiento de ciencias y saberes generales, en contravía de las
exigencias de calificación en la estructura ocupacional moderna.
• Se reconoce también que aún la formación práctica
ofrecida es reducida, y que pocos docentes han tenido experiencia laboral, desconociendo
así las dinámicas y transformaciones en el mundo del trabajo.
• La atrasada e insuficiente dotación de talleres, laboratorios,
insumos, materiales, bibliotecas, e infraestructura técnica y pedagógica
requerida para ofrecer una educación de calidad.
• La oferta de estas instituciones se concentra en programas de bajo costo
financiero y, en particular, en carreras que no requieren altas inversiones y
que cuentan con una alta demanda estudiantil. La oferta se ha concentrado en
el área administrativa, de economía y contaduría, dejando
descubiertas otras áreas en donde se están produciendo las mayores
transformaciones tecnológicas, como en el campo de las telecomunicaciones,
el metalmecánico, la electrónica, la agroindustrial.
• La mayoría de las instituciones tiene un tamaño reducido
y un limitado coeficiente alumnos/programa, lo cual se traduce en altos costos,
con el consiguiente detrimento de la calidad.
• Asimismo, la ausencia de comunicación e intercambio con instituciones
de investigación y desarrollo tecnológico. En general, desvinculación
con la producción y circulación de conocimientos científicos
y tecnológicos.
• La escasa diferenciación en el mercado de trabajo entre los niveles
técnico y tecnológico, que ofrezca a los empleadores señales
claras para la vinculación, remuneración y promoción de
los egresados de estos niveles.
• Lo anterior está estrechamente relacionado con la poca diferenciación
entre la formación técnica y la tecnológica. Esta sólo
se diferencia de la primera por número de semestres adicionales, mas no
por la fundamentación científica que requiere, ni por resultados
visibles como la creación o innvación tecnológica, la producción
de patentes o de prototipos. Débil caracterización de la educación
técnica y tecnológica, hasta el punto de que en muchos casos es
imposible distinguir el perfil técnico o tecnológico de algunos
programas, que se presentan más bien como carreras profesionales cortas.
• Asimismo, la mayor oferta de programas técnicos y tecnológicos
se ha concentrado en las grandes ciudades, desatendiendo a las regiones con gran
riqueza natural y de escaso desarrollo socio-económico, en las que son
pocas oportunidades de formación del recurso humano que atienda problemas
básicos como los de saneamiento ambiental, nutrición, vías
de comunicación, producción agropecuaria, etcétera. En las
tres principales áreas urbanas del país se ubica el 68% de las
instituciones técnicas y el 65% de las tecnológicas.
Es evidente que estas grandes carencias no pueden
suplirse a mediano plazo pues además de grandes inversiones
en personal docente altamente calificado, y en la organización
de centros o institutos de investigación en Ciencias Sociales
y Naturales, implicaría un cambio radical en la concepción
vigente de reducir la educación técnica y tecnológica
a la formación para oficios semicalificados.
La principal función de estas instituciones ha consistido en desviar
la alta demanda por educación superior, hacia modalidades e instituciones
de segunda clase, terminales, reduciendo así la presión
por reformas al status quo de la universidad tradicional, tanto pública
como privada. Esta situación ha beneficiado principalmente a unas
pocas universidades públicas que concentran la mayor parte de
la demanda social por oportunidades educativas, pues la expansión
(¿proliferación?) de instituciones no-universitarias de
baja calidad ha transferido la responsabilidad de aumentar la cobertura
y ofrecer educación de calidad, desde el Estado y las universidades
públicas, al estudiante individual quien debe encontrar alguna
solución a su demanda por educación.
Por otra parte, las universidades públicas centradas en la cultura “académica” tradicional
no han integrado la educación técnica y tecnológica
en sus ofertas de formación. Una importante razón es la
subvaloración de este tipo de educación, percibida como
formación práctica, instrumental, carente de bases científicas
generales, orientada a oficios y ocupaciones de baja calificación
y generalmente ofrecida a estudiantes pobres y menos capaces. Otra razón
es el concepto prevaleciente de que la educación tecnológica
es una modalidad terminal, que nada tiene que ver con las ingenierías.
Estas concepciones han impedido un pensamiento creativo sobre las posibilidades
de integración de la educación técnica y tecnológica
en las ofertas de formación, y sobre los beneficios potenciales
que esto generaría en las universidades.
La situación anterior ha generado una gran carencia de recursos
humanos con alto nivel de calificación técnica y tecnológica,
evidenciada sobre todo en los sectores productivos modernos.
A estos problemas debe añadírsele la ausencia o debilidad
de la actividad investigativa, y el predominio del personal docente de
cátedra (75% en muchas instituciones), lo cual inscribe a estas
instituciones en el patrón de formación práctica
e instrumental, que caracteriza a muchas de las llamadas Universidades
e Instituciones Universitarias en el país.
La hegemonía del ethos de este patrón de formación,
sobre el de formación para la generación de conocimientos,
sustenta un modelo pedagógico que privilegia el aprendizaje pasivo,
repetitivo, memorístico, libresco y convergente –expresado
claramente en el término ”dar o dictar clase”– en
lugar de la formación para el aprendizaje autónomo y permanente,
para la libre indagación, la búsqueda de respuestas a problemas
complejos, la solución de problemas, y otras competencias intelectuales
de análisis simbólico que caracterizan al investigador,
al científico y, en general, a todo profesional con espíritu
crítico y creativo17 . Tampoco se le otorga importancia a la formación
de la capacidad científico-tecnológica endógena,
requerida tanto para la modernización de las fuerzas productivas,
como para la generación de un pensamiento crítico y una
capacidad de formulación de alternativas a los múltiples
problemas del desarrollo del país.
La formación de estas competencias generales es imposible en el
contexto pedagógico anteriormente descrito, el que enfatiza la
calificación práctica, instrumental, específica
a perfiles ocupacionales estrechos. Este tipo de calificación
deviene rápidamente obsoleta, afectando negativamente la trayectoria
ocupacional del egresado y haciéndolo altamente vulnerable a cambios
en el empleo y en los requerimientos de calificación.
Perspectivas u opciones de política
La problemática hasta aquí expuesta
exige la identificación de un conjunto de opciones de politica
orientadas a lograr los siguientes tres propósitos:
1. La reconceptualización de la educación tecnológica
como formación de capacidades para la investigación y el
desarrollo tecnológico en diversos sectores de la producción
y los servicios. Su lugar institucional puede ser en las universidades
y/o en instituciones especializadas en este tipo de conocimiento y con
fuerte identidad en él (Instituciones Tecnológicas).
En concordancia con una amplia experiencia internacional la educación
tecnológica puede ser conceptualizada como el primer ciclo de
la educación en ingenierías. Esto le permitiría
a las facultades de ingeniería tradicionales ofrecer un primer
ciclo de “ingeniero técnico” o “ingeniero tecnólogo” o “ingeniero
práctico”, o alguna otra de las diversas denominaciones
internacionales, seguido por un segundo ciclo profesional.
A este segundo ciclo podrían ingresar graduados del primer ciclo
de diversas otras facultades de ingeniería y/o instituciones tecnológicas,
de acuerdo con la reglamentación de una Formación Básica
Común a todos los estudiantes de primer ciclo en ambos tipos de
instituciones.
Lo anterior implica la necesidad de definición de los criterios
y contenidos curriculares de dicha Formación Básica Común
en esta área del conocimiento.
El primer ciclo tecnológico, ofrecido por instituciones tecnológicas,
debe incluir la Formación Básica Común, que le permita
a sus estudiantes la posible continuación de estudios en el segundo
ciclo de ingenierías.
Las instituciones tecnológicas de mayor desarrollo académico
e institucional también pueden ofrecer el segundo ciclo de formación
tecnológica, el que será equivalente a la educación
del ingeniero en la respectiva área del conocimiento.
Las instituciones tecnológicas de mayor desarrollo académico
e institucional podrán, asimismo, transformarse en Universidades
Tecnológicas, de acuerdo con las características académicas
de este tipo de instituciones en la experiencia internacional, las que
serán definidas y acreditadas por los organismos competentes (ICFES,
CNA (Consejo Nacional de Acreditación), Comisión Consultiva,
etc.)
2. Las actuales Instituciones Técnicas de mayor desarrollo institucional
y académico podrán transformarse en Instituciones Tecnológicas.
Actualmente, las mejores instituciones técnicas son de facto Tecnológicas,
pues la educación técnica moderna deviene naturalmente
en tecnológica debido a la necesidad tanto de mayor fundamentación
científica y metodológica como de formación de capacidades
de análisis simbólico y de formación integral en
los estudiantes. Por esta razón resulta redundante e innecesaria
la existencia de dos denominaciones diferentes (técnica y tecnológica)
sin diferencias conceptuales significativas entre ambas.
El problema reside en la existencia, en el nivel de educación
superior, de un concepto de educación técnica como formación
práctica, instrumental, para ocupaciones u oficios de baja calificación.
Para este tipo de formación profesional o calificación
ocupacional existen diversas instituciones, como el SENA o diversos tipos
de programas no formales de capacitación. Por tanto, no es posible
seguir aceptando este concepto de educación técnica en
el nivel de educación superior.
3. Necesidad de una nueva denominación para las instituciones
de educación superior profesional, distintas a las universidades.
Actualmente existen en el país 70 instituciones (75% privadas)
que no son universidades pero que ostentan la denominación ambigua
y confusa de “Instituciones Universitarias”. En las clasificaciones
internacionales de tipos de instituciones (OCDE) éstas corresponderían
a la categoría de non university education. La gran mayoría
de sus programas se concentran en unas pocas profesiones liberales y
nuevas carreras con mercado, y son programas similares a los ofrecidos
por numerosas Instituciones Técnicas y Tecnológicas, que
tienen esta denominación porque la Ley 30 no ofrece denominaciones
alternativas, pero que no tienen ni interés ni identidad ni tradición
en el conocimiento técnico y tecnológico.
Para todo este gran conjunto de instituciones sin clara identidad ni
denominación se hace necesaria una nueva denominación que
las agrupe y les otorgue un mínimo de identidad.
Esta nueva denominación podría ser “Educación
Superior Profesional” o cualquier otra que denote su carácter
no-universitario y su identidad en la formación profesional de
nivel superior. La reciente experiencia internacional de diversificación
de la oferta institucional ofrece numerosas denominaciones para este
tipo de educación, distinta a la universitaria y alternativa a ésta18 .
Referencias
“ Diagnóstico de la Educacion Técnica y Tecnológica
en Colombia” (1997). ACIET-ACICAPI, Documento presentado a la Comisión
ICFES para el fortalecimiento de la Educación Técnica y Tecnológica.
GÓMEZ, V. M. (1996). La Educación Tecnológica en
Colombia. ¿Educación terminal ó primer ciclo de
las Ingenierías y las Ciencias?, Bogotá, Universidad Nacional.
GÓMEZ, V. M. (1997). “III. Caracterización de las
modalidades Técnica y Tecnológica durante la vigencia del
Decreto 080 (1980-1992)”, en Evolución y estado actual del
pensamiento sobre Educación Técnica y Tecnológica
de nivel superior en Colombia, ICFES-ASCUN.
GÓMEZ, V. M. (2001). “Necesidad de alternativas a la universidad
tradicional en Colombia”, en Orozco, L. E. (org) Educación
Superior, Desafio Gobal y Respuesta Nacional. I y II, Bogotá,
Universidad de los Andes.
ICFES (1996). Estadísticas de la Educación Superior. Resumen
Anual.
MAcGRATH, D. The Bologna Declaration and Engineering Education in Europe.
OCDE (1991). Alternatives to Universities, París.
REICH, R. (1991 ). The Work of Nation, Vintage Books, (hay edición
en español por Vergara Eds., Bogotá, 1993)
Pies
8 Las
primeras son aquellas que supuestamente acreditan su desempeño
con criterio de “universalidad” en la investigación,
en la formación en disciplinas y profesiones, y en la producción
y transmisión del conocimiento y la cultura. Las segundas
están facultadas para ofrecer programas de formación
en disciplinas, profesiones y ocupaciones. Las últimas sólo
están facultadas para ofrecer programas de formación
en ocupaciones de carácter operativo e instrumental (artículos
16, 17, 18 y 19)..«volver«
9 La
alta sustituibilidad laboral es un poderoso indicador de la mala
calidad de la formación
ofrecida, pues sólo es posible sustituir –rápida
y eficazmente– a recursos humanos de baja calificación,
de poca complejidad y duración en su formación. Además,
el exceso de oferta de recursos humanos en algunas áreas del
conocimiento, ocupaciones o especialidades, genera otras formas de
sustitución laboral: personal más calificado o egresado
de instituciones de mayor calidad y prestigio, al mismo o equivalente
nivel salarial (fenómeno de la devaluación educativa)..«volver«
10 Esta
estrategia condujo al proceso de “transformación” institucional, por el cual
la mayoría de las actuales Instituciones Técnicas y
Tecnológicas quiere dejar de serlo con el fin de convertirse
en “Instituciones Universitarias” y posteriormente lograr
el deseado estatus de Universidad.«volver«
11 En
el 2000, el 75% de las preferencias por educación superior se concentró en las universidades
tradicionales, preferentemente por unas pocas de carácter
público. Sólo el 4.8% expresó preferencia por
instituciones tecnológicas y el 4.5% por instituciones técnicas
(SNP-ICFES. 2001).«volver«
12 Este
carácter terminal es un evidente despropósito en la
lógica de formación continua de recursos humanos calificados,
desde los menores hasta los mayores niveles del conocimiento, con
el propósito de aumentar y calificar continuamente el “stock” nacional
de talento, base de la productividad y la competitividad. Además
es una situación altamente inequitativa para los estudiantes
y egresados de estos tipos de educación, lo que refuerza aún
más los problemas de bajo estatus social y educativo de estas
modalidades. .«volver«
13 En
Colombia existe un conjunto de instituciones que no son universidades
pero que asumen la denominación
ambigua de “instituciones universitarias”, y que en realidad
corresponden a la clasificación internacional (OCDE) de non-university
education. Actualmente hay 70 instituciones de este tipo, el 75%
privadas, y en las que se concentra el 13.6% de las solicitudes de
pregrado y el 23.5% de la matrícula de este nivel. Es muy
poco lo que se conoce sobre las características específicas
de este tipo de instituciones, mal llamadas “universitarias”.
En general, este tipo de instituciones han pretendido convertirse
en “universidades” tradicionales, con el objetivo de
lograr mayor estatus educativo y social. La mayoría de sus
programas se concentra en las cinco tradicionales áreas profesionales
en las que se ha concentrado desde hace mucho tiempo la oferta de
educación superior en el país (Medicina, Derecho, Ingeniería,
Educación, y Economía y Administración), con
escasa participación en las Ciencias Naturales y Sociales.
Su oferta también se concentra en las cuatro principales áreas
urbanas del país. No existen estudios específicos –ni
de carácter descriptivo ni evaluativo– sobre las características
particulares de este tipo de intituciones en Colombia: sus antecedentes
y evolución histórica, la heterogeneidad de propósitos
y condiciones institucionales, las características socio-demográficas
de su población estudiantil, las características académicas
y laborales de su cuerpo profesoral, sus condiciones de infraestructura,
las prácticas pedagógicas prevalecientes, los efectos
de la Ley 30 sobre estas instituciones, las principales tendencias
y propósitos institucionales respecto al futuro, etc. Las
dimensiones “cualitativas” de este tipo de instituciones
son desconocidas.«volver«
14 Según
cálculos del DNP (Departamento Nacional de Planeación)
el valor en pesos constantes de 2000, de carreras cortas por estudiante
es de $4.6 millones y de $11.1 millones para carreras largas. Por otra
parte, sólo el 12% de los estudiantes de nivel superior proviene
de los dos primeros quintiles de la población (DNP-UDS. 2002).«volver«
15 Esta
dificultad también fue evidente en el Decreto 080, cuya ambiguedad
conceptual al respecto dificultó la normatividad de estas modalidades
educativas.«volver«
16 En
estas instituciones la matrícula se concentra en programas de
Administración, Contaduría y afines.«volver«
17 En
la nueva sociedad del conocimiento, éste está siempre
en proceso de renovación, por lo que se requiere una formación
básica, centrada en el desarrollo de las capacidades intelectuales
del más alto nivel (conceptualización, abstracción,
racionamiento lógico, etc.), llamadas por R. Reich como las
capacidades de análisis simbólico, que le permitan al
individuo el aprendizaje continuo y permanente, tanto en la educación
formal como en el lugar de trabajo..«volver«
18Sólo unas pocas
de las 66 instituciones tecnológicas y de las 53 instituciones
técnicas profesionales actuales estarían interesadas
en continuar como Instituciones Tecnológicas y/o de convertirse
en las nuevas escuelas tecnológicas. En efecto, se trata de
numerosas instituciones sin ninguna identidad con ni interés
en el conocimiento tecnológico, típicamente orientadas
a la formación profesional en Administración, Contaduría
y Mercadeo, y otras áreas de formación profesional, sustancial
y cualitativamente distintas de la educación tecnológica
moderna..«volver«
Análisis Temático
Educación Tecnológica: Preparación de la juventud
para su incorporación en la sociedad moderna
Michael Schorr Wiener
Profesor visitante en universidades de México, España
y Argentina
Benjamin Valdez Salas
Jefe del área de corrosión
y materiales del Instituto de Ingeniería de la Universidad Autónoma
de Baja California
Guillermo
Hernández-Duque
Delgadillo
Rector de la Universidad Politécnica de Aguascalientes
Correo e: [email protected]
Resumen
La educación tecnológica es parte integral de un sistema
de desarrollo económico, cuya misión es incorporar a
la enseñanza el progreso científico y tecnológico.
La tecnología trasciende su dimensión técnica
para ofrecer a la sociedad servicios útiles, ejerciendo una
influencia positiva a través de la enseñanza, el aprendizaje
y el entrenamiento laboral. Así, la ciencia, la educación,
la tecnología y la producción se unen para formar el
círculo del progreso y la modernización.
Palabras clave: Educación tecnológica, vinculación,
desarrollo.
Abstract
Technological education is an internal portion of the economic development,
which mission is the incorporation of scientific and technological
progress to teaching. Technology transcends its technical dimension
and renders useful services to society, therefore having a positive
influence through teaching, learning and professional training. Thus,
science, education, technology and production work hand in had in the
creation of the circle of progress and modernization.
Key words: Technological education, linkage, education.
Introducción: aspectos
históricos y sociales
La educación, como la formación de los niños
y jóvenes, es una de las actividades y disciplinas más
antiguas de la sociedad organizada. Ya en la Biblia y el Corán,
y en los escritos de los filósofos griegos y romanos se destaca
el papel central de la educación como medio para la preparación
del ser humano y su integración completa en la sociedad.
El desarrollo científico y tecnológico de la Revolución
Industrial (siglo XIX) y la Revolución Tecnológica (siglo
XX) ha transformado las sociedades rurales del pasado en sociedades
industriales en las cuales la educación ocupa un lugar primordial.
Durante la Revolución Industrial se desarrollan y aplican nuevos
materiales: el acero y el concreto reforzado para la construcción
de los elementos de la infraestructura, nuevas maquinas y navíos
que utilizan la energía del vapor de agua y los sistemas mecanizados
de producción en masa. En el siglo XX, en una secuencia acelerada
nunca conocida en la historia de la humanidad, se inventan y se usan
el automóvil, el avión, el barco transatlántico,
el telégrafo inalámbrico, el foco de luz eléctrica,
la radio, la televisión, los materiales sintéticos, el
transistor, la computadora, los satélites, la inteligencia artificial,
Internet, la genética... Todo este vigoroso desarrollo científico
y tecnológico, exige la preparación, capacitación
y entrenamiento de millones de ingenieros, técnicos, trabajadores
especializados, con conocimiento teórico y práctico de
física, química, electrónica, mecánica,
electricidad, computación, informática, comunicación,
para la producción masiva de todos estos equipos, su operación
y mantenimiento, para asegurar su funcionamiento continuado y alargar
su vida útil a un costo mínimo.
El aparato organizacional y burocrático del Estado moderno democrático
exige la participación de personas con educación científica
y técnica, básica y aplicada, en las variadas ramas de
la ingeniería y la manufactura. Todas estas exigencias deben
y puede proveerlas la educación tecnológica nacional,
basada en las necesidades e intereses de las economías nacionales
y globales.
La educación tecnológica: rama vital del sistema nacional
de educación
La educación tecnológica como parte de un sistema general
de instituciones de enseñanza esta basado en doctrinas y metodologías
socio-económicas, que acompañan y se adaptan al intenso
ritmo del progreso científico y técnico, orientado hacia
la innovación y la difusión tecnológica e industrial,
promotores de la economía nacional. Con el crecimiento de las
actividades de la educación tecnológica, ella se va ampliando
y diversificando, se hace más compleja y exige de las instituciones
de enseñanza la formulación e implantación de
programas de desarrollo, administración, investigación,
activos y actualizados, para responder a los retos de una sociedad
tecnológica avanzada.
La característica de la educación tecnológica
radica en registrar, sistematizar, comprender, asimilar y utilizar
el concepto de tecnología para convertirlo en un elemento de
enseñanza y capacitación, en beneficio del estudiante
y de su generación como futuros operadores de un sistema socio-económico
justo y avanzado. En este sentido, la tecnología trasciende
a una dimensión puramente técnica, puesto que involucra
aspectos básicos de ingeniería e industria como son diseño,
planificación, manufactura, producción, calidad, seguridad,
salud laboral, gerencia, mercados, asesoría, con el objeto de
ofrecer a la sociedad procesos, materiales, estructuras, instrumentos,
productos y servicios, útiles a la nación y la humanidad.
De esta manera, la educación tecnológica ejerce una influencia
positiva, creativa e innovadora en el proceso enseñanza-aprendizaje-entrenamiento
y es así, que la ciencia, la tecnología, la educación
y la producción se unen y complementan formando la base del
progreso y la modernización de la sociedad y la nación.
La educación tecnológica debe incluir también
el estudio de las humanidades, historia, religión, arte, literatura,
etcétera, para crear una personalidad sensible, culta y educada,
capaz de comprender y ubicarse en el mundo complejo e inestable del
siglo XXI.
Educación tecnológica en México
La educación tecnológica en México esta íntimamente
ligada a tres elementos básicos del país:
• El desarrollo económico nacional
•
La necesidad de personal capacitado en las industrias, la infraestructura,
los servicios públicos, etcétera.
•
La SEP y el sistema de instituciones de educación y enseñanza.
México está atravesando un intenso proceso dinámico
de industrialización y modernización como resultado del
Tratado de Libre Comercio (TLC o NAFTA) con un crecimiento y mejoramiento
continuo de la economía. En forma paralela a este proceso, puesto
que así lo exige, se ha incrementado la educación técnica
y la formación profesional de la nueva generación para
satisfacer la demanda permanente de personal capacitado para organizar,
manejar, operar y mantener las empresas, fábricas, plantas,
involucradas en esta enorme actividad.
Tomando en cuenta esta situación, la SEP, en el transcurso de
las últimas décadas, ha ido modificando y adaptando las
instituciones de enseñanza y educación de acuerdo a esta
nueva modalidad. Así se ha fortalecido la educación tecnológica
al crearse el “Sistema Nacional de Institutos Tecnológicos” (SNIT),
que abarca todas las regiones del país, en forma integrada.
En el marco de una actividad concertada se estableció una amplia
red de escuelas, universidades públicas y privadas, universidades
tecnológicas, institutos tecnológicos y politécnicos,
con un contenido y programación pragmáticos, centrados
en la educación tecnológica.
Una función especial, en este entorno, lo cumplen las “Universidades
Tecnológicas” (UT), presentando una oferta de educación
superior de alta calidad, que responde a las necesidades del sector
productivo. Estas universidades destacan el aspecto de la vinculación
industrial-empresarial para asegurar el conocimiento práctico
y facilitar el acceso de sus estudiantes y egresados al mercado laboral.
El gobierno federal promueve un nuevo modelo de Universidad Politécnica,
que ofrece carreras cortas, licenciaturas y especialidades. Los egresados
de escuelas tecnológicas, podrán alcanzar la licenciatura
en estas universidades.
Esta variada gama de instituciones tecnológicas asegura una
diversificación de la oferta de estudios en educación
superior y ofrece a los jóvenes una amplia selección
para seguir la mejor carrera según su orientación personal.
Por otro lado, las universidades públicas y privadas realizan
cada vez más actividades de vinculación con el sector
productivo y participan con la formación de recursos humanos
de alto nivel a través de la creación de posgrados en
ingeniería, resolución de problemas tecnológicos
en los sectores público y privado y la generación de
conocimiento nuevo. Aunado a esto el Sistema Nacional de Investigadores
(SNI) ha convocado en fechas recientes a la incorporación de
tecnólogos en el nivel III, como un estímulo al liderazgo
en el desarrollo de tecnología en México.
Educación tecnológica en Israel
La educación tecnológica en Israel
se concentra, principalmente, en dos instituciones:
• Tecnion – Instituto de Tecnología de Israel,
situado en la ciudad mediterránea de Haifa, con un puerto comercial
e industrias convencionales y avanzadas en el norte del país.
Esta es una universidad tecnológica de alto nivel científico
y tecnológico que otorga títulos de licenciatura, maestría
y doctorado en todas las ciencias básicas y aplicadas, y todas
las ingenierías, incluyendo ingeniería biomédica,
aeronáutica convencional y espacial, medicina, computación,
información, biotecnología, genética molecular,
etc.
•
El Tecnion fue creado en los años de la primera guerra mundial
(1914-1918) con la activa participación de inmigrantes de Europa,
entre ellos colegas de científicos de la talla de Albert Einsten,
quien apoyó a este instituto y lo visito en 1920, y hasta la
fecha se conserva como reliquia histórica en los jardines del
antiguo edificio del Tecnion, una esbelta palmera que fuese plantada
por este ilustre científico.
•
El Tecnion cuenta con una facultad dedicada exclusivamente a la educación
tecnológica, donde se preparan los maestros y profesores que
impartirán las ciencias e ingenierías en escuelas tecnológicas
secundarias, preparatorias y superiores de Israel. El Tecnion ofrece
becas a estudiantes del exterior y muchos estudiantes mexicanos han
realizado y realizan estancias cortas o estudios completos, graduándose
en diversos campos de la ciencia, tecnología e ingeniería.
Se puede obtener mayor información en www.technion.ac.il.
•
ORT – es una red internacional de escuelas y universidades tecnológicas,
cuya central se encuentra en Israel. Su actividad primordial es educación
tecnológica, constituyendo la mayor organización de estudios
y capacitación vocacional de Israel. Los programas de ORT incluyen
las tecnologías avanzadas, ciencias de la salud y del medio
ambiente, desarrollo urbano y rural, transportes e infraestructura
vial, capacitación en temas bancarios, agrícolas e industriales,
cursos de actualización profesional, etc.
ORT opera en 20 países, incluyendo una escuela vocacional en la ciudad
de México, establecida con la bondadosa financiación de un filántropo
mexicano, el Sr. Max Shein, recientemente fallecido.
ORT ha establecido su propio servicio global de educación a distancia
dentro de Internet: ORTnet, que conecta World ORT y otras fuentes electrónicas
de información.
Cooperación técnica México-Israel
Durante la última visita a Israel del entonces Presidente Ernesto
Zedillo se firmó un Tratado de Libre Comercio entre México
e Israel. En el marco de este acuerdo funciona un convenio sobre cooperación
técnica en el campo de la ciencia y tecnología, incluyendo
educación tecnológica, principalmente en los siguientes
campos:
• Los problemas de salud pública
•
El desarrollo agrícola
•
La conservación de suelos
•
La desalación de agua
• El aprovechamiento de agua de riego
•
La planificación de la explotación de los recursos naturales
e industriales y su desarrollo
•
La aplicación de la energía nuclear con fines pacíficos
Varios embajadores de México en Israel han fomentado y organizado
en Israel cursos de capacitación tecnológica en áreas
de interés económico para México, como acuicultura,
sistemas de riego automático, educación tecnológica,
desarrollo agrícola y desalación de agua. Esta actividad
continuará para fortalecer las relaciones de amistad y cooperación
entre México e Israel.
Análisis Temático
Las universidades politecnicas un nuevo modelo en
el sistema de educación superior en México
Introducción: aspectos
históricos y sociales
Eduardo L.
de la Garza Vizcaya
Profesor titular
CBI, Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco.
Correo-e: [email protected]
Resumen
El modelo de las universidades politécnicas rompe con la formación
tradicional de los ingenieros en el país, sus estudios se realizan
en dos años durante seis cuatrimestres,. Adicionalmente, se
pide a los egresados que lleven a cabo una estancia en la industria
con una duración de quince semanas, equivalente a un cuatrimestre
adicional, antes de otorgarles el título. El modelo de las nuevas
universidades politécnicas se ha ido construyendo y definiendo
en el último año. Las universidades politécnicas
están diseñadas en tres etapas: una que otorga el grado
de técnico superior universitario en dos años intensivos;
otra, en un año más que da la licenciatura, y la última,
en un cuarto año que otorga la especialidad tecnológica.
Palabras clave: Educación tecnológica, modelo educativo,
políticas públicas.
Abstract
The polytechnical university model breaks the
traditional training concept of engineers in Mexico: studies are
conducted in two years
with six four-month periods. Moreover, graduates are requested to spend
fifteen weeks in the industry – an additional four-month period – before
the diploma is granted. The model of new polytechnical universities
has been built and defined during the past year. Polytechnical universities
have been designed in three stages: one that grants the técnico
superior universitario diploma after two intense years; another, grants
the bachelor’s degree after one additional year and the last
includes technological specialty after a total of four years.
Key words: Technological education, education model, public policies.
Las universidades politécnicas nacen como un nuevo modelo de
instituciones públicas de educación superior, durante
2002. Desde el año anterior, la Universidad Politécnica
de San Luis Potosí, situada en la capital del estado, había
iniciado sus actividades. En mayo de 2002, lo hace la del Estado de
Hidalgo, cuya sede es Tulancingo, y en septiembre de este mismo año
la de Aguascalientes. Finalmente, en enero de 2003, inicia actividades
la de Zacatecas, ubicada en Fresnillo. La primera fue una iniciativa
que se generó y desarrolló desde la Secretaría
de Educación del estado de San Luis Potosí. No así las
otras tres, las cuales surgen estrechamente vinculadas al modelo de
las universidades tecnológicas. La Coordinación General
de las Universidades Tecnológicas ha jugado un papel importante
en su desarrollo. Recientemente, la SEP por boca del subsecretario
de Educación Superior e Investigación Científica
anunció para 2004, la construcción, de tres universidades
politécnicas más (La Jornada, 2003: 57).
El modelo de las universidades tecnológicas, por su parte, inició desde
1991 con las de ciudad Nezahualcóyotl en el Estado de México,
Aguascalientes, en la capital del estado y Tula-Tepeji, en Hidalgo;
la población de las tres ascendía a 426 estudiantes en
ese año (CGUT, 2000). Hasta 2001 se habían constituido
ya 44 universidades, en 24 entidades federativas, las que atendían
una población de 36,359 estudiantes, 68% de ellos del área
de ingeniería y tecnología (Anuies, 2002). A principios
de 2003, se había aumentado su número en ocho instituciones
más, sumando 52, y la población se estimaba ya en 60,000
estudiantes (La Jornada, 2003: 57). La oferta de estas instituciones
es la de técnicos superiores universitarios, correspondiente
al nivel 5B, en la clasificación de la UNESCO (1997). Los estudios
se realizan durante seis cuatrimestres, en dos años. Adicionalmente,
se pide a los egresados que lleven a cabo una estancia en la industria
con una duración de quince semanas, equivalente a un cuatrimestre
adicional, antes de otorgarles el título.
En su momento, a las primeras generaciones de egresados de las universidades
tecnológicas se les ofreció que, con un año adicional
escolarizado, podrían recibir el título de licenciatura.
Entonces, se tenía la idea de que las mismas universidades podrían
desarrollar el plan de estudios y ofrecer el año faltante. Pronto,
se echó marcha atrás, pues el antiguo subsistema de institutos
tecnológicos federales existente tiene todavía capacidad
instalada para un número mayor de alumnos. No parecía
conveniente duplicar la inversión, sobretodo, considerando que
las licenciaturas de ingeniería requieren insumos, laboratorios
y talleres, sumamente costosos. Por otra parte, lo anterior parecía
minar la misma idea de la formación de los técnicos superiores
universitarios, los cuales se buscaba encontraran su lugar en la aceptación
de la sociedad y rompieran con la idea prevaleciente de que este estatus
otorgaba a los egresados una credencial de menor valía en el
mercado ocupacional.
Las primeras generaciones de egresados de las universidades tecnológicas
llegaron a crear un problema de índole política que se
intentó resolver, en parte, negociando con algunas instituciones
como el Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec, en el
Estado de México, la revalidación completa de los estudios
previos, para continuar alguna de las carreras que ahí se ofrecen.
La Universidad Tecnológica de León implementó un
diplomado que pretendía fuera cursado por los técnicos
superiores, a su regreso de la estancia en la industria, con la intención
de otorgarles a su término el título de licenciatura.
El subsistema federal de institutos tecnológicos se rehusó a
aceptar automáticamente a los egresados al tercer año
de la licenciatura, y pidió que los solicitantes se sometieran
a exámenes para ser ubicados según sus resultados. En
2002 se estimaba que había aproximadamente 1,800 técnicos
superiores que se encontraban cursando alguna de las licenciaturas
en los institutos tecnológicos del subsistema y que éstos
habían obtenido en promedio una revalidación de sólo
el 60% de los estudios previos19 . En fechas recientes se firmó un
acuerdo con el sistema de la Universidad del Valle de México,
institución privada con sedes en varios estados, para la revalidación
de los estudios a los egresados.
Se consideraba que el constreñir la movilidad de los titulados
del subsistema de universidades tecnológicas, al no permitir
su acceso a los títulos del nivel de licenciatura, como una
extensión de los estudios previos, traía consigo un desperdicio
que no debería permitirse el sistema de educación superior.
De ahí, entonces, que la política asumida desde 2000
(ANUIES, 2000: 198; La Jornada, 2003: 57)20 de ampliación de
la oferta de educación tecnológica podría mantenerse
y a la vez lograr una mayor diversificación, con un nuevo subsistema
de nivel 5A, que a la par que ofrecía estudios equivalentes
a las licenciaturas tradicionales de cinco años, pero en planes
intensivos a cubrirse en nueve cuatrimestres durante sólo tres
años, permitiría que los técnicos superiores egresados
de las universidades tecnológicas, después de su estancia
en la industria, cursaran un año más y obtuvieran el
título de licenciatura.
El modelo de las nuevas universidades politécnicas se ha ido
construyendo y definiendo en el último año. Recientemente,
el subsecretario de Educación Superior e Investigación
Científica declaró que las universidades politécnicas
están diseñadas en tres etapas: una que otorga el grado
de técnico superior universitario en dos años intensivos;
otra, en un año más que da la licenciatura, y la última,
en un cuarto año que otorga la especialidad tecnológica
(La Jornada, 2003: 57).
Los estudios de licenciatura en tres años, sobre todo en ingeniería,
tenían un antecedente en la oferta de la Universidad Tecnológica
de México (UNITEC), aunque la población que se inscribe
y cursa esa modalidad en esta institución es casi inexistente
en la práctica. La mayor parte de los planes y programas de
la Universidad Autónoma Metropolitana son de cuatro años,
divididos en 12 trimestres de 12 semanas cada uno. Las carreras de
ingeniería que ahí se imparten, diez en Azcapotzalco
y siete en Iztapalapa tienen esa duración. Otras instituciones,
como el Instituto Tecnológico de Sonora, tienen también
programas de cuatro años. Casi en la totalidad del resto de
las instituciones de educación superior públicas y particulares
del país, los programas de ingeniería preven una duración
de entre cuatro y medio y cinco años. Aun programas de reciente
creación, integrados a modelos nuevos como el de la Universidad
de la ciudad de México, cuyas actividades iniciaron en 2001,
han sido diseñados con una duración de cinco años21 .
En la definición de la oferta de estudios con la que nacieron
las tres últimas universidades politécnicas, la posibilidad
de implantar estudios de un año complementarios a los de los
técnicos superiores no tuvo el mismo peso. La del Estado de
Hidalgo ofrece, además de la licenciatura en gestión
y administración de las peqeñas y medianas empresas,
cuya duración es de tres años, la de ingeniería
en sistemas con tres modalidades: electrónicos, en computación
y de telecomunicaciones, para los técnicos superiores universitarios,
con duración de un año. La institución se encuentra
en la ciudad de Tulancingo, en donde está la universidad tecnológica
del mismo nombre, desde 1995. No deja de ser un dato relevante el que
la rectora de la nueva universidad politécnica, haya dejado
la rectoría de la universidad tecnológica para asumir
su nuevo cargo. La Universidad Politécnica de Aguascalientes,
por su parte, ofrece cinco licenciaturas: entre ellas cuatro de ingeniería.
La quinta es en administración de negocios internacionales.
De las cinco licenciaturas, solamente dos de las de ingeniería,
mecatrónica y electrónica, se concibieron para ser cursadas
en tres años. Las otras dos de ingeniería, mecánica
e industrial, lo mismo que la de administración, se abrieron
para ser cursadas por los técnicos superiores, con duración
de un año. La Universidad de Zacatecas, por su parte, inició con
sólo dos licenciaturas con duración de tres años:
ingeniería mecatrónica y gestión y administración
de pequeñas y medianas empresas. Los planes y programas de ambas
licenciaturas repiten el diseño de los elaborados para las otras
dos universidades.
El modelo para la Universidad Politécnica
de Aguascalientes
La Universidad Politécnica de Aguascalientes nace con una cuidada
planeación que inicia desde 2001. No es aventurado decir que
su desarrollo será paradigmático para las universidades
futuras del susbsistema. Por ello, resulta interesante detenerse en
sus características.
En primer lugar, la participación de la SEP en las nuevas universidades
politécnicas, a decir por su contribución en el financiamiento,
será menor que la que tiene en las tecnológicas. En la
de Aguascalientes, la iniciativa es fundamentalmente del gobierno del
estado, a través del Instituto de Educación; la SEP sólo “colabora” en
ella (Gobierno del Estado e Instituto de Educación de Aguascalientes,
2002). Se pretende un “modelo educativo único en su tipo” que “presenta
soluciones al plan nacional como al plan estatal de educación,
siendo la punta de lanza para el perfil de educación que México
requiere para poder enfrentar los retos del nuevo milenio”. Entre
las características que se postulan para el modelo se incluyen
las siguientes: periodos cuatrimestrales, cuerpos académicos
con maestría, educación centrada en el aprendizaje, sistemas
de tutorías, estadías en el sector productivo, servicio
social integrado al curriculum y certificación de los estudios
por ciclos. La duración de los programas de las licenciaturas
será de tres años, y se deja para el futuro la apertura
de especialidades.
Aunque el documento donde se formula el modelo académico no
lo destaca, las instalaciones de la universidad se han pensado como
un espacio que propicia de manera totalizante un ambiente para el aprendizaje.
Un espacio en el que concurren diversos recursos tradicionales como
la biblioteca, la hemeroteca y los laboratorios, y otros, como las
computadoras, las comunicaciones vía satélite y el uso
de Internet. Se discute, aún, la posibilidad de dotar a los
estudiantes con su propia computadora portátil. El profesor
tendrá una función central: más que un expositor,
será un facilitador del trabajo de los estudiantes, su acompañante
mediante las tutorías y un personaje activo en el desarrollo
de nuevos materiales didácticos para conducir el proceso de
aprendizaje, incluida la ayuda de Internet. En consecuencia, el aula
se piensa distinta: como un espacio horizontal de intercambio de los
presentes, estudiantes y profesores.
Estrictamente, el modelo de la Universidad Politécnica de Aguascalientes
pretende borrar los linderos físicos de la universidad y extender
su espacio de aprendizaje haciendo suyo el de las instalaciones industriales
y empresariales. Este es un concepto pretencioso y que hasta ahora
ha fracasado en las experiencias previas de formación de ingenieros
en el país: la universidad y la industria no han conseguido
una vinculación exitosa, permanente y enriquecedora para ambas.
Esta concepción impone un reto de enormes proporciones para
sus autores que implica cambiar la cultura de industriales y empresarios,
lo mismo que de universitarios. De aquí, que los académicos
de esta universidad se piensen como gestores y acompañantes
de los estudiantes en los espacios industriales.
La justificación de la universidad, según el documento
que propone el modelo académico, hace énfasis en “la
preocupación central de las autoridades” por diversificar
los servicios de educación superior y menciona que la institución
pretende “posicionarse como una institución innovadora,
flexible y de primera línea”. La flexibilidad es entendida
como “colaboración interinstitucional, mediante redes
para el trabajo académico de alcance estatal, regional, nacional
e internacional”, que permitan “la movilidad de profesores
y alumnos”, pero también como cualidad de los planes de
estudio, “para que los alumnos puedan tener entrada y salida
en los diferentes niveles”.
El documento del modelo académico, decía en su primera
versión, que se ofrecerían estudios de educación
superior que condujeran al certificado de calificaciones profesionales,
al de ingeniero tecnólogo, a la licenciatura y a la especialidad
tecnológica. Sin embargo, las recientes declaraciones del subsecretario
de Educación Superior e Investigación Científica
dejan claro que se trata de tres niveles: el de técnico superior
universitario, el de ingeniería técnica o licenciatura
y el de especialidad tecnológica, correspondientes a dos, tres
y cuatro años de duración, respectivamente (La Jornada,
2003). Lo anterior no descarta que se otorgue un certificado de calificaciones
profesionales, al cabo del primer año.
La estructura de la universidad presenta a la Junta Directiva como
el máximo órgano de gobierno. El rector es nombrado por
el gobernador del estado de entre una terna que aquella le propone.
Existen dos órganos de participación de la comunidad,
en la que estarán representados los sectores social y empresarial:
el Patronato, quien tendrá como tarea la obtención de
los recursos, y el Consejo Consultivo de Vinculación. Finalmente,
habrá un Consejo Consultivo Financiero, cuyas funciones serán
las de sugerir acciones que mejoren la administración y captación
de ingresos y vigilar el ejercicio presupuestal de la universidad.
En lo académico, habrá un Consejo Académico y
consejos divisionales que serán “órganos de consulta
interna”.
El modelo de las carreras
de ingeniería
La sola idea de formar ingenieros en tres años parece imposible.
Sin embargo, al comparar con planes de estudio de cuatro años,
como los de la UAM, el número de horas de que se dispone, considerando
tres trimestres por año de 12 semanas, es idéntico al
que se obtiene en los nueve cuatrimestres de 16 semanas de la universidad
politécnica. La diferencia es la intensidad de los estudios.
El modelo curricular para la formación de los ingenieros propuesto
por la UPA hace su centro la resolución de problemas de ingeniería.
Lo anterior requiere que el futuro ingeniero se desempeñe en
los lugares en donde se hace la ingeniería, o donde debería ésta
de hacerse. Ante la imposibilidad de establecer estancias de los estudiantes
en las empresas industriales durante cada uno de los nueve cuatrimestres,
dados los problemas de logística que acarrearía, se han
previsto al final de los dos primeros años, con una duración
de 15 horas semanales. Las estancias tienen como objetivo la familiarización
de los estudiantes con los entornos industriales, su ejercicio en la
detección de problemas y mejoras y el desarrollo de propuestas
para su solución.
Durante los tres cuatrimestres del último año, se tiene
lo que se llama Proyecto industrial, unidad de enseñanza aprendizaje
a la que está previsto dedicar otras 15 horas a la semana. En
esta actividad se propone que los estudiantes, integrados en equipos
donde participan académicos e ingenieros de planta colaboren
en la solución de un problema real de ingeniería en un
entorno industrial. El proyecto, entonces, se pretende hacerlo corresponder
con una necesidad real de la industria, para lo cual deberá ser
financiado por ésta y convenido formalmente entre las partes.
Eventualmente, podrían derivarse de él beneficios económicos
para los participantes de los equipos.
El modelo para la formación de ingenieros establece una dosificación
de la teoría, los conocimientos de las ciencias básicas
y ciencias de la ingeniería, de acuerdo a las necesidades y
pretende romper con la práctica tradicional en el diseño
curricular, la cual concentra en el primer año las asignaturas
de ciencias básicas. Con ello, busca cambiar una situación
endémica en la formación de los ingenieros, pues atribuye
a dicha concentración gran parte de la deserción en el
primer año de los estudios. En oposición a ello, el modelo
busca aumentar la motivación de los estudiantes proporcionándoles
conocimientos prácticos desde el inicio y establece, también,
un núcleo de competencias precisas que serán obtenidas
al término de cada uno de los tres años. Estas competencias
pretenden generar habilidades en las actividades instrumentales propias
del trabajo del ingeniero: la medición, la modelación,
la optimización y la comunicación.
En el modelo se prevé la contratación de ingenieros de
las plantas industriales como personal académico de tiempo parcial,
quienes acompañarán y formarán parte de los equipos
de trabajo, constituidos por estudiantes y académicos de la
universidad que enfrentarán y solucionarán los problemas
en las propias instalaciones industriales.
El modelo de las universidades politécnicas, ciertamente rompe
con la formación tradicional de los ingenieros en el país.
Plantea preguntas no respondidas aún, como las siguientes: ¿Es
posible formar ingenieros con un curriculum de tres años, en
las condiciones actuales del sistema educativo en el país? ¿Es
posible incorporar a la industria en esta tarea, haciéndola
corresponsable? ¿Es posible lograr que los ingenieros en formación
resuelvan problemas cotidianos de la industria en su área, de
tal manera que contribuyan a aumentar su competitividad y al crecimiento
de ésta? ¿Será comparable la formación
de los egresados de este subsistema a la del sistema tradicional? ¿Será capaz
el subsistema de proporcionar la motivación suficiente, tanto
a los estudiantes como a los académicos, para perseverar los
primeros y desplegar la creatividad requerida, los segundos? Para responderlas,
habrá que seguir de cerca su desarrollo en los próximos
años.
Referencias
ANUIES (2000). La educación superior en el siglo XXI. Líneas
estratégicas de desarrollo, México, ANUIES.
ANUIES (2002). Anuario estadístico 2001, México, ANUIES.
Coordinación General de Universidades Tecnológicas (CGUT)
(2000). Universidades tecnológicas. Mandos medios para la industria,
México, CGUT-SEP, Noriega.
Gobierno del Estado e Instituto de Educación de Aguascalientes
(2002). Un nuevo modelo académico. Universidad Politécnica
de Aguascalientes Aguascalientes, Gobierno del Estado e Instituto de
Educación de Aguascalientes.
“
Busca la SEP incrementar el número de centros de educación
tecnológica”, La Jornada, México, (08.04.03).
Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (1997). Clasificación internacional
normalizada de la educación (CINE), París, UNESCO.
Pies
.
19 Para el
año 2000 los anuarios estadísticos de la ANUIES habían
registrado 20,877 egresados, a partir de 1994, año en que por primera
vez esta institución reporta la población de las universidades
tecnológicas. La CGUT, por su parte estimaba 21,155 (CGUT, 2000: 42).
De éstos, la misma fuente de la ANUIES registró 6,876 titulados,
hasta el año 2000. El dato de 1,800 titulados inscritos en el subsistema
de los institutos tecnológicos para 2000 es, entonces, relativamente
alto.«volver«
20 El
subsecretario expresaba en abril de 2003 que habría casi que duplicar
la matrícula actual de 80 mil estudiantes en programas de dos años,
60 mil de ellos en las universidades tecnológicas, para alcanzar en
2006 los 150 mil: “de cada diez profesionales que requerirá México
para su desarrollo en los próximos años, siete deben ser técnicos
superiores”. En esa ocasión, mencionó también que
la SEP buscaba incrementar el número de centros de educación
tecnológica.«volver«
21 La
UCM ofrece tres licenciaturas de ingeniería en sistemas: electrónicos
y de telecomunicaciones, electrónicos industriales y de transporte
urbano.«volver«
Análisis Temático
Los actores y las reformas
en el contexto de la educación
superior tecnológica
Elizabeth Obregón Barbosa
Profesora de tiempo
completo del Instituto Tecnológico
de Aguascalientes.
Correo-e: [email protected]
Este artículo es un producto parcial de un proyecto de investigación
que se realiza en el contexto del Doctorado Interinstitucional en Educación
con sede en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Resumen
Se discuten algunos elementos que pueden ser
de interés para
diseñadores, tomadores de decisión y especialistas acerca
de los factores vinculados a la planeación e implementación
de los procesos de reforma a partir del análisis somero de un
proceso de reforma implementado en el sector de la educación
superior tecnológica. Se destaca la importancia de identificar
la perspectiva de los actores institucionales acerca de la naturaleza
y proceso de las reformas en educación superior.
Palabras clave: Planeación, educación tecnológica,
reformas.
Abstract
Elements of relevance for designers, decision makers and specialized
professionals on issued linked to the planning and implementing of
reform processes are discussed, considering a brief analysis of a reform
process conducted in the technological higher education sector. The
significance of identifying the perspective of institutional actors
on the nature and process of higher education reforms is stressed.
Key words: Planning, technological education, reforms.
Introducción
En el ámbito de la educación superior mexicana la reforma
universitaria se ha reconocido como una necesidad ligada con el proceso
de modernización impulsado por el Estado (ANUIES, 2000) y discursivamente
se designa a la academia como el actor principal del proceso de cambio.
Sin embargo, la heterogeneidad institucional y otros factores explican
que a pesar de los diversos esfuerzos emprendidos se encuentren procesos
de reforma de todo tipo: truncados, empantanados, en proceso (Lara
García et al., 1993; Arechavala y Solís, 1999; Acosta
Silva, 2001). Si bien el concepto de reforma tiene un problema semántico –se
ha usado para aludir a procesos y acciones de distinta índole
y profundidad– (Gimeno Sacristán, 1991), de manera general
se entiende como “un cambio planeado en educación superior” que
puede implicar transformaciones de naturaleza curricular, estructural
u organizacional (Altbach, 1991) y cuya intención es positiva,
es decir, su objetivo es introducir mejoras en el sistema o en alguna
parte de este (Thomas, R.M., 1992). Hay dos formas de clasificar las
reformas en función de si estas se originan al interior o al
exterior de las instituciones educativas. Lo común han sido
las reformas que han seguido el patrón “top-down”,
es decir, de arriba-abajo. En estas son las autoridades centrales las
que planean un nuevo rumbo para la institución o el sistema
o subsistema educativo apoyados en expertos. Los profesores y directivos
en el ámbito local no se ven involucrados en los planes sino
hasta que están terminados. Al personal en el ámbito
local básicamente se le dice lo que tiene que hacer para implantar
la reforma (ibidem). Santos Guerra (1994) caracteriza a este tipo de
reformas del siguiente modo: las decisiones las toma el poder político
y la administración educativa las lleva a la práctica;
estas decisiones son externas al contexto donde se efectúa la
acción, y se pretende que sean uniformes y simultáneas.
Los integrantes de las instituciones a reformar o bien no tienen tiempo
para aportar la teoría necesaria para sustentar la reforma o
bien no tienen la capacidad para hacerlo, de modo que los que teorizan
son expertos e investigadores normalmente ajenos al contexto. De igual
forma, las explicaciones sobre la reforma las dan agentes externos.
A los profesores les toca hacer las aplicaciones. Su función
es comprender con exactitud y ejecutar con fidelidad.
En el caso particular de México, las reformas en educación
superior enfrentan algunos dilemas. Uno de ellos es la separación
en subsistemas y el grado de centralización/descentralización
que dificulta la coordinación de esfuerzos de mejoramiento.
Otro dilema muy importante es la existencia de dos modelos de reforma
que responden al debate modernización-nacionalismo y que plantea
el asunto de ¿reformar para quién y para qué?,
es decir, el asunto de los propósitos de las reformas en educación
superior, pero también el asunto de la orientación del
contenido de las mismas: currículo, financiamiento, gobierno
institucional, matrícula, investigación y la organización
académica (Barba, 1998; Ornelas, 1998).
Otro dilema es la implementación. Poner en práctica una
reforma en un ámbito académico, especialmente en educación
superior, no es asunto sencillo. Paradójicamente, ante la demanda
social de que se modifiquen, las instituciones educativas presentan
una tendencia conservadora. Existen tradiciones como la autonomía
y la forma de tomar decisiones (en el ámbito de los cuerpos
académicos y de la institución) que dificultan lograr
cambios rápidos.
Otras dificultades se derivan particularmente de la naturaleza organizacional
y cultural de las instituciones educativas. Rasgos estructurales como las formas
de gobierno, líneas de autoridad difusas, los estilos de liderazgo,
etcétera, también se convierten en elementos que tornan difícil
la implementación de una reforma.
Otro dilema importante de las reformas son la reacción y postura de
los diversos actores institucionales. Los profesores y otros actores se enfrentan
a demandas contradictorias respecto al cambio. Por un lado se espera que contribuyan
a conservar la cultura y tradiciones de la humanidad pero, por el otro, se
espera que apoyen el cambio y orienten su enseñanza hacia un mundo global
pero tomando en cuenta las características del contexto local. Una de
las paradojas con las que tienen que enfrentarse los profesores y otros actores
de las instituciones educativas es el cambio surgido del paradigma de la “reforma
por mandato” (Hargreaves et al., 2001). Y es una paradoja porque en este
tipo de reformas los programas se desarrollan por la élite administrativa
y luego se espera que los profesores los pongan en práctica, que se
conviertan en instrumentos de los sistemas diseñados por otros en lugar
de que diseñen sus propios sistemas, precisamente desde la perspectiva
y situación local. Como afirma Fullan (2000), en una reforma lo que
más importa son la motivación local, las habilidades, el conocimiento
y el compromiso y estas son cosas que no se pueden imponer, sólo desarrollar. ¿Qué pasa
con los profesores y otros actores ante este panorama? Terminan por agotarse
ante los diversos cambios y se tornan cínicos y escépticos ante
nuevos esfuerzos, de ahí que se pueda afirmar que la sucesión
de reformas educativas que se han observado en los últimos tiempos ha
fracasado, entre otras razones importantes ya señaladas, porque no toman
en cuanta la perspectiva y situación profesional de profesores y profesoras
así como de otros actores en las instituciones educativas (Fullan y
Hargreaves, 1997).
Uno de los retos de las reformas es crear las condiciones necesarias para movilizar
a los actores institucionales pero especialmente a los profesores para que
constituyan un recurso a favor de éstas porque la realidad es que con “independencia
de lo nobles, sofisticadas o lúcidas que sean las propuestas de cambio
y de perfeccionamiento, se reducen a nada si los profesores y profesoras no
las adoptan en sus respectivas clases y no las traducen a una práctica
eficaz en el aula” (Fullan y Hargreaves, ibidem).
Es necesario reconocer que los docentes y las instituciones escolares tienen
una tradición y una cultura que no pueden ser reemplazadas fácilmente
por una reforma. Más aún, las instituciones educativas modifican
las reformas (Tyack y Cuban, 1995, citados por Rodríguez Romero, 1998).
En este sentido es importante considerar a las reformas tanto como procesos
técnicos que requieren una gestión eficiente, como procesos culturales
que requieren comprensión e implicación en la cultura de las
instituciones educativas así como procesos políticos donde se
enfrenta y confronta el poder y la identidad profesional de grupos e individuos
(Siskin, 1994, citado por Hargreaves et al., 1998) y finalmente, como procesos
complejos y paradójicos debido a la naturaleza de las instituciones
educativas en cuanto a su tarea y funcionamiento.
Los actores institucionales
y las reformas
El éxito de un cambio está relacionado con el hecho
de que los implicados, sobre todo los profesores, le encuentren significado
al mismo. Significado para sus vidas profesionales y para su quehacer
cotidiano en las aulas, de tal modo que puedan comprometerse con los
propósitos y acciones del mismo. Que los actores elaboren un
significado acerca del cambio es importante porque les permite tomar
una posición con relación a éste, ya sea la postura
de implantarlo eficazmente, rechazarlo o utilizar sólo lo que
sirva a sus intereses.
El cambio puede tener un significado subjetivo y un significado objetivo
(Fullan, 2000). El significado objetivo se refiere a los componentes
y elementos del cambio. El significado subjetivo tiene que ver con
la forma en que los individuos experimentan e interpretan el cambio.
Ambos tipos de significados en general son poco claros al principio
de la adopción de un cambio. Puede haber reacciones de ansiedad,
lucha, ambivalencia, incertidumbre, resistencia, que pueden presentarse
tanto si el cambio es impuesto (por acontecimientos naturales o una
reforma por mandato gubernamental) o no.
Al contrario de la opinión generalizada, muchos profesores son
innovadores (Randi y Corno, 1997). Quizá en parte obligados
porque el cambio ya está en sus aulas, en los propios jóvenes
que tratan de educar, en parte por su propia ética de trabajo
y en parte debido a las nuevas políticas de evaluación
docente, diversifican y adaptan sus métodos de enseñanza,
revisan y amplían la materia que enseñan, buscan participar
en programas de actualización y mejoramiento profesional, etc.
Sin embargo, estos cambios no siempre visibles, más bien incrementales
los realizan muchas veces a título personal, con sus propios
recursos, en circunstancias adversas a veces y sin la ayuda y consejo
de administradores y colegas. En otras palabras, tratan de realizar
cambios en el contexto de una cultura aislada e individualizada y en
el contexto de estructuras institucionales que no siempre favorecen
la colegialidad (Hargreaves et al., 1998). Si muchos profesores innovan
su quehacer por iniciativa propia, ¿por qué entonces
se dice que resisten los cambios y las reformas? Una explicación
puede encontrarse en el significado subjetivo del cambio, en la forma
que los profesores interpretan el cambio, y que puede variar según
el origen del mismo. Enfocándose en el cambio venido de fuera –el
que ha sido diseñado y pensado por otros– el significado
que le asignan puede estar influido por distintos factores, algunos
individuales, otros vinculados con la naturaleza de su rol y/o con
factores propios del proceso de cambio.
Un primer factor que influye en esta interpretación es la naturaleza
de su rol en el aula, un espacio de inmediatez y concreción, de multidimensionalidad
y simultaneidad, un espacio que presiona para adaptarse a condiciones siempre
cambiantes, a la imprevisibilidad y la necesidad de interesarse personalmente
por los estudiantes. Estos rasgos y otros de la tarea docente (aislamiento,
intensificación del trabajo) condicionan una respuesta negativa al cambio
en la medida que desarrollan una perspectiva de corto plazo, viven aislados
de sus colegas con quienes tienen pocas interacciones significativas, los centra
en una perspectiva práctica y limita sus oportunidades para una reflexión
continua y colegiada sobre su quehacer y el entorno institucional (Huberman,
1983; Crandall et al., 1982, citados por Fullan, 2000).
Por otro lado, están las actuales y complejas condiciones de la enseñanza.
La imagen docente se halla devaluada por la comunidad y el público;
muchos profesores enfrentan estrés y enajenación ante las crecientes
demandas, tienen poca influencia o participación en la solución
de problemas concernientes a toda la escuela e incluso algunos abandonan o
desean abandonar la profesión. De ahí que las exigencias de un
proceso de cambio no deseado pueden ser una causa de irritación (Huberman,
1983; Crandall et al., 1982, citados por Fullan, 2000).
Un segundo factor que influye en la interpretación que hacen los profesores
acerca del cambio son las características del mismo. Un cambio con una
perspectiva demasiado teórica, con conceptos, abstracciones y descripciones
desvinculadas de su contexto cotidiano y con objetivos abstractos combinados
con obligatoriedad para ponerlos en la práctica genera confusión,
frustración y abandono del esfuerzo (Gross et al., 1971; Huberman y
Miles, 1984, citados por Fullan, 2000). Este punto refleja un asunto a tomar
en cuenta: el grado de ajuste entre los supuestos de los diseñadores
e introductores del cambio y los intereses de los profesores. Normalmente en
las etapas iniciales del cambio los profesores están más interesados
en conocer el impacto del mismo en su trabajo del aula y en asuntos laborales,
que en entender los objetivos y el contenido del cambio. Un supuesto ingenuo,
por ejemplo, es que la inclusión de algunos maestros en los comités
de reforma facilita la implantación puesto que esto aumenta la aceptación
de los profesores pero aún así el cambio es experimentado externamente,
generado por otros –así sean los propios colegas, una universidad
o el gobierno– (Fullan, 2000). El cambio es una experiencia sumamente
personal y, por ello, los profesores evalúan una determinada propuesta
de cambio bajo criterios que buscan equilibrar costos y recompensas: ¿El
cambio aborda una necesidad real? ¿Hay evidencia de que el cambio funcione
en mi contexto laboral, que se produzcan los resultados esperados? ¿Qué tan
claro es el cambio en términos de lo que tengo que hacer yo?¿Cómo
me afectará personalmente este cambio en términos de tiempo ,
energía, interferencia con mis actuales prioridades, situación
laboral, etc.? ¿El cambio será benéfico para los estudiantes?
Estos criterios se enraízan en la “ética de lo práctico” que
rige la perspectiva docente y que se apoya en tres grandes aspectos: congruencia,
instrumentalidad y costo. Una propuesta de cambio es congruente si se ajusta
a la realidad de sus estudiantes y a su propia realidad. La instrumentalidad
se relaciona con el contenido y la claridad del procedimiento para implantar
la propuesta. Esto quiere decir que los profesores necesitan tener cierta comprensión
acerca del significado operacional del cambio antes de emitir juicios al respecto.
La cuestión del costo, más que tener que ver con salarios, tiene
que ver con cuestiones de tiempo y energía y especialmente con la posible
amenaza a los sentimientos de competencia del profesor. Si el balance que hace
el profesor entre necesidad, claridad y la relación personal costo/beneficio
es positiva, esto posiblemente influya en una disposición favorable
hacia el cambio (ibidem).
Desde una perspectiva individual, variables como la adscripción disciplinaria,
el género, la etapa de carrera, la participación en procesos
de formación y actualización docente y el rol institucional juegan
un papel en las diferencias de percepción acerca de la realidad organizacional,
determinan en parte el interés por las innovaciones, sus reacciones
ante las mismas y su motivación para buscar el mejoramiento (Huberman,
1988; Levine, 1989, citados por Fullan, 2000).
Considerando las anteriores variables, la respuesta de los profesores ante
el cambio puede ser distinta. Una respuesta posible es el hundimiento o amilanamiento
(Trowler, 1997), es decir, los profesores se muestran desilusionados, fatigados
y aún enfermos debidos a cambios tales como la intensificación
de la carga de trabajo, la declinación de recursos, el aumento en el
número de estudiantes a atender y en general a la percepción
de que su ámbito laboral se ha deteriorado. Un segundo tipo de respuesta
es tratar de evitar las consecuencias anteriores mediante estrategias de simulación
que incluso pueden resultar nocivas para los estudiantes, por ejemplo, utilizar
los apuntes de clase que se han manejado en años anteriores con tal
de tener tiempo para atender las demandas administrativas y de otro tipo que
plantean las reformas actuales. Una tercera respuesta al cambio es ir más
allá de la simple simulación para reinterpretar y reconstruir
las nuevas políticas y, sobre la base de la libertad de enseñanza,
desarrollar estrategias que pueden ser tanto regresivas como reconstructivas.
Una última respuesta es la de encontrar en el cambio una oportunidad
de prosperar. Los profesores aceptan el espíritu del cambio por diversas
razones que de algún modo benefician su situación actual. Por
ejemplo, el cambio de estructuras tradicionales por otras menos patriarcales
puede beneficiar a grupos minoritarios como pueden ser las profesoras (ibidem).
Puede existir entonces un abanico de opciones de respuesta: desde adhesión
a determinados postulados de la reforma, resistencia voluntaria, individual
o colectiva; una respuesta de no identificación con las políticas
y en consecuencia no hay modificaciones a la práctica, por lo menos
en el sentido planteado en la reforma; otras posibles respuesta son la apropiación
de algunos elementos de la reforma y finalmente la modificación de ciertas
prácticas si bien pueden ser distintas a las planteadas por dicha reforma
(Castro Jalín, Mariana, 2001).
Esta respuesta ante el cambio depende de cómo los impacta a los actores.
Desde la perspectiva de recursos humanos el cambio origina en las personas
sentimientos de incompetencia, impotencia e inutilidad, de ahí que sean
esenciales el desarrollo de nuevas habilidades, generar oportunidades para
el involucramiento y proporcionar apoyo psicológico. Desde una perspectiva
estructural el cambio altera la claridad y estabilidad de los roles y las relaciones
creándose confusión y caos por lo que se requiere realinear y
renegociar las políticas y procedimientos formales. La perspectiva política
señala que el cambio genera conflictos que si se ignoran o desatienden
se convierten en problemas soterrados. Finalmente, desde una perspectiva simbólica
el cambio genera pérdida de significado y propósito porque la
gente desarrolla vínculos con determinados símbolos y actividades
simbólicas. Si el cambio rompe estos vínculos, la gente experimenta
dificultades para soltarlos (Bolman y Deal, 1991)
Se afirma que los profesores son figuras centrales en los procesos de cambio
pero los líderes académicos (director, jefe de departamento académico,
decano, etc.) son actores también afectados por los cambios deseados
y no deseados. Incluso se espera que los generen, dirijan y lleven a buen término.
El líder académico también enfrenta una sobrecarga y fragmentación
de su trabajo (Crowson y Porte-Gehrie, 1980, citados por Fullan, 2000), de
modo que dedica poco tiempo a la planeación estratégica, al establecimiento
de planes de desarrollo y una visión para la escuela. Bajo estas condiciones
los líderes académicos encuentran dificultades para ser agentes
o líderes de la implantación de un cambio, más aún
si no participaron en la elaboración del mismo. A esta situación
se le puede sumar que es poco frecuente que reciban preparación formal
para el manejo del cambio, de ahí que no siempre vean con entusiasmo
las responsabilidades que se les asignan en este tipo de procesos, cuando se
les pide que apoyen y se aseguren de la adecuada implantación de tal
o cual política o proyecto nuevo.
Aunque la investigación sobre el papel de los líderes académicos
en relación con procesos de cambio es reciente, se han encontrado algunas
conductas específicas relacionadas con el manejo eficiente de estos
procesos. ¿Cuáles pueden ser las formas específicas en
las que un líder académico puede mostrar que apoya activamente
un proceso de cambio? Trabaja con los distintos departamentos en las actividades
que les competen, se esfuerza por adquirir conocimientos sobre los distintos
aspectos o lineamientos del cambio y del currículo, participa en reuniones
con los profesores y otros integrantes, analiza y discute los documentos relacionados
con el cambio, gestiona apoyos para la capacitación de los participantes
en el proceso y para las diversas acciones que implica la implantación,
se mantiene informado sobre lo que está sucediendo y prevé estrategias
para supervisar y evaluar los avances (Fullan, 2000). También en este
grupo de actores se pueden encontrar respuestas distintas, desde los líderes
que pueden bloquear los esfuerzos innovadores porque no les benefician, o los
que apoyan sólo los esfuerzos de cambio que se vinculan con sus intereses
personales hasta los que dejan hacer a los profesores sin tener participación
de ningún tipo (Crandall et al., 1982; Trider y Leithwood, 1988, citados
por Fullan, ibidem).
En el contexto de la educación superior, dada la naturaleza profesional
de las organizaciones de este nivel, una habilidad importante en los líderes
académicos es la negociación de intenciones y recursos en un
complejo entramado de relaciones. De esto se deriva la necesidad de manejar
una perspectiva política del cambio y tener la capacidad de discernir
el interés que puedan tener los individuos y los distintos grupos ya
sea en apoyar o en resistir el cambio (Curry, 1992). Además, es importante
que los líderes reconozcan que cada área de gobierno (administración
y finanzas, servicios estudiantiles, etc.) goza de grados distintos de autonomía,
de ahí que cada una será influida de modo diferente por un proceso
de cambio y consecuentemente, los individuos y grupos vinculados a cada área
apoyarán o resistirán el cambio en grados variables, dependiendo
de qué tanto se les ha involucrado o no en la toma de decisiones.
Los actores y las reformas
en el contexto de la educación superior tecnológica
Ubicándonos en el sistema de educación superior tecnológica,
en agosto de 1992 el entonces Secretario de Educación Pública,
Ernesto Zedillo convoca al sector de la educación superior tecnológica
a emprender una reforma precisamente denominada “Reforma de la
Educación Superior Tecnológica” misma que se concibe
como una política sectorial necesaria en las nuevas condiciones
tecnológicas del país (SEP, 1993:1) y ubicada en el contexto
de la modernización económica del país. Esta propuesta
se fundamenta en los resultados de un diagnóstico que señala
a la ineficiencia, la baja calidad académica y la falta de pertinencia
de los servicios educativos como los principales problemas que enfrenta
este sector educativo. Seis aspectos son objeto de atención
en esta reforma: la reestructuración de planes y programas de
estudio, la capacitación y actualización docente, el
aseguramiento de la excelencia, la participación de la sociedad,
la atención integral a las necesidades regionales y la consolidación
de infraestructura y equipo. Como parte de esta reforma, en el caso
del sistema nacional de institutos tecnológicos se emprende
también una reforma de la estructura organizacional, adoptando
un modelo denominado “departamentalización académica” que
se plantea como un esquema que permitiría mejorar los recursos
humanos, arraigar y prestigiar el trabajo académico, integrar
las funciones de docencia e investigación así como superar
la rigidez en la operación administrativa de estas instituciones
(Manual de Organización del Instituto Tecnológico:19-20).
Esta reforma ha sido considerada como un proceso inconcluso en el subsistema
de institutos tecnológicos federales debido a factores como
el grado de ajuste entre la naturaleza de la reforma y las características
de dicho subsistema, las inercias institucionales y la respuesta de
los actores (Didou Aupetit, 2002). Por otro lado, esta reforma fue “legitimada
a través de diversas acciones que minimizaron la opinión
de la comunidad académica nacional” (Vargas, 1991:177)
y su “intencionalidad se vio limitada por el carácter
central de su gestión, por la heterogeneidad institucional en
términos de recursos humanos, infraestructura y financiamiento,
por la mayor o menor inserción en regiones de alta o baja productividad
industrial, así como mayor o menor intensidad en los procesos
de reestructuración” (ibidem: 177)
Acercándonos al contexto local, a dos años de implantada
esta reforma, en noviembre de 1995 una evaluación del ambiente
organizacional y administrativo de un instituto tecnológico
(Obregón, 2000) permite identificar algunos aspectos de la implementación
de la misma. Entre otros puntos, se identifican algunos rasgos institucionales
que favorecen la reforma: sus integrantes se perciben satisfechos,
motivados y comprometidos con los procesos de enseñanza-aprendizaje
y el mejoramiento de la formación profesional, la estrategia
de mejoramiento de la institución es congruente con la estrategia
de mejoramiento de la reforma, existe un relativo consenso entre los
integrantes institucionales acerca del propósito de la formación
profesional y los profesores se perciben involucrados en políticas
directamente relacionadas con la reforma como son actividades de desarrollo
curricular, desarrollo docente y el uso de tecnología educacional.
Sin embargo, también se identifican condiciones poco favorables
como es el caso de poco énfasis hacia las necesidades del entorno
y la ausencia o poco énfasis de prácticas de administración
académica que pudieran favorecer la implantación de la
reforma como es el caso de estructuras de gobierno académico
que fomenten la participación de los integrantes en acciones
de mejoramiento institucional y sistemas de información que
permitan a los integrantes estar suficientemente enterados acerca del
funcionamiento institucional y por ende, del proceso de reforma. Este
acercamiento a la reforma que destaca la importancia de diagnosticar
el ambiente organizacional y administrativo de las instituciones singulares
como una vía para determinar la viabilidad de una reforma plantea
algunas interrogantes con relación a los actores, sobre todo
los profesores. ¿Cómo experimentaron esta reforma? ¿Desde
su perspectiva, cuáles fueron las consecuencias esperadas y
no esperadas de la implantación de ésta? ¿Cómo
la evalúan? Y sobre todo, ¿Cuál es su perspectiva
sobre qué aspectos debieran reformarse en las instituciones
singulares y cómo conviene se diseñe e implemente una
reforma? Dicho en otras palabras, ¿cuál es su perspectiva
acerca de la naturaleza y el proceso de una reforma en una institución
de educación superior, específicamente en una institución
de educación superior tecnológica?22
Al explorar entre algunos integrantes de dos institutos tecnológicos,
nos encontramos con distintos niveles de respuesta, desde la desinformación
(“¿cómo, hubo una reforma?”) pasando por
la expresión de sentimientos intensos acerca de esta reforma,
sobre todo entre aquellos actores que fueron desarraigados de sus grupos
académicos al ocurrir la departamentalización académica
(“somos como los lancheros cubanos, no nos quieren ni aquí ni
allá”) hasta la evaluación informada y crítica.
El patrón que parece surgir es que algunos integrantes están
informados de ciertos cambios, pueden hablar acerca de cómo
dichos cambios han impactado sus vidas profesionales pero no los ubican
como parte de la reforma en cuestión.
¿
Cómo evalúan estos actores la reforma? Aquí las
posturas son distintas. Desde quien opina que la educación superior “no
se ha visto mejorada en lo más mínimo” hasta quienes
reconocen que sí se han dado algunas mejoras si bien algunos
lineamientos de la reforma sufrieron desviaciones o tuvieron efectos
inesperados. Es el caso de las residencias profesionales que para un
profesor sigue siendo “una actividad prácticamente individual
del estudiante... no está concebida institucionalmente” o
bien la naturaleza de los planes de estudio que para otros participantes
han descuidado la formación integral de los estudiantes .
La representación que tienen los actores acerca de qué y
cómo se deben dar las reformas en sus instituciones ilustra
o explica en parte cómo las perciben y evalúan. Un acercamiento
a estas representaciones permite concluir tentativamente que algunos
integrantes institucionales se inclinan por instrumentar reformas de
tipo modernista (Ornelas, 1998), cuyo propósito debe ser efectuar
algunas mejoras en el sistema para lograr un mayor ajuste entre la
educación superior y las necesidades del entorno. Sin embargo,
los académicos cuya formación se inscribe en el área
de las Ciencias Sociales aplicadas (pedagogía, sicología,
educación por ejemplo) señalan que las reformas deben
tener una racionalidad distinta a la racionalidad de muchas reformas
efectuadas a la fecha en educación superior. Respecto al contenido
de las reformas, es decir, qué aspectos del funcionamiento institucional
mejorar, la diferenciación funcional determina perspectivas
distintas. Así, los actores que básicamente ejercen funciones
docentes centran las reformas en aspectos curriculares y pedagógicos,
a diferencia de los actores cuya actividad profesional enfatiza la
investigación, quienes señalan la necesidad de reformar
la forma de gobierno institucional ya que aparentemente la forma actual
no favorece la lógica de operación de la investigación.
En cuanto al proceso de las reformas se coincide en señalar
la importancia de una comunicación eficiente, un liderazgo efectivo
y la participación e involucramiento de todos los actores.
A manera de discusión
La reforma de la educación superior tecnológica parece
responder a una corriente denominada “el nuevo vocacionalismo” que
plantea de manera distinta la relación entre formación
y trabajo, relación que se sustenta en la formación de
trabajadores multicualificados que tengan la habilidad de innovar y
mejorar procesos y productos (Bonal, 1998). Aunque los institutos tecnológicos
nacen con la consigna de orientarse al conocimiento aplicado y dar
respuesta a las necesidades de la industria, la reforma parece poner
en cuestión el logro de ese propósito. Por otro lado,
la reforma planteó cambios de distinto tipo: en los fines, en
los medios, cambios tecnológicos, estructurales y también
en la relación con el entorno. No todos los cambios se concretaron
tal como estaba planeado. Es el caso de la departamentalización
que implicó la creación de nuevas unidades en las que
se ubican funciones que anteriormente eran responsabilidad de otras.
Sin embargo, prevaleció la tradición y estas funciones
se siguieron desarrollando por las unidades que anteriormente las habían
estado trabajando. La redistribución de funciones que replanteó la
departamentalización no en todos los casos se pudo lograr. En
parte por comodidad e inexperiencia de los nuevos integrantes de esas
unidades y también en parte porque las unidades que dejarían
de realizar estas funciones se resistieron a perder un coto de influencia
y recursos.
Las evidencias sugieren que algunos lineamientos de la reforma no se
concretaron, que la implantación de esta reforma no necesariamente
produjo innovaciones. Innovación y reforma no son lo mismo.
La innovación implica que verdaderamente se puedan observar
modificaciones tanto en las prácticas pedagógicas como
administrativas. La reforma en cuestión trajo consigo cambios
en algunos ámbitos (las residencias profesionales, nuevos planes
y programas de estudio) pero en otros aparentemente las cosas siguieron
funcionando de la misma forma. El asunto que surge es cómo concretar
la intención gubernamental de renovar todo un sistema, como
es el caso de la educación superior tecnológica, y lograr
que verdaderamente se den innovaciones, verdaderos cambios cualitativos
en la práctica educativa.
La reforma de la educación superior tecnológica puede
considerarse como un cambio planeado y en cierta medida un cambio emulativo
(de la Orden, 1995) ya que dicha reforma se puso en marcha en respuesta
a “órdenes” dadas por la dirección del sistema
educativo. Sin embargo, también puede pensarse como un cambio
interactivo en la medida que el proceso no estaba predeterminado fijamente
en la totalidad de sus fases y/o contenido. La singularidad de las
instituciones, de los diversos grupos académicos y la propia
singularidad individual seguramente que dieron margen a la reinterpretación,
adecuación y aún a la ignorancia de los lineamientos
de dicha reforma, sobre todo en aquellas circunstancias donde las estrategias
de comunicación y difusión fueron mínimas.
En este artículo la intención ha sido propiciar la reflexión
acerca de la importancia de considerar en las iniciativas de reforma
la perspectiva de los actores en las instituciones concretas, aquellos
que finalmente tienen la responsabilidad de traducir en la práctica
las propuestas de los diseñadores y tomadores de decisión.
Más aún, la importancia de que las reformas sean pensadas
en conjunto con los actores institucionales. Por otro lado, reflexionar
sobre la necesidad de evaluar con anticipación si las instituciones
singulares tienen las condiciones necesarias para implantar una reforma.
Por ejemplo, espacios que faciliten la adopción del cambio por
parte de los profesores, espacios donde puedan evaluar sus las ventajas,
la compatibilidad entre los lineamientos de la reforma y sus necesidades
y valores, la oportunidad de observar y anticipar las consecuencias
del cambio a corto y mediano plazo, etc.
Resumiendo, se puede sugerir que la implementación de la Reforma
de la Educación Superior enfrentó distintos tipos de
dilemas. Por un lado dilemas derivados de la naturaleza propia de una
organización de educación superior caracterizada por
la existencia de distintas subculturas o “nichos especializados” con
creencias, valores y tradiciones distintas lo cual replanteó la
posibilidad de una aplicación homogénea de la reforma
y aún la misma instrumentación. Estas tradiciones específicamente
fueron y han sido un factor que influyó en la mayor o menor
integración de los departamentos académicos, en aquellos
casos donde la departamentalización implicó la fusión
de grupos académicos que funcionaban independientemente. Desde
esta perspectiva puede decirse que el cambio estructural que implicó la
reforma atentó contra ámbitos sagrados de los profesores,
contra su identidad profesional. Una evidencia de esto fue la afirmación
de una profesora que expresó una tendencia o postura ante la
fusión de grupos académicos: “es que nosotros queríamos
seguir siendo bioquímicos”. Otro grupo de dilemas derivó de
las características de la propia reforma tanto en términos
de su diseño, por ejemplo, el no haber considerado la singularidad
de las instituciones en términos de recursos humanos y el rezago
de la educación en ingeniería en México (Vargas,
1999) como de su implementación- gestión centralizada,
participación limitada de los cuerpos académicos del
sistema, ineficiencia en los sistemas de información y comunicación,
etc. Otro grupo de dilemas que enfrentó la reforma derivaron
de los propios actores del sistema. Cada institución cobija
en su interior grupos académicos diferenciados por diversos
factores: género, etapa de carrera, formación disciplinaria,
rol institucional, mismos que inciden en su perspectiva, actitud y
disposición hacia el cambio. Tampoco habría que olvidar
que la experiencia vivida con las reformas previas en el sistema determina
en parte la actitud ante el cambio. Como dijo un ex directivo al referirse
a esta reforma, “una raya más al tigre no se le nota”.
Finalmente, otro posible grupo de dilemas deriva de la singularidad
y la historia institucional, en términos de la capacidad política
de los grupos de interés para enfrentar, para negociar, para
resistir o bien para reorientar y aún ignorar los lineamientos
de la reforma.
Por otro lado, desde la perspectiva de la calidad técnica de
la reforma, cabe preguntarse si para los actores del sistema esta reforma
en su momento fue relevante, es decir, si percibían que sus
planteamientos eran claros, necesarios y prácticos; si las instituciones
contaron con los recursos humanos y financieros para concretar los
distintos puntos de la reforma y sobre todo si percibían que
la institución tenía la capacidad para efectuar la reforma.
Las evidencias con que se cuenta actualmente apuntan a que la relevancia
y plausibilidad percibida de esta reforma fue diferencial y en ello
influyeron la mayor o menor presencia de algunos procesos básicos
para asegurar la implantación exitosa de la reforma, como es
la construcción de una visión compartida acerca de ésta,
los procesos de liderazgo en niveles tanto locales como centrales,
procesos de supervisión del avance de la reforma, capacitación
a profesores y administradores entre otros (Fullan, 2000).
Una reforma educativa se genera a través de una mezcla de motivos políticos
y educativos y en teoría, se debe acompañar por recursos adicionales
y un fuerte compromiso por parte de quienes la lideran, pero en función
del valor y calidad técnica de la misma, también puede generar
sobrecarga, plazos irreales, demandas sin ninguna coordinación, soluciones
simplistas, inconsistencias y subestimación del esfuerzo requerido para
producir la reforma efectivamente (ibidem). A partir de la experiencia vivida
con la reforma en cuestión , para futuros procesos podría ser útil
plantearse con anticipación algunas preguntas: ¿Qué valores
intervienen? ¿Quién o quiénes se beneficiarán con
el cambio? ¿Qué grado de prioridad tiene? ¿Qué tan
plausible es? ¿Qué áreas de cambio potencial se están
descuidando? O dicho de otro modo, es necesario mantener una perspectiva crítica
para evaluar la naturaleza de los cambios educativos, sus propósitos,
sus posibilidades de implementación así como “imaginar” los
resultados reales, las consecuencias que pueden darse en entornos concretos,
porque es posible que ciertos procesos de cambio se constituyan en fines en
si mismos o más aún, que generen efectos perversos23 . Esta perspectiva
crítica no sólo la aportan los especialistas o investigadores.
Los actores concretos, los profesores, los administradores de distinto nivel
y también los estudiantes- los actores olvidados de las reformas- tienen
mucho que decir acerca de estos procesos organizacionales.
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Pies
1 .
3 ..
22 Estas
interrogantes se abordan actualmente en una investigación
en proceso denominada “Cambio y cultura: las creencias de los
actores institucionales en educación superior” en el
contexto del Doctorado Interinstitucional en Educación con
sede en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.«volver«
22bVéase
en: www.aucc.ca/_pdf/english/statements/2001/gats_10_25_e.pdf .«volver«
23W.
De Vries (1998) se refiere a esta posibilidad al mencionar que ciertas
políticas aplicadas en educación superior pueden “exorcizar
a los diablos, pero expulsar a los ángeles al mismo tiempo”.
En esta misma idea, Brunner (en Barquín y Ornelas, 1989) señala
que las reformas de origen político, aunque generalmente no
sirven para producir innovaciones en las actividades micro del sistema,
sí tienden a producir efectos micro, algunos imprevistos y
otros incluso perversos .«volver«
Análisis Temático
Trayectorias laborales, aprendizaje y condiciones
de empleo de técnicos:
un análisis en Tijuana y Mexicali
Alfredo Hualde
El Colegio de la Frontera Norte.
Correo-e: [email protected]
Resumen
Se exponen las características principales de la trayectoria
educativo-laboral, el papel del aprendizaje en el desarrollo de dichas
trayectorias y la forma en que las condiciones de trabajo y empleo
son factores que condicionan el aprendizaje ya sea en sentido positivo
o negativo. Los resultados del trabajo de campo dan cuenta del tránsito
de los egresados de bachillerato tecnológico tanto a la educación
superior tecnológica como de su ingreso al mercado laboral;
de las áreas de ubicación laboral y el tipo de trabajo
desempeñado, de la capacitación y remuneración
recibida, de la valoración de los conocimientos adquiridos en
su tránsito por el nivel técnico, así como del
género, como una variable que sesga el ingreso y la movilidad
laboral.
Palabras clave: Inserción laboral, educación tecnológica,
aprendizaje.
Abstract
The key features of the education-professional
path are described, together with the role of learning in the construction
of such path
and the way in which work and employment condition learning for better
or for worse. Results of the field work describe the transit of students
graduating from bachillerato tecnológico to technological higher
education or the labor market. They also describe professional areas
and types of jobs performed, training and salaries, appreciation of
knowledge acquired at technical schools, and gender – considered
as a variable affecting recruitment and professional mobility.
Key words: Labor insertion, technological education, learning.
Introducción
Hay una discusión amplia y abierta en América Latina
acerca del papel de la educación media dentro de los sistemas
educativos y en su relación con la sociedad en la que inserta
(López y Tedesco, 2002; de Ibarrola y Gallart, 1994; Villa Lever,
2002). Una de las dimensiones importantes de esta amplia discusión
es la que se refiere a la vinculación o articulación
de la escuela media con el mercado de trabajo (Hualde, 2001). Este
artículo analiza la vinculación desde la perspectiva
de las carreras profesionales de jóvenes egresados de los Bachilleratos
Tecnológicos en dos ciudades de la frontera norte Tijuana y
Mexicali1. Se exponen datos referidos a tres temas principales: las
características principales de su trayectoria educativo-laboral,
el papel del aprendizaje en el desarrollo de dichas trayectorias y
la forma en que las condiciones de trabajo y empleo son factores que
condicionan el aprendizaje ya sea en sentido positivo o negativo.
Los resultados del trabajo de campo dan cuenta del tránsito de los egresados
de bachillerato tecnológico tanto a la educación superior tecnológica
como de su ingreso al mercado laboral; de las áreas de ubicación
laboral y el tipo de trabajo desempeñado, de la capacitación
y remuneración recibida, de la valoración de los conocimientos
adquiridos en su tránsito por el nivel técnico, así como
del género, como una variable que sesga el ingreso y la movilidad laboral.
El papel sobre la educación media en un contexto de cambio
económico
El papel de la educación media y de la educación en
general ha sido fuertemente cuestionado desde la década de los
ochenta. Con diferencias entre países, se ha abierto paso la
idea que la educación debe estar mucho más conectada
con los conocimientos; que la economía y los mercados de trabajo
demandan como consecuencia de cambios en la regulación económica
y social, en la tecnología y el ámbito globalizado en
que se desenvuelven las economías nacionales. Para adaptarse
a esta situación los distintos niveles educativos deberían
adoptar un modelo que se ha denominado “profesionalizante”(Crouch,
1999; Labarca, 1999). En el marco de esta discusión Neave, señala
que ”la respuesta estratégica general dada por los gobiernos
británico, francés, holandés y (con menos éxito)
alemán, puede presentarse como un esfuerzo por situar a la universidad
dentro de la competencia de mercado. También puede interpretarse,
al mismo tiempo, como un modo de fijar las metas públicamente
requeridas en términos de objetivos en alto grado profesional.
En México, la globalización ha servido como justificación
para cambios estructurales que tienen como referencia una orientación
a las demandas del mercado. De Ibarrola (2002) señala como los
nuevos referentes para decidir la formación escolar para el
trabajo a partir de la década de los noventa: las transformaciones
en el mundo del trabajo, la nueva economía del conocimiento,
el lugar del desarrollo local en el contexto de la globalización
y la integración, los nuevos espacios de acción e interacción
entre lo público y lo privado para la gestión local de
las escuelas, una nueva noción de vinculación: la producción
y transferencia de conocimientos mediante nuevas interacciones entre
el sistema escolar y el aparato productivo, así como nuevo tipo
de estudiantes, nuevas relaciones del subsistema de formación
escolar para el trabajo con el resto de la infraestructura del sistema
escolar y el destino de los egresados.
La nueva orientación del sistema escolar y su vinculación
con el sistema productivo ha recibido fuertes críticas. Algunos
autores ven en la certificación por competencias una nueva subordinación
de la política educativa a los requerimientos del capital (Nogueira,
2001); otras críticas alertan sobre el deterioro que la educación
puede sufrir al quedar en segundo plano los valores humanistas frente
a los requerimientos productivos; finalmente, se apunta que al estar
la educación caminando en pos de los cambios en el mercado de
trabajo y en la economía, se entabla una desigual carrera semejante
a la de Aquiles y la tortuga. En esta analogía, de acuerdo a
Gagné (2002:34-35), la redefinición de las finalidades
del sistema escolar a partir de las necesidades del mercado de trabajo
ha transformado la institución escolar en un vasto sistema de
formación profesional haciendo triunfar así la escuela
de oficio. Esta reorientación del sistema educativo tiene varias
consecuencias: la escuela se lanza –como en la fábula
de Aquiles y la tortuga– en una carrera infinita para atrapar
la diversidad y los cambios en el mercado de trabajo, se da una disputa
de las instituciones educativas por las clientelas y se produce una
inadecuación permanente de los contenidos escolares a las supuestas
necesidades de las empresas. Vale la pena citar en extenso al autor:
Corriendo detrás de las necesidades de la sociedad, descompuestas
en nichos de empleos, los vendedores de diplomas son empujados a ofrecer
formaciones “calificantes” fundados en “saber hacer” tangibles
y concretos. Las escuelas, además de hacer creer a sus estudiantes
que pueden vivir la vida en su lugar y dar satisfacción a su
deseo de obtener un derecho al empleo dándoles un diploma, ofrecen
a las empresas una mano de obra con “un saber-hacer” obsoleto
(cuando las empresas lo que esperan más bien son aptitudes para
aprender).
En la línea criticada por Gagné, los proyectos de reforma
se han traducido en programas curriculares más flexibles, adaptados
tanto a una demanda cambiante como a un alumnado heterogéneo
con diferentes niveles económicos y un capital cultural muy
desigual (López y Tedesco, 2002; de Ibarrola y Gallart, 1994).
Uno de los grandes dilemas de la educación en América
Latina consiste precisamente en cómo transmitir una formación
secundaria, universal y de calidad a una población marcada por
las desigualdades sociales y las fragmentaciones culturales.
El modelo “profesionalizante” es visto con mucha suspicacia
especialmente por parte de los educadores. Sin embargo, la aceptación
de los modelos o más bien de la escuela como institución,
no proviene únicamente de las críticas a los cambios
que, de una y otra manera, se han venido implantando en la dirección
que ya hemos señalado. También hay una crisis de la institución
escolar desde la perspectiva de los propios alumnos. Sumidos en sociedades
desiguales, con futuros laborales inciertos, sujetos a una cultura
del consumo, de la estética y de la instantaneidad, una parte
significativa de los jóvenes no encuentran en la escuela el ámbito
donde asimilar saberes significativos que satisfagan sus necesidades
de aprendizaje2. A partir de esta discusión, la investigación
da cuenta de la manera en los egresados de los bachilleratos tecnológicos
construyen sus trayectorias educativo-laborales en las ciudades mencionadas
y la valoración social del aprendizaje. La consideración
de la opinión de los egresados de bachillerato tecnológico
en la frontera norte de México permite contextualizar el trabajo
y aporta evidencia empírica para tener una mejor comprensión
de la complejidad que actualmente caracterizan la esfera de la vinculación
entre educación y trabajo.
Las trayectorias educativas y laborales de
los egresados de bachillerato tecnológico
El objetivo de la investigación es examinar las oportunidades
de empleo y aprendizaje que tienen los egresados de los bachilleratos
tecnológicos y escuelas técnicas de nivel medio-superior
en las ciudades de Tijuana y Mexicali. Para ello se seleccionó una
muestra aleatoria de 202 egresados, a partir de las listas de egresados
proporcionadas por ocho instituciones educativas, tres CBTIS, tres
CETIS y dos Conalep, 15 entrevistas en profundidad y varias entrevistas
con responsables de las instituciones educativas en distintos momentos
de la investigación.
Las carreras seleccionadas obedecieron al criterio básico de
su mayor orientación a la industria: técnicos egresados
de las especialidades de Mantenimiento y Electrónica, Electromecánica,
Eléctrica, Producción y Productividad Industrial. Con
fines de análisis estadístico se agruparon las distintas
subespecialidades en cuatro: a) Mantenimiento, b) Electrónica,
c) Electromecánicos y Eléctricos y, d) las especialidades
ligadas a la Producción. La muestra se integró 44% con
egresados de Electrónica con diferentes sub-especialidades como
Digital, Industrial o Aviónica; 20% graduados como Técnico
en Mantenimiento en dos modalidades diferentes, Industrial y en Equipo
de Cómputo; 22% obtuvo título de Técnico Electromecánico
y el 13% de Técnicos de Producción. La media de edad
de los encuestados es de 22, un tercio de los entrevistados tienen
una experiencia laboral bastante breve después de haber terminado
sus estudios de Técnico y 22% fueron mujeres.
Si se considera el sexo por el tipo de especialidad cursada, la carrera
donde se agrupa la mayor proporción de mujeres es Técnico
en Producción seguida de Electrónica. Aquellas carreras
que están más relacionadas con el uso de maquinaria y
equipo son las que tienen una menor presencia femenina.
Cuadro 1
Institución educativa en la que estudió la carrera de técnico
Institución |
No. de Casos |
% |
CBETIS |
83 |
41.2 |
Conalep |
75 |
37.1 |
CETIS |
44 |
21.8 |
Total |
202 |
100 |
Fuente: Encuesta a Técnicos
Egresados Proyecto CONACyT No. 35049.
Aprendizaje Industrial, Empleo y Capacitación de Técnicos
y trabajadores en la Industria Maquiladora, El Colegio de la Frontera
Norte, 2000.
Continuidad en los estudios:
hacia el logro de un título universitario
De la muestra encuestada, 47%, continúa estudiando, 84% estudiaba
una licenciatura, 6% estudiaba inglés, sólo 1% estaba
actualizándose en su especialidad, y el mismo porcentaje cursaba
una maestría, el 8% restante reporto cursos muy variados, desde
matemáticas hasta cultura de belleza. Se encuentra una gran
coherencia entre la formación previa y el tipo de estudios que
llevan a cabo los egresados de los bachilleratos tecnológicos:
de los que realizan estudios superiores, 69% cursa una carrera de ingeniería;
21% restante se inscribió en carreras como Derecho, Sicología,
Contaduría, Comercio, Diseño Gráfico, Pedagogía
y Administración. Sin embargo, existen algunas diferencias para
continuar estudios según el tipo de especialidad Técnica
que se cursó. En todas las especialidades, excepto Electromecánica,
el número de los que no estudian es más alto que el número
de que los se encontraban estudiando. Las dos instituciones en las
que ingresan la mitad de los que deciden seguir estudiando son los
institutos tecnológicos de ambas ciudades, Tijuana y Mexicali.
Ello refleja una coordinación institucional de facto entre las
instituciones especializadas en la educación técnica,
desde los bachilleratos a la Universidad Tecnológica y finalmente
los Institutos Tecnológicos o universidades.
31% de los entrevistados indica continúa estudiando por mejorar
su categoría en el trabajo y 21. % declara ser movido por el
deseo de mejora económica; 19% manifiesta que continúa
sus estudios únicamente por realización personal y 29%
expresó continuar sus estudios por “otras razones”,
la mayor parte son las motivaciones expresivas, es decir aquellas que
se refieren a la realización personal como vocación y
gusto por la carrera. Este es un resultado que refleja una dimensión
que pocas veces se toma en cuenta cuando se formulan políticas
de vinculación.
Valoración del aprendizaje escolar
Una parte importante del debate que rodea a
la relación entre
educación y trabajo se refiere a los contenidos de los estudios.
Por una parte, hay opiniones y propuestas de las autoridades educativas
a nivel Estatal y están también las opiniones de los
empresarios y de los organismos empresariales. Una opinión probablemente
menos atendida es la de los sujetos que están estudiando o que
egresaron de una carrera, constituyendo la demanda social (de Ibarrola,
2002). La pregunta más general en este sentido es: ¿Cómo
valoran los egresados lo que aprendieron en su centro educativo en
el caso del bachillerato tecnológico? De la muestra, 50% coincidió en
señalar como el aprendizaje más importante los conocimientos
técnicos; en segundo término mencionan el trabajo en
equipo (15.3%) y en tercero, los métodos de resolución
de problemas (15%); 5.4% consideran que lo más importante de
lo aprendido en la escuela es la relación con los jefes.
Las respuestas son significativas sobre todo en relación con
las nuevas competencias profesionales que “son necesarias” en
los nuevos empleos. El énfasis que los estudiosos del empleo
y el trabajo asignan a las competencias relacionales, a las aptitudes,
a la sociabilidad en trabajo y a la “resolución de problemas” es
relativamente importante; considerando de forma conjunta varias respuestas:
trabajar en equipo, métodos para resolver problemas, la disciplina
y las relaciones con los jefes son casi tan importantes como los conocimientos
técnicos.
Trayectoria laboral en Tijuana y Mexicali
En promedio, y para todas las especialidades,
más de tres cuartas
partes de los entrevistados se encontraban trabajando en el momento
de la entrevista. En Mexicali, se encuentran trabajando el 67% de los
entrevistados, mientras que en Tijuana la proporción sube al
80%. Este es un indicador de las mayores oportunidades de empleo que
el mercado de trabajo de Tijuana ofrece a los jóvenes egresados.
Durante su trayectoria laboral, 34% de los sujetos de la muestra han
tenido, en promedio, un empleo de más de seis meses; 24% ha
tenido dos, 15% tres empleos y únicamente 11.2% ha tenido una
trayectoria con un rango de tres hasta de ocho empleos.
Con relación a la aplicación laboral de los conocimientos
técnicos adquiridos en el bachillerato, 64% de los entrevistados
tienen una trayectoria laboral relacionada con la especialidad que
curso, uno de cada cinco estudiantes dice que ninguno de sus empleos
ha tenido relación con los estudios técnicos y 16.3%
opina que casi ninguno de sus empleos se relaciona con los estudios
técnicos. En conjunto, uno de cada de tres entrevistados no
ha desarrollado los conocimientos técnicos aprendidos durante
sus estudios o lo ha hecho de forma ocasional. El grado de relación
es mayor en el empleo actual que en el primer empleo, lo cual apunta
a que los primeros empleos en que se desenvuelven los egresados son
empleos de supervivencia y, por tanto, menos relacionados con los conocimientos
adquiridos durante el bachillerato o durante la carrera técnica
profesional. En las entrevistas en profundidad se advierte que las
mujeres tienen en general dificultades mayores para acceder a empleos
donde se requiere utilizar conocimientos técnicos.
Empleo actual y condiciones de trabajo
En el momento de la encuesta 74% de los egresados
técnicos
se encontraba trabajando, 20% han trabajado alguna vez pero no se encuentran
trabajando actualmente y 6% de los encuestados nunca han trabajado.
En su empleo actual el 82.2% de los técnicos son empleados y
el 12.1% socios o propietarios de su empresa. Del total de técnicos
que se encontraban trabajando en el momento de la encuesta, cerca de
50% trabajaban en una empresa maquiladora y 11% en otro tipo de industrias
o en talleres. En conjunto, dos tercios de los entrevistados que trabajaban
en el momento de la entrevista se encontraban en empleos de tipo industrial.
Cuadro 2
Sectores donde trabajan los egresados
de bachillerato técnico
Sectores |
No. de Casos |
% |
Maquiladora |
73 |
49 |
Servicios Generales |
23 |
15.5 |
Servicios Técnicos
|
20 |
13.4 |
Industria |
11 |
7.4 |
Taller |
9 |
6 |
Otros |
6 |
4 |
Educación |
5 |
3.4 |
Sector Público |
2 |
1.3 |
Total |
149 |
100 |
Fuente:
Encuesta a Técnicos Egresados
Proyecto CONACyT, No.35049-S
Aprendizaje Industrial, Empleo y Capacitación de Técnicos
y trabajadores en la Industria Maquiladora, El Colegio de la Frontera
Norte, 2000.
En el empleo actual cambia la categoría de los encuestados,
En promedio, uno de cada dos encuestados tiene una posición
de técnico, mientras 30% siguen siendo obreros o empleados.
Cerca del 12% se definen asimismo como propietarios o gerentes de un
establecimiento y 5% son supervisores. Se encuentran además
dos profesores, un jefe de línea y un agente ministerial. Los
egresados que tienen de manera muy definida un puesto de técnico.
De acuerdo a su especialidad, suman 67% de los egresados de Mantenimiento,
48.5 % de Electrónica y 46% de egresados de Electromecánica.
Los técnicos de Producción suman 50% como técnicos,
22.2% como obreros o empleados, 16.7% como supervisores y 11% como
propietarios. Dos áreas de trabajo relacionadas con el trabajo
en la industria son los que ocupan en conjunto a casi la mitad de los
egresados: mantenimiento, donde se encuentra una quinta parte de los
egresados, y producción donde se concentra aproximadamente 20%.
Cuadro 3
Á
reas de trabajo en el empleo actual de los egresados de bachillerato
técnico
Áreas |
No. Casos |
% |
Mantenimiento |
39 |
26.2 |
Producción
(fabricación, manufactura) |
29 |
19.5 |
Servicios generales |
16 |
10.7 |
Taller de máquinas y herramientas |
11 |
7.4 |
Control de calidad |
10 |
6.7 |
Soporte |
10 |
6.7 |
Comercio- Ventas |
10 |
6.7 |
Atención al público |
7 |
4.7 |
Administración |
6 |
4.1 |
Docencia |
3 |
2 |
Ingeniería, Ingeniería de procesos |
3 |
2 |
No contestó |
3 |
2 |
Diseño de producto |
2 |
1.3 |
Total |
149 |
100 |
Fuente: Encuesta a Técnicos Egresados Proyecto CONACyT No.
35049-S Aprendizaje Industrial, Empleo y Capacitación de Técnicos
y trabajadores en la Industria Maquiladora, El Colegio de la Frontera
Norte, 2000.
La mitad de los encuestados que laboran respondieron
que su principal actividad en el empleo actual es la de reparación, instalación,
mantenimiento y programación de equipo, lo cual corresponde
con la valoración que los egresados tienen de los conocimientos
técnicos. En el caso del equipo, 21% trabaja con equipo de tipo
mecánico (torno, fresadora), 30.9% con equipo eléctrico,
41.6% trabaja con computadoras y 14.8% no utiliza maquinaria ni equipo.
Otros equipos de trabajo que fueron señalados son equipo de
calibración, PLC, hidráulico y electro-mecánico.
Aprendizaje
En la muestra, el 25% de los encuestados dicen
que lo más importante
que han aprendido durante su vida profesional son conocimientos técnicos;
en segundo lugar, la disciplina en el trabajo (23%), los métodos
para resolver problemas (22%), en tercer lugar y finalmente, un número
importante (16%) mencionó que el trabajo en equipo. Respecto
al aprendizaje de conocimientos técnicos aprendidos en la vida
profesional, las respuestas están relacionadas con las actividades;
predominan la reparación e instalación de equipo y maquinaria,
los conocimientos sobre electrónica y electricidad y en menor
medida conocimientos relacionados con la producción. Alrededor
del 14% de los egresados señalan que no han aprendido ningún
conocimiento técnico durante su vida profesional.
Para 34% de los entrevistados, la práctica cotidiana individual
fue el medio que les permitió acceder al aprendizaje (learning
by doing), para 19% fue el trabajo con otros compañeros y 18%
lo hicieron aprendiendo de sus jefes, de lo que se infiere que los
métodos informales de aprendizaje son la forma principal de
aprendizaje para el 71.2% de los encuestados, mientras manuales y cursos
lo son para 14.7%. Los equipos de trabajo, el recurso más usual
de aprendizaje colectivo formalizado, no se considero un procedimiento
importante (7.4%). Las competencias que más de la mitad de los
entrevistados consideran “muy necesarias” son la resolución
de problemas (58%), el manejo de equipo (56%) y el idioma inglés
(52%). Entre las competencias “necesarias” se cita administración
de recursos (58%), la expresión oral y escrita (57%) y un 54%
la gestión de recursos humanos.
Resumiendo, de acuerdo a opinión de la muestra, un técnico
capaz de satisfacer las necesidades planteadas cotidianamente en los
empleos de las ciudades mencionadas sería aquel que tuviera
una gran capacidad para manejar equipo y, asociada a ello, la capacidad
de resolver problemas y tener un conocimiento importante del idioma
inglés. La capacidad de liderazgo, la creatividad, el desarrollo
de proyectos y la habilidad manual aparecen en segundo orden, mientras
la gestión de recursos humanos, la administración de
recursos y la expresión oral y escrita tienen menor importancia.
El papel bastante secundario que los entrevistados otorgan a la expresión
oral y escrita en cierto modo contradice la relevancia que se le concede
teóricamente a este tipo de competencias.
Aprendizaje escolar y aprendizaje laboral
Para un conjunto de estudiantes con una experiencia
de trabajo limitada pero significativa ¿cuál es la importancia de lo aprendido
durante su formación educativa frente a lo aprendido en los
diferentes empleos a lo largo de su vida? Del total de los entrevistados únicamente
2% considera que todo lo que requiere en su trabajo lo aprendió en
la escuela. Ello resulta coherente con la idea de que la vida laboral
tiene sus propios requerimientos y sus propios espacios de aprendizaje;
43% responde que más de 50 % de lo que requiere en su trabajo
lo aprendió en la institución educativa. Éste
parece un señalamiento en el que se otorga un peso relativo
importante al aprendizaje escolar. Finalmente, 28.9% dice que menos
de 50% lo aprendió en la escuela. Resumiendo, más de
la cuarta parte de los entrevistados afirma que todos los conocimientos
que requiere en su trabajo actual los aprendió trabajando.
Se encontraron diferencias importantes por carreras respecto a lo aprendido
en el trabajo en oposición a lo aprendido en la escuela: 40%
para los egresados de Electromecánica, 50% para los egresados
de Mantenimiento y Producción y 100% para los de Electrónica. ¿Qué significado
tienen los datos anteriores? ¿Asignar poca importancia a lo
aprendido en la escuela significa que en los empleos el aprendizaje
escolar el aprendizaje escolar pasa a un segundo plano? ¿O significa
simplemente que los empleos no tienen un contenido técnico y
por tanto las habilidades aprendidas en la escuela no se utilizan?
Con relación al aprendizaje formal en el espacio laboral, 63.1%
señaló haber recibido capacitación por parte de
la empresa donde labora, 48% la recibió a su ingreso a la empresa,
25.5% de forma continua y 10.6% ocasionalmente. Uno de cada tres egresados
recibió capacitación en un rango de 20 a 50 horas en
el año 2000, 23.9% recibió menos de 20 horas y 11 personas
de entre 50 y 100 horas. Unicamente seis personas recibieron más
de 100 horas de capacitación en un año.
Condiciones de trabajo y empleo
Uno de los aspectos que amerita una investigación exhaustiva
es el que se refiere a las condiciones de trabajo de los técnicos,
particularmente por la escasez de investigaciones respecto al tema.
En este caso, las condiciones de trabajo se observan desde un ángulo
específico. Se trata de redondear el cuadro de las condiciones
de empleo y relacionar las condiciones de trabajo con el significado
que tiene la categoría de técnico y los conocimientos
que adquieren en los mercados de trabajo.
Jornada laboral
La primera variable importante se refiere a
la jornada de trabajo. Los datos indican que 57.7% de los egresados
trabajan entre 40 y 50
horas y 13.4% más de 50 horas. Sumando ambos datos, tres de
cada cuatro de los entrevistados trabajan de 40 horas a la semana,
sólo 21.5% trabajan menos de 40 horas a la semana. Una minoría
de encuestados (8%) expresaron que trabajan las horas que “se
necesitan” “las que puede trabajar” en un solo caso.
Las jornadas entre 40 y 50 horas son laboradas por 77% de los técnicos
de producción, 61.3% de los técnicos en mantenimiento,
48% de los técnicos de producción y 55.9% de los técnicos
en electrónica. Finalmente, los Electromecánicos son
los que tienen horarios más cortos, sólo 46% trabaja
entre 40 y 50 horas y hay un 25% que trabaja entre 30 y 40 horas.
Los hombres tienen horarios más diversificados que las mujeres.
Esta es una situación que contradice la idea de que la flexibilidad
de horarios es mayor entre las mujeres que los hombres. En la encuesta,
el 72.2% de las mujeres y 55.7% de los hombres trabaja entre 40 o 50
horas. Seis de cada diez entrevistados declaró que no realiza
horas extras habitualmente. Muchos de los técnicos entrevistados
dudaron al responder esta pregunta porque aunque permanecen más
horas en la empresa de las que establece su contrato laboral, esas
horas no son consideradas como horas “extras”; es decir,
no hay una compensación económica por ese tiempo adicional
dedicado al trabajo.
Las características mencionadas de la jornada laboral son contradictorias
con la cifra de egresados de nivel técnico estudian licenciatura.
Parece difícil hacer compatibles ambos tipos de actividades
a no ser que las clases o las horas de trabajo estén concentradas
en ciertos días de semana o que, realmente, los estudios que
se cursan no reclamen del estudiante una fuerte dedicación en
asistencia a clases, horas de estudio, preparación de tareas
etcétera. Las entrevistas a profundidad indican que los egresados
de bachilleratos tecnológicos llevan a cabo a lo largo de sus
primeros años de trabajo una serie de estrategias para combinar
de la mejor manera posible necesidades económicas y proyectos
de estudio.
Ingresos
En los últimos años los ingresos de los trabajadores
de línea en la maquiladora fronteriza se han mantenido en tres
salarios mínimos mensuales, aproximadamente 3 mil pesos mensuales,
aunque en el conjunto de la maquiladora en México oscila alrededor
de los 1,500 pesos mensuales (Salas y Zepeda, 2003: 66-67). Este puede
ser un primer referente para comparar los ingresos de los técnicos,
algunos de los cuales, como ya dijimos, tienen categoría de
obreros. La pregunta incluida en el cuestionario se refería
los ingresos brutos mensuales y posteriormente se pedía a los
encuestados que especificaran el monto de las prestaciones. El segundo
referente es el propio ingreso de los técnicos en la manufactura
nacional que asciende a 4,151 pesos (Hualde, 2003:220), cifra algo
más baja que la encontrada en nuestra encuesta
En la muestra, hay dos rangos donde se concentra el ingreso: de cinco
a diez mil pesos que suma 35.6% de los egresados y, de 3 a 5 mil pesos
que percibe 34.9%, 14.1% se sitúa en un rango más bajo
de 2 a 3 mil pesos. Las cifras anteriores reflejan que aproximadamente
la mitad de los encuestados recibe un ingreso promedio semejante al
de un trabajador de maquiladora, cual coincide con el porcentaje de
quienes declaran ocupar categorías de obreros o empleados. Sólo
el 10.7% de quienes laboran reciben ingresos superiores a diez mil
pesos, por tener estudios de ingeniería o estar cursando una
carrera profesional.
Por ciudades hay algunas diferencias importantes a favor de Tijuana.
Si se establece una línea divisoria tomando como eje 5 mil pesos,
los resultados indican que 71% de los egresados de Mexicali se encuentran
por debajo de este rango, en tanto que menos de la mitad de los egresados
de Tijuana ganan cinco mil pesos o menos. Así pues, aun cuando
la movilidad presentaba rasgos ligeramente mejores para Mexicali las
remuneraciones son bastante mejores en Tijuana. Dos datos adicionales
llaman la atención: el porcentaje relativamente alto de técnicos
que ganan entre 2 mil y 3 mil pesos en Mexicali –un 20% de los
entrevistados– y el porcentaje de los que en Tijuana ganan más
de diez mil pesos que alcanza al 12.5% de los entrevistados en su trabajo
actual.
Cuadro 4
Ingreso mensual de los egresados, según ciudad
Ciudad |
$2000 o menos |
% |
De $2000 a $3000 |
% |
De $3000 a $5000 |
% |
De $5000 a $10,000 |
% |
Mas de $10,000. |
% |
Total |
% |
Tijuana |
3 |
3.8 |
7 |
8.8 |
28 |
35 |
32 |
40 |
10 |
12.5 |
80 |
100 |
Mexicali |
4 |
5.8 |
14 |
20.3 |
24 |
34.8 |
21 |
30.4 |
6 |
8.7 |
69 |
100 |
Total |
7 |
4.7 |
21 |
14.1 |
52 |
34.9 |
53 |
35.6 |
16 |
10.7 |
149 |
100 |
Fuente: Encuesta a Técnicos Egresados Proyecto CONACyT No. 35049-S.
Aprendizaje Industrial, Empleo y Capacitación de Técnicos y trabajadores
en la Industria Maquiladora, El Colegio de la Frontera Norte, 2000.
Tres de cada cuatro entrevistados no realiza
otra actividad remunerada suplementaria a la de su trabajo principal.
Los que realizan un trabajo
adicional (36 de los técnicos encuestados) se dedican a trabajos
ocasionales por su cuenta, de manera independiente (61.1%). Como empleados
en otra empresa o en un negocio familiar sólo se encuentran
el 19.5%.
Permanencia en el puesto
de trabajo y ascensos
Cuando se realizó la encuesta, el 58.4% de los técnicos
tenían el mismo puesto desde su inserción laboral actual.
El 40.9% restante, cambió de puesto; de ellos, una gran mayoría
considera que el cambio en el puesto significó un ascenso. Este
dato indica una movilidad relativamente importante para los egresados
de carreras técnicas. El ascenso en la trayectoria laboral es
relativamente rápido, de quienes consiguieron un ascenso el
66.7% lo lograron en menos de un año, 10% tuvieron que esperar
un año y alrededor de 20% más de dos años. La
menor movilidad es reportada por egresados de Electromecánica
(65.5%), Electrónica (58%), Mantenimiento (57.1%) y Producción
(52.9%). La movilidad da cuenta de su desempeño general en el
trabajo, conocimientos técnicos y capacidad para aprender, así como
de diferencias entre hombres y mujeres: 87.5% de las mujeres permanecen
en el mismo puesto de trabajo que cuando fueron contratadas, en cambio, únicamente
55% de los hombres permaneció en el mismo puesto.
Conclusiones
El trabajo de investigación realizado en Tijuana y Mexicali
aporta aspectos interesantes acerca de las trayectorias educativas
y laborales de los egresados de los bachilleratos tecnológicos
y las escuelas técnicas profesionales. El bachillerato técnico
ofrece la posibilidad tanto de ingresar al mercado laboral como de
continuar a otro nivel de estudios, de esta forma, las trayectorias
están marcadas por la conjunción de periodos de estudio
y de trabajo que casi en la mitad de los casos llevan a los jóvenes
a cursar una carrera superior, generalmente en ingeniería. En
todo caso, las trayectorias no son lineales y conjugan necesidades
económicas, situaciones familiares y expectativas individuales.
Ello coincide con observaciones de otros investigadores que recomiendan
considerar la pluralidad de destinos, trayectorias e identidades de
los jóvenes (Jacinto, 2002). El ingreso a estudios superiores
está alentado por percepciones de tipo instrumental como ganar
más dinero o mejorar el salario, pero también son significativas
las motivaciones de realización personal señaladas por
un sector de los entrevistados. De hecho, en varias de las entrevistas
en profundidad se detecta un interés genuino por los conocimientos
técnicos, incluso en trayectorias donde no se ha conseguido
un desarrollo profesional exitoso. La trayectoria educativa indica
que en la práctica, se produce un tránsito de egresados
que va de instituciones técnicas de nivel medio-superior a la
Universidad Tecnológica de Tijuana y a los tecnológicos
de Tijuana y Mexicali.
En cuanto la utilidad de los conocimientos aprendidos en el bachillerato
técnico dos tercios de los estudiantes los utilizan y un tercio
no los utiliza durante su vida laboral. Esta tercera parte son aquellos –una
proporción muy importante de mujeres– que se encuentran
en ocupaciones que nada tienen que ver con sus especialidades técnicas.
Con respecto a la valoración del aprendizaje, aunque los conocimientos
técnicos tienen un valor muy importante para los egresados,
también son valoradas la resolución de problemas, el
trabajo en equipo y otras competencias relacionales. El aprendizaje
se da de forma individual o en equipo por varios procedimientos diferenciados.
Siguen teniendo importancia los procedimientos informales, las conversaciones
con los jefes y las actividades conjuntas con otros compañeros
de trabajo a pesar de que las maquiladoras, donde se ocupan dos tercios
de los egresados, son espacios de trabajo donde abundan los procedimientos
formalizados de trabajo.
Las actividades de los egresados indican el tipo de trabajo que realizan:
actividades de reparación o mantenimiento en departamentos de
producción, mantenimiento o talleres de máquinas y herramientas.
Sin embargo, un sector de los mismos empleados en servicios generales
o atención al público representan a aquellos de los egresados
que tuvieron que emplearse en trabajos que nada tienen que ver con
las especialidades cursadas. Los empleos en los que se desenvuelven
están caracterizados por largas jornadas de trabajo, pocas horas
extras y remuneraciones algo más altas que los que perciben
los obreros de la maquiladora
Las entrevistas en profundidad indican que la extensión de la
jornada laboral y los horarios en las escuelas con frecuencia son incompatibles
o dificultan el logro de las metas propuestas. Ello permite inferir
en las trayectorias de los egresados un esfuerzo de superación
profesional basada en estrategias individuales. Dicho de otra manera,
no existen canales institucionales adecuados que hagan compatible el
estudio con el trabajo, no existen regulaciones, ni impulsos claros
por parte de las empresas para que sus técnicos se gradúen
como ingenieros. Lo que éstos consiguen se debe fundamentalmente
a su habilidad personal para negociar con sus jefes horarios más
flexibles.
En general, las trayectorias laborales no son lineales y conjugan necesidades
económicas, situaciones familiares y expectativas individuales,
marcadas por la conjunción de periodos de estudio y de trabajo,
con un horizonte profesional más allá del nivel técnico.
Ello coincide con observaciones de otros investigadores que recomiendan
considerar la pluralidad de destinos, trayectorias e identidades de
los jóvenes (Jacinto, 2002).
Los resultados conducen a reflexionar, en primer lugar, con relación
a la articulación formal que debe darse entre los niveles del
subsistema de educación tecnológica, articulación
marcada por el tránsito de alumnos de un nivel al otro; en segundo
lugar, sobre la pertinencia de la educación tecnológica
para dotar a los egresados de las competencias demandadas por el mercado,
lo que refiere a la vinculación o articulación de la
escuela media con el mercado de trabajo. La formación muestra
más énfasis en los conocimientos técnicos en detrimento
de las competencias relacionales, sin embargo, ¿cuáles
son las competencias qué demanda el mercado para un egresado
de educación media superior tecnológica?, ¿para
qué desempeño y en qué contexto laboral?
Otro problema se relaciona con la flexibilidad del sistema de educación
superior tecnológica para atender un tipo de alumno distinto
del pasado, que busca simultáneamente la inserción laboral
como fuente de ingreso y el logro de una carrera profesional, así como
la disposición de los sectores laborales para facilitar la compatibilidad
de ambas metas. En general, no existen canales institucionales adecuados
que faciliten hacer compatible el estudio con el trabajo por medio
del reconocimiento de competencias profesionales, ni existen marcos
legales que regulen o estimulen a las empresas para que sus técnicos
se gradúen como ingenieros. Más ampliamente, ¿cómo
puede lograr el sistema educativo la meta de una formación profesionalizante,
sin establecer las vinculaciones necesarias y pertinentes entre el
mundo de la escuela y el mundo del trabajo? Los usos de la formación
y la valoración de las competencias adquiridas, indican que,
en analogía con la fábula de Aquiles y la tortuga, la
educación técnica está en una carrera infinita
para atrapar la diversidad y los cambios en el mercado de trabajo,
con una inadecuación permanente de los contenidos escolares
a las necesidades cambiantes de la empresa.
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Estudios e Investigaciones
Sonia Araujo
Efectos sistémicos
de la evaluación en la investigación basada en incentivos:
el caso argentino.
Luz
Ma. Ortega Villa
El conocimiento de la función de extensión universitaria
por parte de sus trabajadores en la UABC
Análisis
Temático
Presentación
Marķa Ruth Vargas Leyva
La educación superior
tecnológica
Víctor Manuel Gómez
Campo
¿ Educación
tecnológica o formación profesional? El caso de Colombia
Michael Schorr Wiener, Benjamín
Valdez Salas y Guillermo Hernández-Duque Delgadillo
Educación tecnológica:
preparación de la juventud para su incorporación
en la sociedad moderna
Armando Alcántara Santuario
La investigación
educativa en México y Brasil
se
aceptan colaboraciones
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